Cultura
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Dixio
Una emoción eléctrica
 
Periódico La Jornada
Viernes 20 de febrero de 2009, p. 3

Frente a la pantalla de la computadora y mediante un sistema de bocinas Bosé, el melómano accede al paraíso: sir Simon Rattle empuña la batuta con la derecha y con la izquierda dibuja una anacrusa que cruza el Atlántico, lo que suena produce esa emoción eléctrica que solamente se experimenta en los conciertos en vivo. Fantástico.

Es una transmisión vía Internet y estamos en la mejor sala de conciertos del planeta, la Philarmonie, sede de la Filarmónica de Berlín, reconocida ampliamente como la mejor del mundo.

Merced al avance tecnológico, tenemos en nuestros hogares imagen de alta definición, sonido sofisticado y sobre todo emplazamientos de cámara, encuadres, tomas, composiciones visuales alucinantes logradas mediante cámaras robóticas, ocultas al público y a músicos, y su contenido es procesado en varias etapas, en cada una de las cuales interviene un experto.

De manera que también tenemos calidad semejante a las creaciones fílmicas. Se cumple cabalmente el verso de Paul Bley: es el matrimonio del ojo y el oído.

Por supuesto que jamás podrá superarse el estremecimiento, la experiencia única e irrepetible, la epifanía que ocurre en un concierto en vivo. Pero también es claro que con los conciertos por Internet de la Filarmónica de Berlín descubrimos nuevos placeres.

En un concierto en vivo podemos ver respirar a un músico, a digamos 20 metros de distancia. En la computadora casera podemos escuchar su respiración y al mismo tiempo el roce del arco de su violonchelo con la cuerda, y podemos ver el polvito de brea que se desprende y escuchar el prodigio del sonido que emite tan perfecta arcada.

La Tercera Sinfonía de Gustav Mahler, que uno puede escuchar y ver cuando quiera y cuantas veces quiera si compró un abono de 89 euros para toda la temporada, lo podrá dejar en la madrugada mojado en lágrimas con el texto de Nietzsche (lo que me dice la noche/ lo que me dice el amor) y la música de Mahler, que resucita.

El cibernauta melómano es desde el 6 de enero más feliz. Tiene en casa lo mejor que hay en el mundo en música, con la mismísima Filarmónica de Berlín.