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Economist Intelligence Unit

Inversiones

Los excesos de Wall Street
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Escena en la bolsa de Nueva York, el miércoles pasado, cuando Wall Street terminó un agitado periodo de sesiones con una pérdidaFoto Ap
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Periódico La Jornada
Martes 3 de marzo de 2009, p. 25

La ruta del exceso conduce al palacio de sabiduría, escribió William Blake. Pero no en Wall Street. En momentos en que sus antiguos titanes deberían mostrar contrición, abundan casos de arrogancia. El más evidente es Bank of America, que despidió a John Thain, ex director de Merrill Lynch, después de que pagó generosas primas a sus ejecutivos de inversión a pesar de las pérdidas desastrosas y la revelación de que gastó 1.2 millones de dólares en remodelar su oficina. Citigroup, mientras tanto, ha cancelado el pedido de un jet ejecutivo de 50 mdd, aunque sólo después de sufrir el fuego antiaéreo de los medios de comunicación y del Tesoro estadunidense. Y, mientras enfrenta demandas de inversionistas enfadados, Dick Fuld, alguna vez director del ahora difunto Lehman Brothers, ha vendido su propiedad de 1.5 hectáreas en Florida en 100 dólares… a su esposa.

Las recriminaciones por la salida de Thain sugieren que los jerarcas de Wall Street estaban ocupados en otra cosa cuando Barack Obama exhortó a los estadunidenses a hacer a un lado cosas infantiles. Aunque se disculpó por la costosa remodelación de sus oficinas, defendió los bonos como algo necesario para conservar el talento (¿en este mercado?) y recompensar a quienes no participaron en las pérdidas hipotecarias (¿qué pasó con la responsabilidad solidaria?). Por su parte, el director del Bank of America, Ken Lewis, a quien ahora consume el remordimiento por los compradores, debería haber investigado más sobre las gratificaciones que permitió. Su permanencia en el cargo parece frágil. El papel de Thain es examinado por el siempre vigilante fiscal general de Nueva York.

El asunto podría ser el último clavo en el ataúd de la confianza pública en los banqueros, suspira el gerente de un banco de inversión, y concluye: ahora podemos agregar la bancarrota moral a la financiera. Para algunos, el escándalo del nuevo avión de Citigroup ha debilitado también la confianza. ¿Cómo es posible que un banco, que debe su sobrevivencia a los contribuyentes, considere aceptable adquirir un jet que cuenta con cabina de lujo y conservar varios más (y un helicóptero)?

La explicación puede ser que la más reciente edad de oro de las finanzas creó una cultura de prestaciones tan profunda que sobrevivirá al menos por un tiempo, incluso cuando el auge se convierta en contracción. 79% de los trabajadores de Wall Street que respondieron una encuesta de eFinancialCareers.com aseveraron que en 2008 recibieron una prima, a pesar de la debacle. Casi la mitad se mostraron insatisfechos con la cantidad recibida.

Esta carencia de humildad podría costar caro a los financieros porque afrenta a políticos y a la prensa y los une en una alianza cada vez más hostil. El nuevo secretario del Tesoro, Tim Geithner, ha prometido una vigilancia más estrecha de los bancos que reciben fondos públicos. Mientras tanto, revelar la inmoralidad es el deporte periodístico de moda.

Ya es posible dar seguimiento a la pérdida de confianza en los banqueros. Según un índice financiero de confianza dado a conocer esta semana por académicos de la Escuela de Administración de Kellogg y la Universidad de Chicago, sólo 22% de los estadunidenses confían en el sistema financiero. Sin embargo, es interesante que aún menos personas aprueban el manejo gubernamental de la crisis. Aunque los antiguos amos de Wall Street han hecho todo para enlodar su fama, son menos mal vistos que los políticos.

Fuente: EIU

Traducción de textos: Jorge Anaya