Opinión
Ver día anteriorDomingo 15 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Despertar

Películas políticas

D

os excelentes películas estadunidenses recién exhibidas: la entrevista Frost/ Nixon (de Ron Howard); Frost logró romper la dura costra emocional de Nixon y hacer evidente lo que lo impulsó a la presidencia y lo que lo precipitó después al desastre de Watergate. La actuación soberbia de Frank Lagella muestra los resortes que mueven a los poderosos: ambiciones, ideas, resentimientos, frustraciones.

Milk (de Gus Van Sant, con Sean Penn) es una película épica sobre el primer político estadunidense abiertamente gay elegido para un cargo público. Contiene una enseñanza: las comunidades oprimidas sólo pueden emanciparse si se reconocen a sí mismas como oprimidas, elevan su nivel de conciencia y lo convierten en organización política. Esto no sólo es aplicable a las minorías, sino a las mayorías oprimidas, como sucedió en Sudáfrica y sucede en México aplastado hoy por una elite inepta y corrupta.

El cine político estadunidense de alto contenido crítico es parte de una tradición democrática. Al menos un centenar de películas memorables, ácidas, conmovedoras. La mayor: El ciudadano Kane (Orson Welles, 1941). Quizá la mejor película de todos los tiempos.

¿Y el cine mexicano? Desde su nacimiento estuvo sujeto al control autoritario, como después la televisión y la radio, instrumentos para anular la conciencia crítica y adormecer a la población.

Nuestro cine actual: interesante cuota de creadores, emprendedores y actores. Está bloqueado por un régimen fiscal absurdo, falta de apoyos y crédito, el monopolio de Hollywood y la voracidad de los exhibidores. No ha podido ser el gran promotor de la cultura mexicana generador de divisas desesperadamente necesarias.

Nuestra historia reciente nos brinda un elenco muy filmable. Acontecimientos y personajes. Con excepción de la estupenda producción de Luis Mandoki, la utilización de esta riqueza política ha sido muy limitada.

Imagínense en cine la tragedia de Díaz Ordaz atrapado entre la razón de Estado y su paranoia, o la pintura de la época decadente de Salinas. ¿Fox? Un muchacho del Bajío que sueña con ser vaquero y termina presidente. Podría inspirarse en el jardinero de Jerzy Kosinski: un imbécil sumergido en el universo de la pantalla chica. Los vicios de los políticos lo llevan a presidente de Estados Unidos gracias a su estulticia. Fox y Martita convertirían una comedia de equivocaciones en tragedia nacional.