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Con Giros de faros, de 1979, dotó de nuevas claves a la lírica en el país

Alberto Blanco crea mapas en los que el lector busca una idea del mundo
 
Periódico La Jornada
Domingo 5 de abril de 2009, p. 4

La generación de Alberto Blanco, poeta, músico y pintor, y de su libro Giros de faros (1979), representó hace 30 años la llegada de aire fresco y la aparición de nuevas claves para la poesía en México, como la vinculación con la cultura popular y el rock.

Además, las generaciones anteriores ya estaban cómodamente instaladas repartiéndose el pastel y no era fácil para los poetas jóvenes de aquella época ingresar a esos círculos, por lo que se dieron a la tarea de publicar revistas y crear editoriales de manera independiente.

De ese modo lo planteó Alberto Blanco (1951) la noche del jueves en un salón del Museo Nacional de Arte, autor que forma parte de una generación a la que pertenecen poetas tan diversos como Coral Bracho, Elsa Cross, David Huerta, José Luis Rivas y Fabio Morábito.

Blanco confesó su curiosidad por ver cómo una generación distinta se aproximaba a Giros de faros, y agregó: Veo que lo han hecho como se acercan los artistas al arte: a través de las formas. Si en el arte no hablamos de formas, ¿de qué hablamos entonces?

Y el poeta reflexionó: Vivimos en la oscuridad, basta abrir el periódico, pero de pronto, cíclicamente está la luz del faro, y hay que tener los ojos abiertos.

Blanco estuvo acompañado de los jóvenes poetas Rocío Cerón, Daniel Téllez y Luis Jorge Boone, quienes reflexionaron sobre el fundamental primer libro del también traductor, ensayista y explorador de la poesía oriental, Giros de faros (FCE), del cual el trío coincidió en citar: La/ luz no/ viene de fuera/ Un/ cerillo/ necesita cabeza/ Si/ se quiere/ llegar a prender.

El escritor comentó que en ese primer libro ya aparece en potencia lo que vendría 25 libros después, como la vocación por las artes visuales y el trabajo con la palabra y las formas.

Testigo con catalejo en mano

Rocío Cerón destacó que Giros de faros abre ventanas que llevan a preguntas y a imágenes. Es un volumen de secuencias, de poemas exactos, atmósferas y presencias, las cuales añaden al mundo una óptica propia sobre un suceso, muchas veces autobiográfico.

Para Daniel Téllez, el poema es naturaleza ondulante y sonora, salen a relucir formas y estrofas agrupadas. La metáfora es totalización del mundo, conocimiento, estudio y penetración a fondo de muchas tradiciones poéticas. Es lenguaje, música, ritmo encarnado, testigo con catalejo en mano y revelaciones.

Luis Jorge Boone dijo que nuestros pensamientos son producto de las palabras, le pertenecemos al idioma, las formas no son nuestras, y Blanco, agregó, reconoce las estructuras, las construye en libros que nunca son una mera suma de textos, sino que ofrece mapas a través de los cuales el lector se mueve en pos de una idea del mundo, de un concepto estético de un tema y sus transformaciones, pues para el poeta hay una escalera en cada forma.

Blanco también contó anécdotas, como que una vez agredió a Juan Rulfo, porque de manera constante le decía que sus textos no eran poemas, pues no veía en ellos las metáforas. Rulfo se fue con un portazo y a las dos horas regresó para disculparse, cosa que también hizo Blanco, y ambos continuaron con su amistad.

El autor de Giros de faros también llamó a reivindicar al injustamente olvidado poeta Juan Martínez, quien dio la espalda al mundillo literario y se fue a vivir a Tijuana, en la calle. Blanco lo consideró un maestro e informó que luego de muchos esfuerzos el gobierno de Jalisco acaba de publicar un libro de Martínez, a quien, insistió, debe leerse.