Opinión
Ver día anteriorMartes 31 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Yishai Jusidman en el Museo Amparo
L

a exposición comentada desde mi nota anterior tendrá sede en el Museo de Arte Moderno: llegará algo reducida por cuestiones de espacio. Sin embargo, probablemente se le adicionarán piezas que no se consiguieron para su exhibición en Puebla.

En todas formas, se percibirá distinta y quizá convocará a un público más diversificado, empezando por los colegas de Jusidman, que sin duda se verán tentados a examinarla.

Antes aventuré una observación relativa a que posiblemente existe cierta mancuerna entre el rubro de los retratos dobles de artista y la serie Bajo tratamiento. Eso se debe a que durante el romanticismo el binomio arte-locura generó uno de sus campos semánticos más insistentes, pero también a que –si no se supiera que esos retratos corresponden a pacientes del Hospital Fray Bernardino Álvarez– el espectador difícilmente detectaría que los modelos (excepto quizá en un par de casos) corresponden a personas con trastornos mentales.

Por ejemplo, tomemos el retrato del joven que, como todos, trae entre manos un libro abierto mostrando la lámina que corresponde a Barnett Newman. Podría considerarse que representa a un místico arrobado. Alguna otra paciente bien pudiera ser tomada por pintora o estudiosa asombrada de las artes.

Los Astrónomos: paisajes a la encáustica en esferas u ovoides, concentran la atención porque se tiende a identificar las fuentes de los mismos. Hay dos sobre José María Velasco, uno sobre Constable y otro más sobre los Nenúfares, de Monet.

Como es necesario rodear los esferoides para apreciarlos, lo que se obtiene simula una visión estereoscópica. Una de estas piezas se encuentra en la exhibición permanente del MUAC, pero desde mi punto de vista es menos interesante que las exhibidas en Puebla. Todas pertenecen a colecciones particulares.

En el recorrido propuesto en el Museo Amparo, los payasos pintados también en esferas siguen a los Astrónomos. Todos corresponden a anamorfosis similares a la que Holbein plasmó en el extremo inferior del retrato Los embajadores, de la National Gallery de Londres, y a éstos siguen otros payasos pintados en plano.

El contraste es radical, porque estos últimos son payasos tristes, que fuerzan las muecas. Algunos espectadores recordarán a Garrik, el actor inglés que acudió a un médico para que paliara su tristeza, según narra  una rima. El galeno, que desconocía la identidad de su paciente, le recomendó ver a Garrik. La idea de que cada persona es máscara, como lo indica el significado de la palabra persona en griego, es patente aquí.

Las explicaciones insisten en la delicadeza con la que está elaborada la serie de las geishas. Eso se percibe mejor en las obras sobre papel que en las pinturas sobre tela, todas blanco sobre blanco, al estilo Malevich, sólo que como aquí hay figuras, hay que acostumbrar la pupila y hacer esfuerzos para discernirlas y para encontrarles esa expresión decantada que los textos proponen. Tal vez hubieran necesitado un ámbito mucho más oscuro que permitiera apreciarlas mejor, porque funcionan como fuentes de luz.

Los luchadores de sumo están entre las piezas predilectas de muchos espectadores, son de pequeño formato y algunas de ellas provocan sensación de intemporalidad: la misma que sobreviene cuando uno se enfrenta, evocando momentos museísticos lejanos en tiempo y en geografía. Entre éstos está el desfase del hombre que lucha con su sombra. Si se prescinde de las figuras es un cuadro abstracto en dos planos simulados, debido a la aplicación de colores sombríos, excepto en los bordes de la tela.

Los rostros de algunos de los enfermos mentales reaparecen en tapices intervenidos estratégicamente con óleo en Mutatis mutandi y también en superposiciones digitales que combinan las pinturas originales con las fotografías de los modelos que las originaron.

Este método es similar a una práctica que ha sido común en José Castro Leñero, quien al igual que Jusidman es muy avezado en el uso de recursos tecnológicos que tienen por objetivo reflexionar en torno a la mímesis. Ésta puede ser cuestionada, subvertida o decodificada, por lo que se convierte en diéresis, es decir, en ficción en cuanto a la representación.

La muestra entrega una visión bastante completa de los quehaceres de este artista que sigue a dos amos: la pintura y su propósito contemporáneo abocado al concepto. Pero se diría que toda buena pintura es conceptual.