Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de marzo de 2009 Num: 730

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Manualidades
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Epílogo romántico
NIKOS KAROUZOS

Cosecha latina en la Berlinale
ESTHER ANDRADI

Del grito inaudible a la lucha inevitable
RITA LAURA SEGATO

Chesterton: paradojas, ortodoxia y humorismo
BERNARDO BÁTIZ V.

Galileo Galilei barroco
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Alonso Arreola
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Sergio Monroy, visita de la Nueva España

Como casi nunca sucede, de entre las músicas que llegan a nuestras manos para ser comentadas en éste y otros espacios, rápidamente llamó nuestra atención la segunda del joven pianista gaditano Sergio Monroy. Las razones son muchas y variopintas. Algunas tienen que ver con su natal Cádiz, en España, y otras con las numerosas influencias que tiene y comprende su mucho talento compositivo e interpretativo. Todas, eso sí, nos conciernen porque Chicuco, que así se llama el disco, será puesto a prueba en Ciudad de México, sobre el escenario, durante marzo. Así, deseamos iniciar con una introducción tranquilizadora: se trata de una obra recomendable si se disfruta del flamenco lejos de purismos y atavismos, del hacer de artistas como Chano Domínguez, Chick Corea & Touchstone, Pat Metheny y Michel Camilo, entre muchos más.

Ponemos play: “Ni pa ti, ni pa mí” aparece como un acierto para abrir el disco. Seguro le habrá valido a Monroy que más de un melómano se quedara pegado al estéreo. Pese al color de un piano al que le falta calidez acústica, pese a la rumba, las palmas y coros ligeros, comunes a tantos discos de flamenco-pop, hay en las armonizaciones y arreglos del teclado una sabiduría inusual en la combinación de géneros. “Parte de mí”, por otro lado, es una inquietante pieza de aliento marítimo que destaca por los magníficos arreglos de sus metales, incluso cuando la voz masculina nos transporta a una estética pop medida con gotero. “El aire de la plaza”, empero, brinda con lentitud y autoridad las típicas resoluciones flamencas de medio tono hacia acordes menores, a piano solo, logrando situaciones dramáticas, expresivas y eficientes para describir la muerte, la magia de la plaza sobre la que borda su voz Encarnita Anillo, cantaora poderosa y expresiva: “Tú que siempre me viste como un aprendiz, tú que siempre me enseñaste todo lo que supiste, te pido, explícame: ¿por qué dejaste la lección a medias, por qué dejaste la plaza sin tu esencia, por qué dejaste sin beso a tu princesa; te pido: explícame.”

Reminiscencia de intérpretes latinos como Gonzalo Rubalcaba o Chucho Valdés, en “A- 4” es nuevamente el bajo –sin trastes y a cargo de Manolo Nieto– el que primero nos golpea con soberbios bordados melódicos que dan pie al virtuosismo de Monroy, ahora internado en lenguajes caribeños y malabares rítmicos en que dialogan el cajón peruano, la batería y un tremendo ostinato probablemente silenciado a mano dentro de la caja del piano. Aquí, como en otras de sus piezas, se agradece la mesura y brevedad de los solos, lo que redunda en que nada salga sobrando.

Obra que da nombre al disco, “Chicuco” se halla a la mitad de su recorrido pero también en su centro estilístico y emocional. Con un bello y largo tema en el cual se entreveran la rumba y el humor latino, a su alrededor podríamos imaginar a músicos anglosajones como Vince Mendoza, bien conocido por su trabajo al lado de figuras ibéricas como Los Jóvenes Flamencos, enamorados de la experimentación en torno a la fusión del jazz con el cante jondo. “A Cuquete y Malu”, sin embargo, es una hermosa balada acústica completamente jazzística, cuyo tema simple y exquisito nos recuerda a Pat Metheny. Juego entre las cuerdas, el fino solo de contrabajo de José López se agradece como agua en el desierto. De regreso a España, “Puro, el aire” es una composición que apuesta por la afrenta que el violín hace al piano. Sus voces, una vez más a coro, parecen –créalo el lector– escritas por el pop star Alejandro Sanz. Toda una mezcla del pasado y el presente, un tanto condescendiente pero apta como penúltima del disco.

Finalmente, luego de un llanto de bebé –elemento caprichoso al que deberían renunciar tantos y tantos creadores–, “Silencio” despide este Chicuco confirmando su tendencia hacia la brevedad y la concisión. Ahora en teclado eléctrico, Monroy dibuja un extraño cuadro flamenco-gospel, avalsesado, sin duda augurio de futuras exploraciones que romperán fronteras, con mayor o menor gracia, pero con valentía. Así lo grita la guitarra eléctrica distorsionada que compone el último solo del álbum, por no mencionar el afectado cante de Raúl Obregón.

Para terminar: compruebe el lector verdades y desatinos de esta columna asistiendo a las presentaciones que Sergio Monroy tendrá con su grupo en Ciudad de México durante marzo. Aquí las fechas. Miércoles 11, Centro Cultural de España, 21:00 hors. Viernes 13, Zinco Jazz Club, 23:00 hors. Sábado 14, Zinco Jazz Club, 23:00 hors. Domingo 15, La Casa del Lago, 16:00 hors.