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Desde el Altiplano, Nacho del Valle pide que el recorrido por los 13 pueblos sea de gallardía justa

¡Libertad a presos!, reclamo de atenquenses en medio del ritual histórico de su carnaval

En formación revolucionaria, la caballada es recibida en casa de los Del Valle, donde se brinda por todos

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Pasajes de la Revolución en el carnaval de San Salvador AtencoFoto Jesús Villaseca
Enviada y corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de febrero de 2009, p. 10

San Salvador Atenco, Méx., 24 de febrero. Para este martes de carnaval en San Salvador Atenco, Salvador Medina estrenó su vestido de Adelita con crinolina pero sin tirantes, muy sexy. Representó a La Patrona de Los contrabandistas, banda de charros revolucionarios que recorren a caballo –la garrafa de mezcal bien amarrada a la silla y algunos con pistola al cinto– los 13 pueblos del municipio.

Al mediodía ya los esperaban los atenquenses en casa de Ignacio del Valle, con los guisos listos y las tortillas humeantes, el pulque bien curado y las chelas como debe ser: heladas. Trini Ramírez, esposa del líder del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), paliacate rojo al cuello, recibía con grandes dotes de anfitriona.

Desde su celda en el penal del Altiplano, con su caligrafía preciosa, Del Valle, quien purga una condena de 112 años por cargos que le fueron impuestos a lo largo de la resistencia contra la expropiación de las tierras ejidales, escribió una carta para los carnavaleros: “Ya veo la volanta de Fidencio, adornada y muy colorida. Y toda la caballada en formación revolucionaria, cantando La Valentina”. Tal como la imaginó Nacho, la volanta de Fidencio encabezó ayer la caravana que, a trote, avanzó por la calle, desde el parque central hasta la casa de los Del Valle.

Dice la carta de Nacho, que mandó para la ocasión y que se leyó entre corrido y corrido: “Ya los veo enfilarse hacia los otros pueblos, bien recibidos por nuestros vecinos, con sus trajes de charro o sus calzones de manta, echando bala y echando quipes, coqueteando con La Patrona, bailándola y zarandeándola hasta ponerla coloradita”. Tal cual, La Patrona entró a galope, rayó el caballo y se apeó de manera nada femenina de su corcel criollo, para ser cortejada por los bandos de Los arrieros y Los contrabandistas de los 13 pueblos de Atenco.

Empezaba a desarrollarse el ritual que cada año sobrepone las páginas de la historia en una mezcla mágica del Viejo y el Nuevo Testamento, las guerras de Independencia y la Revolución zapatista, hasta la temática contemporánea, la defensa de las tierras y la libertad de los presos políticos.

Tóquenme El capiro

Los contrabandistas recuerdan a los alzados contra los patrones de las cuatro poderosas haciendas porfiristas que dominaban la cuenca de Texcoco. Llevan la cara enharinada para recordar el polvo de los caminos que recorren incansablemente. La banda se arranca con varias canciones, entre otras El capiro, solicitada muy especialmente por Felipe Álvarez, otro de los presos del FPDT, sentenciado a 67 años, originario del pueblo vecino de Acuexcómac. Dos o tres brindis por todos: los vivos, los muertos y los presos, y a la orden del patrón, la caravana parte al trote, calle abajo, pues el recorrido aún es largo.

No pasa mucho tiempo antes de que los cohetes –y los tiros al aire de muchos que traen pistola al cinto, mala costumbre de los pueblos– anuncien que se acercan los arrieros de Nexquipayac, con su recua y su cargamento. Ese pueblo se había preparado a conciencia para esta fiesta pagana y religiosa. Mandaron tejer sus jorongos a la vecina Chiconcuac con el lema: Arriería de Nexquipayac 2009. Ellos representan el trueque que existió en las riberas del lago de Texcoco, desde Atenco hasta El Peñón de los Baños. Prepararon los baúles con sus falsas cargas de oro, plata, cacao, piloncillo, garbanzo, pan de sal y tela de articela para los rebozos. Pero este año cargan también la tragedia y el luto.

Resulta que habían elegido como La Patrona del año a una linda chica, Mayra Hernández. Practicando para la cabalgata en un caballo rejego, unos días antes, tuvo un accidente. Fue sepultada el jueves. Pero la arriería se sobrepuso y salió a pueblear de todos modos. Solemne y lenta, entró a la casa de los Del Valle en medio de una valla de machetes que se solidarizaron así con el duelo de sus vecinos. Intercambiaron regalos, mezcal para unos, mixiotes para otros, paliacates para todos, y no dejaron de bailar y brindar, aunque La Patrona suplente, cuidadosa ante el brincoteo del machete de su pareja, se tuviera que enjugar las lágrimas constantemente.

Para los de Nexqui, Ignacio del Valle también mandó una carta donde habla de nuestros abuelos que cultivaron las semillas de hermandad, respeto y voluntad, y de estos pueblos donde hoy nos toca seguir sembrando y cultivando esos sueños de esperanza y libertad.

Después de unos tragos y unos tacos, Los arrieros, con su luto a cuestas, también tomaron camino para cruzarse con Los contrabandistas, como está escrito en el guión de la costumbre ancestral. Así, en este momento climático, unos se roban a La Patrona de los otros. Chocan, se avientan los caballos, representan teatralmente una buena gresca y luego cada bando sigue su camino. Ha de decirse que a esa hora del festejo, ya son varias las muchachas robadas que cabalgan en las grupas de los caballos de uno y otro bandos.

Los Santiagos, a la caza de Jesucristo

Faltan Los Santiagos, que no tardan en hacer su aparición, llenos de color y gracia. Los varones del pueblo, peludos, barrigones y de anchos hombros, visten como damas en día de fiesta: medias, tacones y minifaldas brillosas. El maquillaje se les escurre con el sudor y la baba del pulque. Los señores visten fracs de colores, paraguas y máscaras barbadas, porque representan a los españoles de la colonización. Don Pancho, uno de los ancianos consejeros del FPDT, nos descifra esta representación: Además de que son los españoles, son los romanos enviados por Poncio Pilatos. Vienen buscando a Jesucristo, por eso traen las caretas, para dar con él. Pero no pueden porque Jesucristo cruza el mar, que siendo mar se abre para convertirse en tierra. La persecución empieza hoy y dura toda la Cuaresma, hasta la Semana Santa. Luego, por una traición de Judas, lo capturan. Todo eso lo representan con danzas locas, a las que se une quien quiere.

Hace años, don Pancho era el responsable de organizar el carnaval. Hoy sólo lo observa desde su asiento, bajo la sombra de un ahuehuete enorme. “Me dijeron: Francisco, saca los cañones. Pero les dije que no. No los saco hasta que esté aquí a nuestro lado mi general Nacho”.

Todo tiene su razón de ser. Don Pancho, en efecto, era el artillero del pueblo. Y sus cañones existen, son pequeños, hechos de madera y tubos. Los usaban para cazar patos, cuando había patos, lago y tule en la región. Todo esto ha ido desapareciendo: los humedales, los pescados, las ranas, los acociles, los ajolotes y el apreciadísimo ahuautle. Don Pancho también formaba parte del consejo de ancianos, o vieja guardia, como le decían, que orientaban el accionar del FPDT en los años de resistencia contra la expropiación y el aeropuerto.

En la víspera del 3 de mayo de 2006, cuando se sabía que la policía iba a invadir el pueblo para aplastar el movimiento, don Francisco instaló sus cañones en la entrada de la comunidad, listo para repeler al enemigo. Por más que le pedían sus hijos, nietos y yernos que se retirara, él se negó. Ahí permaneció de guardia. Hasta que le ganó el sueño y lo pusieron a salvo. Ahora sólo espera a que Ignacio del Valle vuelva.

Por las calles siguen Los arrieros, Los contrabandistas y los Santiagos cumpliendo el rito. Unos, los del FPDT, aderezan sus bailes y pantomimas con el himno zapatista, con su modo de aplaudir con las hojas de los machetes, con sus consignas: ¡Libertad, libertad, a los presos por luchar!. Los que no son del frente, pues respetan. Pese al repliegue de la organización y a las heridas que dejó el brutal operativo de 2006, el arraigo a las tierras y a las tradiciones sigue uniendo a los atenquenses. El deseo expresado por Nacho desde la prisión se ha cumplido: Que su recorrido sea de alegría carnavalesca y de gallardía cabal y justa.