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Nos queda un largo camino para la reunificación de personas en Berlín, dijo el músico

Barenboim fue convocado por Angela Merkel para celebrar 60 años de la República Federal de Alemania
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Daniel Barenboim, en imagen del pasado primero de enero, cuando ocupó el podio de la Filarmónica de Viena para dirigir el Concierto de año nuevo, en la Musikverein de la capital austriaca
 
Periódico La Jornada
Viernes 22 de mayo de 2009, p. 5

Berlín, 21 de mayo. Estuvo en el momento preciso, en el lugar indicado: apenas tres días después de la caída del Muro de Berlín, el 12 de noviembre de 1989, Daniel Barenboim ocupó el podio de la Filarmónica de Berlín, dirigiendo para el nuevo público alemán oriental un concierto de Beethoven que se convirtió en referencia legendaria.

Casi 20 años más tarde se presenta este sábado en la celebración del 60 aniversario de la fundación de la República Federal de Alemania. Ante el Reichstag tomará la batuta al frente a la Staatskapelle, la orquesta de la Ópera del Estado de Berlín, para volver a interpretar la Novena Sinfonía de Beethoven para la efeméride de una Alemania unificada.

No parece ser mero producto del azar que la canciller Angela Merkel haya convocado para el acto de Estado al director de orquesta argentino-israelí, quien posee además pasaporte palestino.

Poseedor de varias identidades

Barenboim, quien vive desde hace casi 20 años en Berlín, está asociado a la unidad alemana como pocos artistas residentes en este país. Él supo hacer de la Ópera del Estado Unter den Linden un símbolo de la reunificación.

Hemos derribado el muro sicológico entre Este y Oeste, dice el músico de 66 años en entrevista con Dpa. No occidentalizamos al antiguo Este, sino que creamos algo nuevo a partir del antiguo Este y del antiguo Oeste, afirma.

El destino de emigrante contribuyó probablemente a formar la concepción musical y filosófica de Barenboim. Nacido en 1942, en Buenos Aires, nieto de inmigrantes rusos, aprendió temprano a convivir con papeles diversos. No soy sólo judío, sino argentino y un músico residente en Alemania. Una persona moderna se define ante todo por la posibilidad de poseer varias identidades, asegura.

En 1952 se trasladó con sus padres a Israel. No pudo aceptar una invitación a tocar con su gran ídolo Wilhelm Furtwängler, en la Filarmónica de Berlín, porque para su padre, a nueve años del fin de la Segunda Guerra Mundial, no había madurado aún el tiempo como para que un judío pudiese actuar en público en Alemania.

Fue hasta 1964, en ocasión del décimo aniversario de la muerte de Furtwängler, cuando interpretó en Berlín el concierto para piano del director de orquesta alemán. Cuando llegué a Berlín me sentí en el país de Wilhelm Furtwängler. Eso se sentía con mucha fuerza en la Filarmónica de Berlín.

Para Barenboim es esencial que los seres humanos se reconozcan mutuamente, como lo ha puesto en práctica con su compromiso en el conflicto de Medio Oriente. Junto con el escritor palestino Edward Said (1932-2003) creó la West Eastern Divan Orchestra, en la que tocan juntos músicos israelíes y árabes. Pero también ve problemas de aceptación en la misma Berlín.

Nos queda un largo camino para la reunificación de las personas en esta ciudad, señala.

Siguen existiendo berlineses orientales y occidentales, con horizontes bastante separados, dice Barenboim. Y sigue imperando una mentalidad pueblerina en la gran urbe. “Somos los mejores, y sin embargo –o justamente por ello– predomina una inseguridad provinciana. Alemania perdió una oportunidad. En 1989 se podría haber realizado un experimento con lo mejor de ambos sistemas políticos.

“Y con esta crisis –reflexiona– retornamos al mismo punto: el derrumbe del comunismo en 1989 llevó a un triunfalismo occidental excesivo. Eso no fue bueno, no sólo en Alemania.”