Opinión
Ver día anteriorJueves 14 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
El hecho político
E

l politólogo francés Georges Bur-deau escribió un sugerente ensayo acerca del efecto mágico de la política sobre la realidad, la cual se transforma a la luz de la lucha por el poder y la influencia. En consecuencia, sostiene que el hecho político en sí no existe, sino que cualquier hecho, tema, acontecimiento, accidente de la naturaleza tiene el potencial de tornarse político si es visto como un asunto de interés público. Así por ejemplo, en los años de hegemonía del PRI, cuando las elecciones eran en buena medida marginales a la lucha por el poder que se libraba en el interior de ese partido, los comicios no eran un hecho político; sólo la competencia real por el voto entre diferentes partidos les devolvió su calidad original.

El ropero de Marta Sahagún nunca debió ocupar un espacio en la discusión pública, dado que se trataba de un asunto indiscutiblemente privado, y la curiosidad que inspiraba no tenía que ser más que materia de conversaciones frívolas. Sin embargo, la ostentación que hacía la esposa del presidente Fox de un amplio y variado vestuario de gran lujo, se convirtió en un tema político porque la información acerca de su origen era del interés público: si el vestuario era un regalo de una tercera persona era preciso saber quién, porque normalmente regalos de ese tipo no son gratis; si abrigos, zapatos, trajes sastres y vestidos de noche pertenecían a Marta Sahagún, entonces queríamos saber cómo los financiaba por la simple y sencilla razón de que despertaba suspicacias respecto a la probidad de su marido, el señor presidente, y en relación con el compromiso de éste con el combate a la corrupción.

Desde este punto de vista era inevitable la politización de palabras, decisiones y juicios en relación con la influenza. Es un fenómeno biológico que representa una amenaza a la salud pública. Era inevitable que un problema de estas dimensiones se politizara desde sus inicios. Buena parte de las primeras reacciones al anuncio de la emergencia fueron políticas porque pusieron en tela de juicio la credibilidad del gobierno, porque están arraigadas en la desconfianza que entre nosotros inspiran el poder y la autoridad.

En el seno de la opinión pública apareció una teoría según la cual la epidemia era una fabricación del gobierno, cuyo objetivo era sembrar el miedo para ganar las elecciones del próximo mes de julio; otros sostenían que la fuente de esos rumores eran las mismas farmacéuticas, que habían ideado este business plan porque sus antivirales estaban cercanos a la caducidad y había que venderlos de inmediato.

Estas versiones parecen una actualización de las campañas de rumores a las que eran afectos los empresarios de Monterrey en los años 70. Por ejemplo, a propósito de una campaña de vacunación contra la poliomielitis, circuló aceleradamente por toda la ciudad el rumor de que la política de planificación familiar del gobierno federal, incluía vacunas que esterilizaban a los niños y que se aplicaban disfrazadas de vacunas contra el sarampión y la polio. Aterrados los padres de familia rechazaron las vacunas que distribuía la Secretaría de Salud, y miles de niños no fueron vacunados. Cuatro o cinco años después, en la misma ciudad de Monterrey, se registraron brotes de polio y sarampión que se creían erradicados.

En las últimas semanas, cuando la OMS confirmó la gravedad del virus de la influenza, los partidos de oposición dirigieron sus baterías hacia las acciones del gobierno y, entre otros temas, le reprochó el uso político que hacía de la emergencia sanitaria. El gobierno por su parte, criticó estas respuestas con el argumento de que la oposición estaba utilizando esa misma emergencia para minar la credibilidad del gobierno y avanzar sus propios intereses. Todas esas acusaciones son justas; en esta coyuntura tan difícil, gobierno, partidos y ciudadanos se están comportando como los actores egoístas que son. De manera que los reproches de uno y otro lado salen sobrando. Mucho más efectivo sería que partidos y gobierno mostraran la capacidad de ver más allá de sus narices y de sus intereses, y pensaran en términos del bien público que es la salud. Si así lo hicieran estaríamos escuchando propuestas plurales y creativas, con base en la comprensión de que la epidemia es, por definición, un fenómeno político.

El egoísmo de lo actores políticos también es un dato con el que hay que trabajar, y resulta una pérdida de tiempo discutir quién saca mayor ventaja electoral u otra, de esta crisis tan desafortunada. Maquiavelo habla de los accidentes, es decir, los acontecimientos fortuitos que alteran las condiciones en las que El Príncipe ha tomado sus decisiones o planeado su gobierno, y eso no lo decide nadie. La influenza, como cualquier hecho político puede ser un infortunio o una oportunidad tanto para el gobierno como para los partidos; pero el desenlace es menos una cuestión de suerte que de capacidad.