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Salí porque necesito zapatos; en cuanto los compre regreso a casa

Las calles del DF se vaciaron; nadie vive ajeno a la alarma
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Una mujer no identificada llora, pues su nieta fue internada en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, donde este sábado fue diagnosticada como muy graveFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Domingo 26 de abril de 2009, p. 14

Distrito Federal, sábado en la tarde. Las calles de esta capital se encuentran semidesiertas, más que en Semana Santa o en Año Nuevo. Los centros comerciales están prácticamente vacíos. Según los comerciantes, la concurrencia bajó 70 por ciento y las salas de cine están por debajo de la mitad de su capacidad. Por los pasillos, aunque son pocos los visitantes que portan tapabocas, nadie está ajeno a la alarma que vive la ciudad ante el brote epidémico de influenza.

Salí porque necesitaba unos zapatos, pero en cuanto los compre regreso a casa. A pesar de que estoy vacunado contra la influenza estacional, me da miedo contagiarme y saldré a la calle lo menos posible hasta que se levante la alerta del gobierno, explica Ignacio Medina, de 47 años.

Algunos que no llevan tapabocas dicen que en las farmacias están agotados. Pero las leyes del mercado informal siempre encuentran cómo salir a flote y no falta la oferta. A las puertas de un centro comercial del sur de la ciudad, un anciano ofrece los pedacitos de la tela sintética a dos pesos la unidad, 10 la docena.

¡No hay ni madres, hoy no saco ni para las caguamas!, se queja su vecino, un comerciante que en el mismo punto vende películas piratas.

Una parejita joven mira distraídamente los escaparates. En un momento les gana la pasión y se quitan el tapabocas para besarse. Reconocen no estar muy informados de las medidas para evitar el contagio. “Pero sí tenemos conciencia de la gravedad de la epidemia, por eso hemos decidido esta noche no ir a ningún antro y quedarnos en la casa viendo una película en la tele.”

María tiene unos 50 años y nada la hará desistir de entrar en el cine. Dice que es deportista y que, como lleva una vida sana, está vacunada contra la influenza. Tenemos que tomar precauciones pero, la verdad, no creo que me contagie porque hago deporte, y como todos los sábados voy al cine, hoy también.

Es un sábado atípico. Mucho menos gente visita los centros comerciales. Niños hay muy pocos. Una excepción es Víctor, el hijito de dos años de Karla y Alberto. En brazos de sus padres, lleva tapabocas. Creemos que el gobierno exagera, no es tan peligroso como dice. De todas maneras a Víctor le pusimos su tapaboca, pues hoy en Coyoacán agentes de la AFI los estaban repartiendo.

Los dependientes de las tiendas están aburridos. Se asoman a la puerta a ver quién entra. Se sientan, miran el reloj esperando la hora de salida.

La tarde es larga y así será hasta nuevo aviso, asegura Judith Leyva, quien atiende una zapatería.

Los supermercados están un poco más concurridos. Cajeras, cerillos y personal en general portan tapabocas. Los usuarios dicen que procuran salir lo menos posible a la calle, pero que el mandado no se puede hacer desde casa.