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Madoff, Stanford y compinches, percibidos en EU como más delincuentes que los somalíes

Piratas de Wall Street y Somalia acaparan la atención en la primera década del siglo XXI

Banqueros y financistas generan desempleo y crisis, y los africanos un modelo económico exitoso

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Miembros de la tripulación del carguero Maersk Alabama, que repelieron un intento de captura del barco por parte de piratas somalíes, conversan con periodistas luego de su llegada al puerto keniano de MombasaFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 12 de abril de 2009, p. 19

Nueva York, 11 de abril. Las principales noticias del siglo XXI son… los piratas. En estos últimos días, los titulares principales de los medios han sido sobre dos tipos de delincuentes. Unos, que han generado desempleo, estafas financieras y guerras, y robado miles de millones; y los otros en las costas de África, que han captado la atención de las superpotencias con sus cada vez más audaces maniobras y un modelo económico exitoso.

De hecho, los banqueros y los magos del engaño financiero ahora son percibidos por la opinión publica como piratas que secuestraron la gran nave de la economía nacional e internacional con maniobras ilegales poniendo en riesgo a millones de personas.

Por cierto, los piratas de Somalia despiertan mayor admiración que los corsarios escondidos en mansiones de Connecticut detrás de guardias privados.

Hay diferencias. Allá, los más de 100 millones de dólares que los piratas africanos han ganado han generado empleos y comercio en una de las zonas más devastadas del mundo, mientras que las acciones de los piratas financieros en Estados Unidos han generado la destrucción de más de 5 millones de empleos, crisis económica que a escala mundial podría provocar más de 30 millones de desempleados según la Organización Internacional de Trabajo.

Esta semana marcó la primera vez en 200 años que un buque estadunidense es víctima de un ataque pirata, por lo que un veterano periodista en Washington recordó a La Jornada que una de las primeras crisis diplomáticas de esta república fue un enfrentamiento con piratas en las costas de África (aunque en la zona mediterránea).

El himno de los marines empieza con las estrofas “Desde los salones de Montezuma (sic) a las costas de Trípoli”, refiriéndose primero a la intervención en México y la segunda a un choque con piratas en una región de Libia.

De hecho, la secretaria de Estado Hillary Clinton hizo referencia a esto el pasado jueves cuando dijo que éste es un flagelo viejo, una de las primeras acciones realizada por nuestro país en sus inicios fue perseguir a piratas en la costa Berbería. Y es importante que busquemos una resolución internacional; estaremos consultando de cerca y ampliamente para determinar qué es lo que otras naciones están dispuestas de hacer y cuáles son los próximos pasos que la comunidad internacional cree que se deberían de tomar.

O sea, es casi la misma retórica empleada por la administración del presidente Barack Obama para enfrentar la crisis financiera y económica internacional.

En lo que va del año son unos 66 los asaltos a buques frente a las costas de Somalia, y hasta la fecha las diferentes empresas de transporte marítimo prefieren evitar confrontaciones armadas. Los piratas recaudaron entre 40 millones y 125 millones de dólares sólo en 2008, según expertos que manejan cifras diferentes ya que las empresas y aseguradoras prefieren no divulgar estos datos.

Hubo 293 incidentes de piratería a escala mundial en 2008, un incremento de 11 por ciento ante el año anterior, reportó el Buró Internacional Marítimo, según el New York Daily News. Hasta hoy permanecen por lo menos 16 naves secuestradas en manos de los piratas de Somalia, según la marina de Estados Unidos.

Mientras, en estas costas continúan las investigaciones de otros piratas con apellidos Madoff, Stanford y compinches. Sus estafas, asaltos de fondos multimillonarios y comercio financiero poco regulado y por años operando en un terreno aparentemente sin reglamentos ni ley –algo así como se describe a Somalia– detonaron lo que ya casi todos consideran como la peor crisis económica desde la gran depresión.

La acumulación y concentración de riqueza por un número cada vez más reducido de personas, entre ellas algunas de las más respetadas en el mundo por su supuesto talento, sabiduría y poder, llevaron a un desastre cuyo costo aumenta día con día.

Otros 663 mil empleos se esfumaron en marzo en este país, llevando a un total de más de 5 millones los puestos perdidos en lo que va de esta recesión, reportó el gobierno federal a finales de la semana pasada. No hay sector de la economía, tal vez con la excepción de la salud, que no esté afectado. Las bancarrotas de empresas gigantes y pequeñas, cierres de comercios y despidos constantes se han vuelto noticia cotidiana.

La paja en el ojo ajeno

Mientras tanto, los gobiernos locales y estatales están en serios apuros para enfrentar los crecientes costos de servicios públicos y asistencia a las crecientes filas de las personas que requieren apoyo para alimentarse, además de otras necesidades básicas.

Aquí en esta ciudad, el alcalde Michael Bloomberg amenaza con recortar 7 mil empleos municipales y presiona a los sindicatos a que acepten reducciones drásticas en los costos de seguro médico y otras prestaciones para los trabajadores del sector público.

Nadie menciona que Bloomberg es uno de los hombres más ricos del planeta, un multimillonario en la lista de Forbes, y que no tendrá que sacrificar –como tantos de sus cuates de Wall Street– la educación de sus hijos o sus hogares, o preocuparse por cómo alimentar a sus familias.

Es que ante todo esto, los ejecutivos y políticos responsables de todo este desastre aún no entienden qué tiene de malo otorgarse bonificaciones millonarias o emplear el dinero con el cual el público está rescatando a sus empresas para decorar oficinas o dar fiestas de lujo, o para ofrecer más favores políticos (si nadie se fija).

La secretaria de Estado Clinton afirmó que la piratería podría ser un delito de siglos de antigüedad, pero estamos trabajando para buscar una respuesta apropiada del siglo XXI. Tal vez debería buscar esa misma respuesta pero para los piratas aquí en casa.

Así, la primera década del siglo XXI aquí parece pertenecer más al pasado que al futuro, menos al Internet y otros avances tecnológicos, y más a la avaricia de los años 20 de la centuria pasada en Estados Unidos. Más a la usura desde los tiempos bíblicos y menos a la microcirugía y a los vuelos a Marte. Más a escenas de la gran depresión y a algo que parece del siglo XIX: los piratas.