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Hacer mundos, propósito de la versión 53 del encuentro de arte contemporáneo

Escasa y débil participación de AL en la Bienal de Venecia

Las obras guían al espectador por realidades ajenas, dice su comisario

Ninguna alusión a la crisis mundial

El chino Paul Chan aborda el binomio sexo-tortura, mediante sombras en la pared

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Un visitante observa los cuadros titulados Mujer barrida por el viento, de la artista japonesa Miwa Yanagi, durante la preapertura de la Bienal de Venecia para expertos y representantes de la prensaFoto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 9 de junio de 2009, p. 4

Venecia, 8 de junio. Después de cuatro intensos días de preapertura reservada a expertos y periodistas, este domingo se abrió al público la versión 53 de la Bienal de Venecia, cuyas actividades concluirán el 22 de noviembre.

Se trata de la bienal de arte contemporánea, más antigua –comenzó en 1895– y sin duda la de mayor impacto mediático en el mundo.

Hacer mundos es el título de este encuentro. Al respecto, el director sueco Daniel Birnbaum –el joven curador de la bienal– explica: La obra de arte es mucho más que un simple objeto terminado; representa la visión de un mundo, y la forma de construirlo.

Arte y poder, estrecho lazo

El valor de una obra, según Birnbaum, consiste, por tanto, en su gestación, en el significado intrínseco que la ha formado, en el proceso de creación, en su individualidad y diferenciación que la hacen única y que guían al espectador a través de realidades del todo ajenas.

El núcleo de la manifestación se centra en dos inmensos espacios a cargo del comisario de la bienal, ubicados al extremo este de la isla: el Palacio de las Exposiciones (antes Pabellón Italia), en los Jardines de la bienal –rodeado por 29 pabellones– y el Arsenal, poco distantes uno del otro y unidos desde ahora por un puente.

Dichos espacios (50 mil y 38 mil metros cuadrados, respectivamente) se enriquecen de una infinita variedad de exposiciones paralelas (44), que junto a los pabellones restantes (48), colman literalmente cada rincón de la ciudad, propiciando en el visitante embriaguez y saturación.

Venecia pareciera desquiciada, las calles están repletas de personas: la presencia normal de turistas en shorts y camiseta contrasta con la general elegancia y distinción de los miles de invitados a esta inauguración de la bienal (en la versión pasada sumaron 30 mil asistentes).

No se olvide que el arte desde siempre mantiene un lazo estrecho con el poder, y esa sensación aquí es tajante.

En estos días han asistido a la ciudad, reyes, jeques árabes, políticos, industriales, comerciantes de arte (como Larry Gagosian, el mayor en el mundo) por no hablar del millonario François Pinault, dueño del museo Palazzo Grassi y del apenas inaugurado Punta de la Aduana, con la flamante restauración del japonés Tadao Ando, y un costo de 20 millones de euros.

Resalta en esta bienal la falta absoluta de conflicto o de cuestionamiento sobre el difícil momento de crisis global.

La muestra, incluidos los pabellones –México es una de las poquísimas excepciones– denotan un repliegue introspectivo, una búsqueda de intimidad, un claro interés por lo lúdico, por la banalidad y la provocación que invitan a soñar y a la evasión.

Muchos de los pabellones como el de España y el de Estados Unidos proponen a artistas más que consolidados, como Miquel Barceló o Bruce Nauman.

El corte contestatario y el ma-

yor espacio concedido a países de África en la pasada versión de la Bienal de Venecia, está aquí eliminado.

Con débil presencia, América Latina que, salvo ciertos artistas brasileños como Lygia Pape, quien con la instalación de hilos dorados y juegos de luces muestra una de las obras más bellas en el contexto de la bienal.

De México participa Héctor Zamora, quien vive en Sao Paulo, con un video que muestra una Venecia sobrevolada por dirigibles que más adelante se repiten materialmente en los techos del Arsenal.

La ausencia latinoamericana está compensada con la obra de varios artistas reunidos en el pabellón del Instituto Italo-Americano, bajo la curaduría de Irma Arestizábal, recientemente fallecida.

Tendencias en el arte

El mundo que propone el comisario Daniel Birnbaum es el hegémone, el que dicta las tendencias en el arte; quien queda fuera de él sólo puede protestar, pero nunca imponerse.

El lenguaje que domina entre los artistas es la instalación, menos el video. La pintura, aunque está presente, resulta anacrónica. Bien logrado el equilibrio entre los artistas de diversas generaciones, muchos de ellos poco conocidos.

En el Arsenal, las obras parecieran aprovechar al máximo sus potencialidades, gracias a los inmensos espacios, a la belleza del lugar y al juego de luces.

Se consideran obras de potencia expresiva, las sombras proyectadas en la pared, del chino Paul Chan, quien denuncia el binomio sexo-tortura; el bonsai de Carl Floyer, proyectado también en la pared, como un árbol gigante; la instalación de Thomas Bayrle; la del argentino Tomás Saraceno, quien con simples ligas forma extraordinarias esferas multiformes, o la cafetería de la bienal, hecha por Tobias Rehenberg, quien juega con efectos ópticos; el globo terráqueo, de Chen Zhen, rodeado por sillas que nos recibe a la entrada de los Jardines.

El país protagonista de esta versión 53 de la Bienal de Venecia es Estados Unidos, no sólo por la cantidad de artistas participantes, sino por la premiación del León de Oro a la carrera, a dos de sus ciudadanos: Yoko Ono y John Baldessari.

Por tanto, el efecto conjunto cumple su cometido: complacer y divertir.