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Envía carta de respaldo al Papa por el asunto de los obispos lefebvristas

En Catedral, Norberto Rivera encabeza las celebraciones por la Semana Santa
 
Periódico La Jornada
Viernes 10 de abril de 2009, p. 30

En la celebración eucarística del Santo Crisma, en la cual se renovaron las promesas sacerdotales de todos los clérigos de la arquidiócesis primada de México, el cardenal Norberto Rivera Carrera exhortó a los sacerdotes a practicar la perfección moral, pues dijo que de ésta depende la eficacia de su ministerio. Resaltó que esto reviste especial importancia pues está próximo a comenzar el Año Sacerdotal, el cual se extenderá del próximo 19 de junio hasta el mismo mes de 2010, según lineamientos del papa Benedicto XVI.

Ante cientos de feligreses que colmaron la Catedral Metropolitana, los seis obispos auxiliares y más de 600 sacerdotes de la arquidiócesis, así como integrantes de los cabildos metropolitano y guadalupano, el también arzobispo primado de México hizo pública una carta dirigida al Papa en la que le expresa el total respaldo de la curia mexicana por su determinación de levantar la excomunión a cuatro obispos ordenados ilícitamente en 1988 por el arzobispo francés Marcel Lefebvre, quien desconoció los acuerdos tomados en el Concilio Vaticano II y al máximo jerarca de la Iglesia católica.

En la misiva, que fue leída por monseñor Jonás Guerrero, establece que la remisión de la excomunión fue un acto de misericordia realizado por el Papa, y en tal sentido criticó a los enemigos de la Iglesia y a quienes, incluso desde el interior de ésta, rechazaron y calificaron negativamente la determinación papal.

“Comprendemos la tristeza que lo embargó cuando un gesto de magnanimidad fue convertido por los enemigos de la Iglesia, y peor aún por algunos miembros de la misma comunidad católica, en un motivo para atacarlo y herirlo con gran hostilidad, acusándolo de estar cancelando la reconciliación entre cristianos y judíos y destruyendo el legado que el concilio había construido.

En el vía crucis que recorre no cesan los ataques y los insultos, las comparaciones insidiosas y la intolerancia sin recato de aquellos que ante el mundo aparecen con el disfraz de liberales y tolerantes. Todos sus enemigos se suben al vendaval de los medios de comunicación para amplificar las palabras de odio y condena, para derramar hiel y resentimiento, pero usted sabe bien que no está solo.

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El cardenal Norberto Rivera Carrera encabezó ayer la ceremonia del lavatorio de pies en la Catedral Metropolitana, como parte de las celebraciones por la Semana SantaFoto Cristina Rodríguez

Ante esto, refiere que la arquidiócesis de México le hace llegar al Papa nuestro amor, admiración y respeto, además de la inquebrantable fidelidad, y confía en que tanto Dios como la Virgen de Guadalupe lo conserven entre nosotros y lo liberen de sus enemigos.

Luego de recordar al cardenal emérito Ernesto Corripio Ahumada, por conmemorarse hoy su primer aniversario luctuoso, Rivera Carrera hizo hincapié en que el pueblo de Dios debe orar y apoyar continuamente a sus sacerdotes, y manifestó la necesidad de aumentar la conciencia misionera. “La insistencia en la misión permanente y la misión continental no es una moda (…) es una necesidad esencial del ministerio. Renovemos la dimensión misionera del ministerio sacerdotal, no nos contentemos con una pastoral de conservación, rememos mar adentro”, instó.

Al término de la homilía, el cardenal inauguró y bendijo la Casa Sacerdotal Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, situada en la calle de Guatemala, a espaldas de la Catedral. Allí expresó que la materialización de esa obra responde a un anhelo de muchos sacerdotes. Dicho recinto será ocupado por sacerdotes eméritos, es decir, de más de 75 años. El inmueble cuenta con dos plantas y con 12 habitaciones, y se espera la próxima inauguración de otra casa cerca de la Basílica.

Varios sacerdotes necesitan una casa en donde vivir, ya vi a algunos que estaban revisando una recámara, bromeó Rivera Carrera.

Por la tarde el cardenal encabezó la ceremonia en la que se recuerda la Última Cena, y en ella efectuó el lavado de pies, en remembranza del mismo acto realizado por Jesús a sus discípulos en señal de humildad.