Opinión
Ver día anteriorJueves 7 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Del pánico al optimismo ramplón

El FMI, anti neoliberal

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el pánico absoluto el Fondo Monetario Internacional decidió pasar a un desbordado optimismo ramplón: América Latina y el Caribe está mejor preparada para superar la desaceleración y salir de la crisis financiera antes que las economías avanzadas, o, lo que es lo mismo, la región sufrirá menos que en pasadas situaciones similares.

El organismo basa su eufórico pronóstico en el hecho, según dice, de que la economías latinoamericanas se contraerán 1.5 por ciento en 2009 y experimentarán una tasa positiva de crecimiento de 1.6 por ciento en 2010, lo que al final de cuentas en el bienio el crecimiento real sería de cero por ciento. Si eso es positivo, como lo asegura, entonces al FMI puede catalogársele como un organismo anti neoliberal.

Sonrisas ficticias aparte, un detallado análisis que sobre el mismo firma José Antonio Ocampo, ex secretario ejecutivo de la Cepal y ex ministro de Hacienda y Crédito Público de Colombia, concluye que si bien las economías latinoamericanas llegan a la crisis actual con mayores fortalezas que en el pasado, ellas son más modestas de lo que se ha subrayado en algunos estudios optimistas sobre la gestión del auge económico reciente. Los efectos negativos más generalizados para la región más desigual del planeta son la caída del volumen de comercio internacional y el marcado deterioro de los términos de intercambio de los productos básicos. Además, queda por delante una etapa de financiamiento externo privado muy restringido.

Así, la fortaleza cacareada por el Fondo Monetario Internacional se restringe fundamentalmente al menor endeudamiento público externo y al elevado nivel de reservas internacionales, pero ello sólo servirá para mitigar en parte las repercusiones de la peor coyuntura económica mundial desde la gran depresión de los años treinta. Pero ese es, precisamente, el detalle fino que tanta felicidad provoca al FMI: que aunque las economías regionales se paralicen, que los precios de sus productos de exportación se desplomen y que los latinoamericanos mueran de hambre es lo de menos, porque los gobiernos regionales no sólo deben menos, sino que tienen capacidad de pagar lo que adeudan.

De cualquier suerte, subraya Ocampo, “la economía mundial experimenta la peor crisis financiera que se haya producido desde la gran depresión de los años treinta del siglo XX. Aunque el mundo industrializado puede evitar una contracción de la actividad productiva tan profunda como la de ese entonces, también es evidente que atraviesa por la recesión más intensa desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo demás, los límites entre una ‘recesión’ y una ‘depresión’ nunca se han aclarado del todo. La crisis está llegando a todos los rincones del planeta”.

En el caso latinoamericano, la coyuntura marcadamente favorable del periodo 2003-2007, basada en una combinación inusual de auge financiero, bonanza excepcional de precios de los productos básicos y nivel elevado de remesas de los trabajadores migrantes, también ha llegado a su fin. Ya a lo largo de 2008 varias economías de la región experimentaron una desaceleración importante, entre ellas Colombia, México, República Bolivariana de Venezuela y casi todas las economías más pequeñas de Centroamérica y el Caribe. La abundancia de financiamiento se redujo desde el tercer trimestre de 2007, coincidiendo con la primera fase de la crisis financiera en Estados Unidos. A su vez, desde mediados de 2008 se inició la baja de precios de los productos básicos. Pero fue el colapso financiero mundial de mediados de septiembre de 2008 lo que desencadenó los cambios más profundos, al paralizar el crédito, elevar marcadamente los márgenes de riesgo, convertir la caída de los precios de los productos básicos en un desplome y desencadenar una profunda recesión en el mundo industrializado. Incluso las economías latinoamericanas que habían mantenido un alto y aún creciente dinamismo hasta el tercer trimestre de 2008, como Brasil y Perú, se estrellaron contra la pared.

Visto en retrospectiva, apunta, “lo peculiar del mundo en desarrollo fue su relativa capacidad de aislarse de la primera fase de la crisis, gracias a la renovada bonanza de precios de los productos básicos, la relativa seguridad que representaba para los capitales externos el altísimo nivel de las reservas internacionales y el dinamismo persistente de las grandes economías asiáticas. Esto dio lugar a la tesis, difundida entre otros por el Fondo Monetario Internacional, de que el mundo en desarrollo se ‘desacoplaría’ de las tendencias adversas del mundo industrializado. Pero, ese ‘veranillo’ (Calvo dixit) fue sucedido por el ‘vendaval’ que desencadenó la crisis financiera mundial de septiembre de 2008. Entonces, se hizo evidente que la tesis del ‘desacople’ no era más que una ficción”, aunque no por ello el FMI deje de difundirla.

Para Estados Unidos ésta es la tercera crisis bancaria de las últimas décadas. La primera fue la crisis latinoamericana de la deuda, hábilmente manejada a fin de que América Latina pagara los costos, e incluso no quedara registrada como lo que también fue: una quiebra de los principales bancos estadunidenses. La segunda fue la crisis del sistema de ahorro y crédito de Estados Unidos a fines de los años ochenta, y la tercera es la que se experimenta. A ello podrían agregarse los grandes colapsos bursátiles, incluidos el lunes negro de octubre de 1987 y el estallido de la burbuja de títulos tecnológicos de comienzos del actual decenio, así como tres episodios de marcada caída del dólar, el último de los cuales ya se venía registrando hasta que la crisis de septiembre invirtió el fenómeno de manera transitoria.

En síntesis, la historia latinoamericana desde los años setenta está marcada no sólo por grandes perturbaciones externas, sino por políticas macroeconómicas que tienden a reforzar en vez de atenuar los efectos de dichas conmociones en la actividad económica interna. La crisis internacional ha tenido los efectos previstos en América Latina. El auge económico sustentado en una combinación excepcional de condiciones externas favorables se detuvo, y todos los factores que lo nutrieron ahora operan en sentido inverso.

Las rebanadas del pastel

Muy serio, Agustín Carstens asegura que no son un engaño las medidas fiscales y financieras por él anunciadas el pasado martes. Cierto: nadie duda de su credibilidad, sobre todo después del catarrito diagnosticado.