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El cineasta muestra al futbolista como un dios muy humano, comprometido con el mundo

Exhiben Maradona, de Emir Kusturica, en el Zócalo capitalino como parte del Ficco
 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de febrero de 2009, p. a16

El cineasta y músico serbio Emir Kusturica no esconde su enorme admiración por Maradona mientras filma el documental sobre el que muchos consideran el mejor futbolista del mundo. Es un dios, sí, dice a lo largo de la cinta, pero un dios muy humano, comprometido con el mundo, para quien un gol contra los ingleses significa una victoria política. Uno de esos dioses de los que el mundo necesita más. Sus magistrales bailes en la cancha que inevitablemente culminaban en gol iban acompañados de una contundente congruencia en su vida fuera del estadio (aunque muchas veces ni el mismo 10 lo creyera, como cuando se arrepintió de su adicción a la cocaína).

Si yo fuera Maradona, viviría como él, si yo fuera Maradona, frente a cualquier portería, si yo fuera Maradona, nunca me equivocaría, si yo fuera Maradona, perdido en cualquier lugar, la vida es una tómbola, de noche y de día, le canta Manu Chao, junto con el guitarrista Madjid Fahem, mientras el futbolista, conmovido, los escucha. (Con dos personajes tan pasionales como el protagonista y el cineasta, las escenas emotivas abundan.)

Fuera de concurso en Cannes

Este sábado, en el Zócalo capitalino, en una noche fría, cientos de personas estuvieron presentes en la proyección del documental Maradona (2008), que participó fuera de concurso en el Festival Internacional de Cine de Cannes el año pasado y ahora se exhibió en nuestro país en el contexto del Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (Ficco).

Antes de que arrancara, mientras hacían las pruebas, apareció en la pantalla la frase de Charles Baudelaire con la que inicia la película: Dios es el único ser que para reinar no tuvo necesidad ni de existir. Un joven comentó con sus amigos: “Imagínate una revuelta anticlerical así de cabrona… ¿Qué le faltará a los mexicanos para hacer una turba? ¿Armas?”

Durante la proyección, todos atentos miraban la gran pantalla, de vez en cuando gritaban gol, alguno meneaba el cuerpo al son de El pueblo unido, una persona le dedicó un chiflido reprobatorio a Hugo Chávez y le dirigieron otro a George W. Bush. Pero, en general, se trató de un bien portadito auditorio, que bien podría estar en una sala de cine y no en una plaza pública viendo una cinta con intensas escenas futboleras y políticas. Al parecer, la cinta congregó tanto admiradores del 10, algunos con playeras del jugador, o de Kusturica, el cineasta y músico, porque hasta hubo quienes aprovecharon para anunciar una fiesta de música balcánica.

Kusturica, ganador en dos ocasiones de la Palma de Oro en Cannes, preocupado por dejar claro que Diego Armando Maradona es un hombre de muchas dimensiones, entrelaza escenas del futbolista en el recorrido del llamado Tren del Alba, con Evo Morales, que arribó a Mar del Plata para participar en las multitudinarias protestas contra el ALCA, con las glorias en la cancha, las escenas familiares y el culto en torno suyo (incluida la Iglesia maradoniana).

Tras la escena de un intenso partido, muestra la marcha en Mar del Plata ante cuya multitud hablan Hugo Chávez y el 10.

El argentino deja claro el vínculo cuando habla de su legendario gol en el mundial de 1986, en México: Estábamos representando a los muertos nuestros, si sacábamos a Inglaterra era una guerra política ganada.

Durante la cinta, filmada en Argentina, Cuba, Italia, Serbia, Francia y España, la humildad de Maradona despertó comentarios como ¡qué sencillito!, cuando dijo que por culpa de la cocaína, qué jugador nos perdimos. Pero seguramente hubo más de un espectador que sí se quedó preguntándose cómo hubiera sido.