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Culminó serie de conciertos en la sala Carlos Chávez, en Ciudad Universitaria

El pianista Jörg Demus logró la epifanía de convertir lo metafísico en música
 
Periódico La Jornada
Martes 17 de febrero de 2009, p. 8

Este domingo ocurrió el milagro musical que raras veces sucede: el pianista austriaco Jörg Demus culminó su serie de conciertos en la sala Carlos Chávez de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con una sesión plena de intensidad, misterios develados y el ingreso de una sala colmada de ritual, concentración y magia, al territorio de lo metafísico, como había definido en entrevista con La Jornada, antes de iniciar tan privilegiado ciclo de recitales, lo más trascendente que ha sucedido en los 47 días de vida de 2009.

De hecho la jornada del domingo el Centro Cultural Universitario tuvo una actividad digna del Lincoln Center de Nueva York: tres conciertos simultáneos al mediodía en tres recintos y otro más por la tarde en la Sala Nezahualcóyotl.

La elevada calidad de esta programación fue encabezada por Demus en la sala Chávez. En el recinto de junto, la sala Covarrubias, el violinista Philip Quint y sus amigos, también de amplio reconocimiento internacional, disfrutaron y compartieron con el público el placer de la música de cámara.

Sinfónica de Xalapa, 80 años

En la Sala Nezahualcóyotl, la OFUNAM refrendó su vocación, conocimiento y empatía con la obra de Silvestre Revueltas en un concierto que inició con Janitzio, de ese autor mexicano, el Concierto para Marimba, del brasileño Ney Rosauro, con el joven Iván Cipactli como solista, ganador de un concurso de selección entre estudiantes para participar en este concierto, y la Quinta Sinfonía de Prokofiev.

Por la tarde, en la misma sala Nezahualcóyotl, la Sinfónica de Xalapa festejó sus primeros 80 años (en coincidencia, además, con la celebración de los 80 años de Jörg Demus), con el Concierto 17 de Mozart, con el maestro Gustavo Rivero Weber, como solista, y la Novena Sinfonía de Beethoven.

Fue el festejo de las medallas Mozart de este año concedidas al contrabajista Víctor Flores, el promotor Manuel de la Cera, el ensamble Voz en Punto, a Enrique Jaso, Rufino Montero y Daniel Catán, entre otros galardonados.

Mientras esto ocurría salas adentro, afuera sucedía una suerte de kermés dominical con un grupo de tanguistas que solamente vieron pocas personas, dadas las malas condiciones logísticas, que se arremolinaban en torno a lo inusitado del asunto enfrente del flamante museo, tan polémico y costoso.

En contraste, dentro de la sala Carlos Chávez, recinto que es un tesoro musical de México por su acústica, diseño arquitectónico y que posibilita el disfrute al máximo de la música, las butacas rechinan y son evidentes los problemas de mantenimiento.

A pesar de eso y de un incidente casi al culminar el concierto, cuando alguien activó el clima artificial y la puerta se abrió por accidente, el maestro Jörg Demus coronó su ciclo Bach con el Libro Primero de El Clave Bien Temperado, que distribuyó en las primeras dos sesiones en alternancia con la Suite Francesa y la Fantasía Cromática del mismo autor, en una tercera y última ceremonia íntima, mágica y esdrújula.

El fraseo inusitado que imprimió, su capacidad asombrosa de concentración (cuando se abrió la puerta y empezó a sonar el motor del aire acondicionado, Demus interrumpió tres veces el inicio de la Suite Francesa, sin perder la intensidad y la atmósfera sublime lograda de antemano, incluso mientras tocaba se dio el lujo de callar con un gesto de la mano derecha una tos de esas impostadas que no faltan en los conciertos, mientras seguía tocando con la izquierda) y sobre todo su poderío interpretativo produjeron el milagro, la epifanía de convertir lo metafísico en sonido, en música. Al final del concierto y muchos minutos después de concluido, el piano en la semiscuridad de la sala Carlos Chávez seguía vibrando. Latiendo. Vivo y metafísico.