Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de diciembre de 2008 Num: 721

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HUGO GUTIÉRREZ VEGA

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EURÍDICE ROMÁN DE DIOS

Calles
LEFTERIS POULIOS

Ibargüengoitia: 25 años después
Entrevista con JOY LAVILLE SALVADOR GARCÍA

Mis días con Jim Morrison
CARLOS CHIMAL

Teatro: el acto y el discurso
JOSÉ CABALLERO

La crisis del teatro en México
JOSÉ CABALLERO

El Sueño de Juana de Asbaje
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David Byrne y Brian Eno

Grabado a lo largo de un año y medio y editado por el sello Todomundo, el 18 de agosto pasado vio la luz el álbum Everything That Happens Will Happen Today, primer trabajo conjunto entre Brian Eno y David Byrne desde el mítico My Life in the Bush of Ghosts, de 1981, disco con el cual cerraron un prolífico período de colaboraciones nacidas cuando el grupo liderado por Byrne, The Talking Heads, contó con la producción de Eno en tres de sus grabaciones. Sólo por esto, el nuevo lanzamiento resulta atractivo. Empero, sus once cortes, todos compuestos a dúo, ganan su lugar en el mundo con méritos propios, pues lejos de internarse en las atmósferas experimentales o en la exploración de ritmos étnicos, dos características –casi obsesiones– de sus creadores, apuestan por un pop inteligente aderezado con la participación de músicos valiosos, como Robert Wyatt, Tim Harries, Phil Manzanera, Paul Shapiro, Leo Abrahams y varios más.

Inspirado en el paralelismo entre una casa, el hogar, y el inquilino de nuestra percepción, Everything That Happens … está habitado por ideas, conceptos y elementos que se repiten continuamente, pero vistos desde distintas perspectivas. Los vecinos, las avenidas, los muebles, las vestimentas, los ríos y el agua, todo convive, dejándonos ver una “construcción perfecta”, como la de su portada, llena de vida y movimiento. A ello se suma, desde luego, la pulcritud de una grabación que nunca se sobre produce, que juega con la crudeza de las voces para lograr una intimidad minimalista.

Así pues, “Home” y “My Big Nurse”, piezas inaugurales, nos reciben sorpresivamente con aires folk, country casi, diferenciándose en que la primera apuesta por ritmos programados y la segunda por una dotación más lenta y tradicional. Sencillas en su sonido, sin embargo, sus letras anticipan el clima del disco sugiriendo dos interrogantes ocultas: ¿qué es el hogar y qué es actuar? “ I Feel My Staff”, por el contrario, comienza con los arpegios de un piano desenfrenado más un tambor, para luego explotar con una programación cuyo sustento armónico sigue siendo caótico. Teclados ambientales, bajos melódicos, un solo de guitarra notable, todo contribuye para completar la que consideramos mejor pieza del CD.

“Everything That Happens” y “Life is Long” nos llevan d e regreso al campo, pero ahora con coros tipo gospel , que bien podrían estar en un álbum de Arcade Fire. Sus letras, eso sí, continúan viajando “casa adentro”. En la primera, más lenta y poética, es donde se halla, justamente, la frase que da nombre al disco: “Todo lo que pasa pasará hoy y nada cambiará, aunque nada sea lo mismo, y cada mañana podrá ser un ayer y todo lo que pasa pasará hoy.” Cambiando de tono, “The River” suena un poco a McCartney. De ritmo marcial, en ella se canta un augurio de mejores tiempos por venir. No es casual que esté dedicada a los músicos, pues el río al que se refiere no es otro que el de los sonidos fluyendo para cantar “su loca sinfonía”.

“Strange Overtones” es toda una curiosidad. Mucho más retro que las anteriores, resulta una trampa, pues en su misma letra el narrador le dice juguetonamente a su vecina: “Este ritmo está fuera de moda, estos pulsos tienen veinte años de antigüedad… en la música que pones yo armonizaré.” De vuelta a la actualidad y en agresivo contraste, “Wanted For Life” recuerda a David Bowie por donde se le vea. Parca y también comprometida con las programaciones, tiene otra de esas ácidas y enredadas letras que tanto gustan a Byrne, lo que no le quita su potencial de sencillo radial, si tal cosa siguiera funcionando a veteranos como éstos.

“One Fine Day” es la mezcla de todos los elementos precedentes. Cadenciosa, en ella se reúnen los coros gospel , las programaciones rítmicas, las guitarras country, las melodías pop y, pese a su simpleza aparente, la esencia total del disco. Además, tiene una bella letra: “De pronto una pieza de pensamiento cae sobre mí, en estos tiempos turbulentos, sigo viendo que podemos usar las estrellas para guiar el camino que no está tan lejos.” Indecisa, amorfa, retro por elementos como el saxofón y el efecto delay de las guitarras, por la voz ecualizada excitando sus medios, “Poor Boy” es la más caprichosa composición del álbum. Sus melodías vocales parecen escritas por Prince o George Michael, aunque la letra es profunda: “Pobre chico, vivo en un país donde mis pensamientos se congelan.” (En la edición de lujo, por cierto, se repite esta pieza, pero en versión remix.) “The Lighthouse”, finalmente, también es una canción contenida, aunque con arreglos armónicos mucho más interesantes. Buena despedida, con ella se cierra la pinza inicial, pues su letra promete construir una casa a la medida del pensamiento.

En conclusión, da gusto presenciar un retorno afortunado en el que dos genios del rock apuestan, simple y sencillamente, por la hechura de buenas canciones y no por una postproducción desprovista de calidez y reflexión. Lúdica sobre todo, esta obra es recomendable para los seguidores de Byrne y Eno, claro, pero también para quienes aún prestan atención a la luz del día y las estrellas.