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Disquero
Una excelentísima trinidad
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Periódico La Jornada
Sábado 4 de abril de 2009, p. a19

Un húngaro en la inmortalidad, un inglés en Nueva York pero antes en Berlín, y un venezolano en la cresta de la ola.

Un maestro consumado, un artífice de nuestra contemporaneidad y un joven maravilloso.

Tres generaciones conviven en el mismo anaquel de novedades discográficas: sir Georg Solti, sir Simon Rattle y Gustavo Dudamel.

En conmemoración del décimo aniversario de la desaparición física de Georg Solti, la disquera Decca da a conocer un álbum de cinco discos con el afortunado título A Passion for Music.

El disco inicial comienza con la primera obra que registró, la obertura Egmont, de Beethoven, en 1947, y el disco postrero termina con la última grabación que realizó en vida, 50 años después. No es casualidad que se tratase de la Quinta Sinfonía de Mahler.

Título afortunado porque si algo distingue el poderío de la batuta y la persona de Solti es la pasión. La infinita pasión.

En una edición de los años 70 de la revista francesa Paris Match, una fotografía de la noche anterior dio una muestra al mundo de tanta pasión: Georg Solti dirigía la Tetralogía de Wagner en esa ciudad de luz y en primer plano se veía una banda adhesiva, médica, en forma de cruz, arriba de su frente, en pleno cráneo: era tal la furia amorosa que desplegó en el foso de la orquesta el maestro, que no se dio cuenta que se había clavado la batuta en la cabeza, hasta que alguien le hizo notar que sobre las solfas negras caían fusas, semifusas y corcheas de color rojo que no había escrito Wagner en la partitura y que las escribía Solti con la sangre que manaba de su cabeza.

De hecho, hasta la fecha no ha habido haches ni ches que superen la manera como Solti deletrea a Wagner. El disco dos de esta caja mágica y maravillosa está precisamente dedicada a las versiones energetizantes, dinamogénicas, estupefacientes que hizo este director de orquesta, uno de los mejores en la historia, de una música que solamente unos cuantos están destinados a entender, traducir, expresar.

El disco tres también es brutalmente hermoso, conmovedor y contundente: La Consagración de la Primavera, de Stravinsky, aclamada también como una de las mejores versiones existentes a la fecha, además de la bellísima Sinfonía en tres movimientos y la sublime Sinfonía de Salmos, obras maestras del famoso músico bizco don Igor Strabismo (jejé).

El disco cuatro es un regalo: música húngara dirigida por el mejor director de orquesta húngaro: la Cantata profana, de(l pez) Bela (bela palomita) Bartok, la Serenata para pequeña orquesta, de Weiner y los deliciosos Psalmus hungaricus, de Kodaly.

Junto a esta caja convive el nuevo disco de la Filarmónica de Berlín con Simon Rattle: purititita adrenalina con la fantástica Sinfonía Fantástica de Berlioz, contrastada con la mística La mort de Cléopatre, también de Berlioz, con la mezzo Susan Graham.

Convive con estas maravillas otra más: el nuevo disco de Gustavo Dudamel al frente de la Orquesta Juvenil Simón Bolívar de Venezuela. Dos partituras de Chaikovski: la tremebunda pasión encriptada en la Quinta Sinfonía y, otra vez, la pasión en Francesca da Rimini. Una manera de decir lo excelente que está este disco es subrayar los alaridos finales del público, tan modosito como híperexigente, del Festival de Salzburgo, que es el máximo foro actual del mundo de la música de concierto, en cuanto los jóvenes venezolanos dejan caer la última nota sobre las crismas de los circunstantes.

Tres maestros, tres.