Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de marzo de 2009 Num: 732

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Fantasy Black Box (Fragmento)
EFRÉN MINERO

Los disparates de Konstantino
TAKIS SINÓPOULOS

Actualidad de la enseñanza social de la encíclica Populorum progressio
MIGUEL CONCHA MALO

¿Qué es Kind of Blue?
ALAIN DERBEZ

El legado poético de los antiguos mexicanos
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON Entrevista con MIGUEL LEÓN-PORTILLA

Es el momento de estar solo
RICARDO VENEGAS entrevista con VICENTE GANDÍA

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Columnas:
Mujeres Insumisas
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Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

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LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

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GERMAINE GÓMEZ HARO

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Directorio
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Los huevos y la canasta (I DE II)

No se fuerza ninguna definición ni se violentan las habituales categorías genéricas cinematográficas al afirmar que el arranque y el remate de Backyard. El traspatio, corresponden al documental, mientras el muy luengo resto –prácticamente dos horas de pietaje–, es decididamente ficción. Quien la haya visto lo sabe: el más reciente largometraje dirigido por Carlos Carrera comienza con un recorrido visual de Ciudad Juárez, que mezcla panorama y detalle, que lente mediante se asoma a la muy cercana y muy lejana ciudad vecina de El Paso, Estados Unidos, y concluye con la enumeración necesariamente espeluznante de la cantidad de mujeres asesinadas por motivos relacionados con violencia sexual en Juárez primero, y a continuación en otras ciudades del país y en otros países.

Estrenada hace tres semanas y días, en carteles, promocionales y en el preciso instante en que empieza a correr, la cinta ofrece la leyenda “basada en hechos reales”. Aquí y allá, también se ha empleado otra frase, bastante menos directa y bastante más mercadotécnica: “un lugar donde tus miedos se hacen realidad”. Puede afirmarse que, en términos generales, ninguna de las dos frases falta a la verdad. Por cuanto hace a la primera, es evidente que Sabina Berman, guionista además de productora, llevó a cabo la doble tarea, indispensable en este caso, de investigar el tema a suficiencia en primer lugar—fechas, cifras, nombres, cargos, etecé–, y en segunda instancia la tarea de hacer que dicha información empatara con la diegesis hasta donde este ejercicio fuese posible; vale decir, hasta el punto en el que la ficción, por más “basada en hechos reales” que sea, permanezca ficción, con todo lo que ello implica en términos de extrapolación, metonimia, licencias poéticas, elipsis e incluso idealizaciones.

Por lo que toca a la segunda frase–“un lugar donde tus miedos se hacen realidad”–, cabe deplorar la carga de un mensaje que si no se quería sensacionalista por desgracia alcanza a serlo: “un lugar” se refiere, desde luego, a Ciudad Juárez, y no es esta parte de la frase la del problema; al contrario, resulta bastante positivo que de una vez por todas se mencione, por principio, con claridad y por delante, de qué lugar espaciotemporal se trata cuando se habla –no documentalmente– de la población mexicana donde la tara social del feminicidio, agravado con decenas de otras miasmas, ha golpeado con mayor dureza. En otras palabras, y bien sea que se lo haya propuesto o sea algo involuntario, es bastante bueno que Backyard funcione a manera de precedente y parteaguas a partir del cual temas tan “delicados”, “escabrosos”, “difíciles”, como éste, en todo sentido polémicos y con capacidad de radicalizar posturas y opiniones, sean tratados sin recurrir al escamoteo de la verdadera miga, cuando no a omisiones, desviaciones del tema y otras conductas guionísticas que pueden ser –y más de una vez han sido– exasperantes.

Volviendo a la frase promocional, hay un yerro múltiple en lo que viene después: “...donde tus miedos se hacen realidad”. En primer lugar, pocas cosas debe haber tan reales como el miedo en sí mismo; que las causas de éste pertenezcan a la realidad o no es algo muy distinto. Hay aquí una confusión semántica, típica de la publicidad, que construye mal un sintagma y así lo deja siempre y cuando suene atractivo. He ahí la mancha sensacionalista a la que se aludió líneas arriba, que se complementa con aquello de “tus miedos”. ¿De los miedos de quién se habla, concretamente? Hay por lo menos dos posibilidades obvias: la primera, que se le habla a todo aquel ser humano capaz de leer en español, sea niño, anciano, hombre o mujer; la segunda, que se le habla de manera particular y exclusiva a una mujer, cuyos miedos no es que puedan hacerse “realidad” sino más bien dicho pueden materializarse, caer en el terreno de una experiencia, en este caso, necesariamente traumática y mortal.

Da por pensar que se le habla obviamente a una mujer, ya que en el filme se abordan los feminicidios, el acoso y el abuso sexual, así como parte de la extensa lista de vejaciones que en el orden social, económico y laboral son, para una mujer, el pan de todos los días lo mismo en ese “un lugar” de la película que en un número infinito de lugares en todo el mundo. Así pues, da también por pensar que a Backyard no le hacía ninguna falta ese tilde tinto de amarillo, pues en virtud de éste, parte importante del valor más destacable de la cinta literalmente se desvirtúa, como infortunadamente puede verse en más de un momento del desarrollo de la trama.

(Continuará)