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Reconstruyo la visión de los vencidos que resisten

Publica nuevo libro El tiempo imposible: una historia de vida

La vida del joven José Luis Caldú Zataraín, opositor a la dictadura militar argentina, sirve al investigador para explorar la relevancia de los héroes anónimos, personas de carne y hueso sin los cuales no se explicaría la actualidad política de América Latina ni se podría reivindicar la memoria y la esperanza

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Rindo homenaje no sólo a los que lucharon con las armas contra la dictadura argentina, sino a las madres y abuelas de la Plaza de Mayo, dice Carlos Imaz Gispert, durante la entrevista con La JornadaFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de febrero de 2009, p. 6

La historia, los héroes que la hacen, son seres humanos comunes y corrientes, a menudo anónimos; personas con libre albedrío, voluntad, limitaciones, miserias y grandezas, que aciertan y se equivocan. Lamentablemente la interpretación histórico-sociológica habla de fenómenos, de condiciones, pero tiende cada vez más a desaparecer a los sujetos y las razones que tuvieron para llevar a cabo los hechos.

Esta reflexión está detrás del libro más reciente del académico Carlos Imaz Gispert, El tiempo imposible: una historia de vida, publicado por Editorial Croquis.

De hecho, es la continuación de un esfuerzo por rescatar del olvido y dar voz a protagonistas anónimos de las luchas sociales y políticas recientes de América Latina.

Tal fue el sentido de dos libros anteriores de Imaz: Rompiendo el silencio y Tierna memoria, que atienden las causas, razones y visiones del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Ahora, en El tiempo imposible cuenta la vida de José Luis Caldú Zataraín, un muchacho argentino que nace en 1957, al final de cuya adolescencia ocurre el golpe de Estado de 1976, se exilia en México, viaja a Nicaragua y regresa a Argentina.

La voz de los protagonistas

La vida de Caldú Zataraín –explica Carlos Imaz, ex líder del Consejo Estudiantil Universitario (CEU)– me permite reconstruir una época, pero además, contar desde dentro la historia de aquellos que resistieron la ola fascista de dictaduras militares en el continente, particularmente la argentina.

Al mismo tiempo hago un homenaje a esa generación, no sólo a los que lucharon con las armas, como este personaje, sino también a los que resistieron de otras maneras, como es el caso de las abuelas y las madres de la Plaza de Mayo, que son un ejemplo muy claro; no eligieron la lucha armada, pero con sus acciones al final lograron que los desaparecidos derrotaran a la dictadura, una cosa maravillosa que ocurrió gracias a su trabajo.

José Luis Caldú Zataraín, El Gallego, fue militante de las juventudes guevaristas, especie de brazo político del Ejército Revolucionario Popular, un espacio abierto a los jóvenes en el que sobre todo hacían propaganda; posteriormente se incorpora a la lucha armada; y aunque no participa directamente, forma parte del grupo que embosca y mata al dictador nicaragüense Anastasio Somoza.

–¿Qué lleva a un académico y político como Carlos Imaz a acudir a la literatura para contar estas historias?

–En general, la academia –la interpretación sociológica de la historia– ha perdido la pasión por el sujeto, y se enfoca más en lo que sujeta al sujeto que en el sujeto que se libera.

“Entonces, resulta muy complicado entender las transformaciones sociales sin los márgenes de acción del individuo; los sujetos tenemos contextos de referencia, culturales e históricos, pero aun dentro ellos tenemos margen de acción y libertad.

“La literatura me da la flexibilidad que no me da la academia para exponer los hechos, para socializar la experiencia; el tratamiento académico es más árido y yo aprovecho la libertad literaria que me permite poner en el centro a los personajes, a las personas que realizaron o protagonizaron determinada historia.

Entonces lo asumo metodológicamente como un mecanismo de divulgación, que es menos árido que un trabajo académico formal.

Por eso –acota Carlos Imaz en entrevista– me gusta lo que dice Carlos Montemayor: cuando la pasión por los hechos de la historia y la pasión por los personajes de las novelas se hermanan, se genera una nueva forma de saber social.

Lamentablemente, la interpretación histórico-sociológica cada vez más tiende a desaparecer a los seres humanos, por tanto a sus voluntades, sus libertades, sus limitaciones, sus miserias y grandezas, y habla de fenómenos, de condiciones socioeconómicas y culturales, pero no de los sujetos que, dentro de esas condiciones, fueron de tal o cual manera.

Entonces “parto de que los actores de los hechos cuenten su propia historia, su propia visión, un poco en la línea de La visión de los vencidos (del historiador Miguel León-Portilla), aunque no necesariamente todas las historias que cuento sean de vencidos, sino de gente que por lo menos no se ha derrotado, de gente a la que no derrotó la derrota”.

Memoria y esperanza

Carlos Marx, prosigue Imaz, decía que la historia la hacen los hombres, pero en el marxismo desaparecieron los hombres y todo se volvió condiciones materiales de existencia, determinaciones.

Por eso la lógica general y particular de El tiempo imposible “es, por la vía de la reconstrucción de la vida de una persona, transmitir dos elementos activos de la historias: memoria y esperanza. ¿Y cómo se pueden transmitir? Sólo si puedes identificarte con los actores de esa historia.

Los héroes reales de la historia son personas de carne y hueso que toman decisiones extraordinarias, algunas funcionaron, otras no, pero aun dentro de un contexto que delimitaba sus capacidades, ejercieron una voluntad y una libertad que hacen que las cosas sucedan de otra manera.

A Carlos Imaz le resulta claro que sin esas historias de resistencia no se explica la actualidad política latinoamericana. Asimismo, en esas historias hay advertencias para el presente: Me llamó extraordinariamente la atención, cuando empecé a leer los textos, los discursos y las justificaciones de los militares, ver que son copia calcada de los discursos del Yunque: la defensa de los valores occidentales cristianos, el señalamiento de los masones, los judíos y los comunistas como enemigos de México; y resulta que la formación ideológica y el entrenamiento práctico viene casi por completo de ex franquistas, tienen el mismo origen y repiten el mismo discurso.

Los fascistas argentinos repetían una frase: Para esos (los enemigos) ni justicia.

De inmediato recordé –señala el autor de El tiempo imposible– el caso de San Salvador Atenco, cuando vi la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, pensé en esa frase: a esos ni justicia.

Esta historia puede ayudar a entender una experiencia, para evitar repetirla.

Historia novelada más que novela histórica, El tiempo imposible: una historia de vida –explica su autor– reconstruye la visión de los vencidos que resisten, con el mayor apego a la objetividad de ellos, independientemente de los acuerdos o desacuerdos que haya tenido Imaz con los protagonistas.

Influencia de dos autores

Los modelos ejemplares para Carlos Imaz Gispert fueron Guerra en el paraíso, de Carlos Montemayor, sobre la guerra sucia de los años 70 del siglo pasado, y La lejanía del tesoro, de Paco Ignacio Taibo II, sobre la resistencia a la invasión francesa en el siglo XIX.

(El tiempo imposible: una historia de vida se encuentra a la venta en las librerías de La Jornada y también lo estará en el módulo de este diario en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, en Tacuba 5, Centro Histórico.)