or el llanto por el viento /

Jaca negra luna roja /

La muerte me está mirando /

Desde las torres de Córdoba

Así cantaba el poeta granadino y le recordaba en la tarde torera imposible por el viento, y la falta de oficio de los toreros aunado al llanto de la muerte en México. Tarde en que los toreros perdían los papeles y los toros auténticos galimatías se volvían los amos del redondel. La Plaza México era un grito hueco que el aire hacía vibrar en cantos lúgubres escondidos. Hasta que lentamente se fue quedando sola llevada por el aire.

El aire se llevó la corrida y el narco la vida mexicana. Un grito silencioso oprime la piel y contrae los músculos que contienen nuestra rabia. El espacio parece poblarse de fantasmas. Fuego de ametralladoras, bombas, sangre, sadismo brutal y ayes dolorosos llevan el aire a la República.

La muerte en las plazas de toros queda reservada a los bureles. La muerte aparece en la guerra al narco. Muerte que no cantan los poetas. Comenzó con ayes que llenaban el espacio de sonidos agudos, seguidos de otros medio graves y remataban en el eco de la madera.

Lo extraño no es morir, sino torear a la vida tan zozobrante que nos ha tocado vivir. La muerte en el país es algo más que un accidente implícito en la vida. Situación límite en el margen que nos tiene de rodillas en la contemplación de la lucha violenta de poderosos grupos fuera de la ley.

Nada es la muerte, sino el hombre que muere, dejando en lo invisible, la realidad completa del anhelo.

Por el llanto, por el viento...