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Para el paciente cero y su familia: 10 mil pesos y un viaje al mar

Disfruta La Gloria de efímera fama y de tregua ante la pobreza
Foto
Édgar Hernández, conocido ahora como el Niño Milagro y su madreFoto Sergio Hernández Vega
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 9 de mayo de 2009, p. 10

La Gloria, Ver., 8 de mayo. La vida en La Gloria ha tomado un nuevo ritmo desde que la influenza hizo su aparición y sus habitantes se preguntan ¿por cuánto tiempo?, ¿hasta que la sucursal rodante de La Parroquía se vaya? Édgar Hernández Hernández, el Niño Milagro que sobrevivió al virus A/H1N1 con apenas unos antigripales, regresó hoy del mar, el cual pudo conocer por invitación del gobernador Fidel Herrera. Y su familia también se pregunta ¿por cuánto tiempo?

Su padre, Édgar Hernández García, es un jornalero que no pudo emigrar este año hacia el Distrito Federal o Estados Unidos –como tenía pensado– porque su hijo enfermó en marzo. Ahora trabaja como albañil o recogiendo hojas secas de maíz –hojado, como le llaman los lugareños–, que sirve como alimento para las vacas.

Sin trabajo y sin beca

El joven matrimonio formado por Édgar y María del Carmen, con sus dos hijos de 5 y 2 años de edad, acaba de regresar a La Gloria después de pasar una semana en el puerto de Veracruz y las playas de Chachalacas, en el municipio de Úrsulo Galván. Fue la portunidad para que la familia conociera el mar.

A su retorno, el llamado Niño Milagro luce un moretón en el ojo izquierdo. Protagonizó un pleito con su hermanito en una alberca por un juguete y el ganador de la disputa fue el más pequeño.

“Mejor lo hubieran mandado a Disneylandia, ya su foto salió en el niuyortaims”, interviene una vecina de la fila donde María del Carmen espera a realizar el trámite para afiliarse al Seguro Popular.

–¿Qué es eso?, pregunta el niño.

–Donde viven Mickey Mouse y el Pato Donald, responde un acomedido.

–¿ Y hay policías ahí?

–Hay muchos juegos, todo un parque lleno de juegos.

¡Ahhhh!, exclama el pequeño, quien se queja de que no pudo conocer lo peces del acuario de Veracruz, porque permaneció cerrado por la contingencia. Tampoco llegaron al Café de la Parroquia, agrega la mamá, pero no se preocupan, pues tienen una cafetería rodante en La Gloria que ofrece lecheros y canilllas gratuitamente.

En una de las visitas que hizo el gobernador Herrera, les regaló 10 mil pesos en efectivo que se fueron en pagar deudas. El jefe de familia sigue desempleado, pues la crisis en la agricultura del valle de Perote ha reducido los jornales y apenas si logra trabajar dos días por semana. En el campo gana 70 pesos por un jornal que empieza a las 7 de la mañana y concluye a las 6 de la tarde y cuando labora como alarife, obtiene diez pesos más. En promedio, si trabaja toda la semana gana 480 pesos para mantener a dos hijos y a su mujer pero a veces solo junta 200 o 300 pesos.

–Se difundió en los periódicos que el futuro del niño estaba asegurado con una beca hasta la universidad otorgada por el gobierno estatal.

–No hubo nada de eso, el señor gobernador nos dio 10 mil pesos, con eso pagamos lo que debíamos–, revela María del Carmen Hernández.

–¿Y el empleo y la atención médica que se publicitó?

–No sabemos nada de eso.

–Entonces, ¿cómo va a estudiar Édgar?

–Él y su hermano llegarán hasta donde se pueda.

En seguida, el pequeño Édgar interrumpe a la mamá: yo quiero ser policía, para atrapar a los malos y meterlos a la cárcel y dejarlos sin comer.

La maquila de cubrebocas

Otro de los beneficios que la influenza trajo a La Gloria fue el empleo temporal para los lugareños, incluyendo a decenas de niños que no acuden a la escuela por el asueto epidemiológico, pero que ayudan en la cocina comunitaria y en el taller de costura que el Instituto de Capacitación para el Trabajo de Veracruz (Icatver), instaló en el centro del poblado.

Apoyados con diez máquinas, una veintena de adultos corta y cose a todo vapor cubrebocas de tela que hoy son un producto de alta demanda, pues están agotados en farmacias y centros comerciales donde se llegan a cotizar hasta en 10 pesos. Los niños ayudan a introducir el elástico en la ranura y a empacarlos en bolsas de plástico. En el taller de La Gloria se elaboran mil 500 cubrebocas diariamente que serán destinados a escuelas de nivel básico, señala la instructora, Estela de los Santos.