Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Primavera y futuro
L

a política necesita un poco de futuro, mínimo quizás, pero necesario para dejar de ser autocomplacientes frente al presente confuso que nos rodea. Al llegar la primavera, nada cambió por la vía prevista y el presente hizo que quienes ganaron, prepararan la derrota que viene. Por el contrario, la primavera, y todo lo que ella mueve, es la estación perfecta para elaborar un poco de futuro al pensamiento político, la cultura, lo que somos, lo cotidiano.

El divorcio que existe entre la percepción de la vida cotidiana y los grandes símbolos mediáticos impide que se encuentren, debido a que los responsables de construir conceptos, acuerdos, tendencias, están paralizados en el presente y no tienen una mínima determinación hacia el futuro.

La primavera que llega es el tiempo exacto para pensar el futuro, pues es el inicio del ciclo, lo que resurge, igual que sucede con el día y la noche. Aquellos que consideraban que las leyes de la naturaleza eran exactamente aplicables a las de la sociedad hicieron de la floración el símbolo del cambio de las ideas. Semilla, flor y pradera (germinal, floral y prandial) son el símbolo de la creatividad igualitaria bajo el equinoccio de primavera.

Sin duda nuestro verano será caliente. La coincidencia entre las incertidumbres y una competencia polarizada y exacerbada puede conducirnos al Termidor, es decir, a la regresión política donde se mantienen los que le abrirán el camino a los peores.

Con la primavera, en lo político, también se cierran ciclos y estamos ante uno marcado por la violencia que a veces observamos con la esperanza de que esté muy lejana, pero donde Ciudad Juárez puede estar más cerca de lo que pensamos ante el deterioro del tejido social, la alta conflictividad política y social, y la falta de certidumbre.

Mal camino cuando en la política son más los reclamos y las acusaciones que las alternativas frente a la violencia, por eso es necesario agregar un poco de futuro al discurso, el debate y la disposición. La política debe dejar su egoísmo y hacer de sus objetivos la causa de las comunidades, porque por ahora no lo es y eso nos retrasa en todo.

Para la izquierda, comprometida con la causa democrática, el reto del futuro en esta primavera es la recomposición de valores y principios, pues sin ellos no puede haber una nueva práctica política. Los problemas actuales y los que se avecinan no se resuelven sólo con fuerza o adheridos a la idea del poder, sino de las ideas para cambiar estructuras obsoletas y ser remplazadas con nuevas.

Hay que reconocer que muchos de los cambios actuales nos condujeron no a certezas, sino a vacíos que son llenados de la peor manera y se han convertido en causa de regresiones y olvidos, sobre un pasado que se trata de incrustar en el futuro como única alternativa.

Es por ello que la palabra que significó mucho en México, identificada siempre con el futuro y la primavera, es decir, la palabra revolución, esté ahora en desuso conceptual. Fue sin duda sustituida por connotaciones como transición, superando incluso al de reforma que la misma izquierda electoral pareciera haber olvidado, siendo que fue el instrumento y la herramienta para lograr cambios y avanzar.

Fundamental para agregar futuro es el pensamiento ideológico y éste como base para establecer una práctica coherente y una política ceñida a la ética.

A la política como visión de futuro solamente le quedó la promesa incumplida, y ante la falta de visión ideológica y respuestas integrales y conceptuales a los problemas, únicamente quedó como opción el sectarismo, el aislamiento y las actitudes despóticas y sin sensibilidad frente al problema social.

La demagogia se convirtió en el instrumento para esconder la debilidad o nulidad ideológica, porque es la forma que adoptó una política sin principios ni compromisos para esconder las formas de actuación autoritarias.

La urgencia para no ser alcanzados por los problemas que ponen en riesgo la integridad social es restablecer el tejido social perdido en aras de un individualismo que no sirvió para enfrentar los nuevos problemas. Para ello se necesita un ejercicio de la política que se identifique y sea parte de la vida cotidiana, y no como es vista desde el poder: como lo menos importante.

Futuro y primavera son la necesidad de un horizonte y la creatividad para llegar a éste. Podemos construir ese horizonte si logramos la unidad entre esos objetivos, entre la política y la sociedad, ahora divorciados, y por los que hemos insistido en cambiar y unificar.

Hoy, al enfrentarnos al pasado, y dado el presente ominoso que cargamos desde la identidad que nos han impuesto, se abren nuevos ciclos, más dinámicos, pero más complejos; sin embargo, no olvidemos que cuando hay más oscuridad se debe, justamente, a que empieza a amanecer.

Así llegó la primavera, así la entenderemos frente a los adversarios sin cometer el error de denominarnos legítimo; sólo a partir de lo logrado, empezaremos a avanzar.