Usted está aquí: viernes 12 de diciembre de 2008 Economía Economía Moral

Economía Moral

Julio Boltvinik
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■ José Revueltas, el movimiento del 68 y la autogestión académica

■ Planteó necesidades radicales de democracia cabal y cognoscitiva

Ampliar la imagen José Revueltas en su estudio José Revueltas en su estudio Foto: Renata von Hanffstengel

Dice Roberto Escudero (líder del 68) en el prólogo al libro de José Revueltas (JR), México 68: juventud y revolución (Era, 1978/2008), que JR “se integró al movimiento desde el primer día, que todo lo compartió como uno más de sus miembros y que jamás, ni aun en la cárcel, exigió o aceptó siquiera los pequeños privilegios que los estudiantes le ofrecían”. Rescata una idea clave de JR: “cualquier movimiento revolucionario, incluido el de 1968, es socialista porque las necesidades de democracia cabal que plantean sólo pueden ser satisfechas cuando el proletariado… se libere a sí mismo y a la sociedad en su conjunto”. Esta idea es la misma contenida en el concepto que Ágnes Heller y György Márkus (los dos miembros más importantes de la Escuela de Budapest) han sistematizado a partir del pensamiento de Marx: las necesidades radicales, que definen como aquellas que genera pero no puede satisfacer el capitalismo. La democracia cabal, planteada por el movimiento estudiantil, es una necesidad radical. La diferencia con JR es que éste concebía al proletariado como la clase revolucionaria única, mientras para ellos los agentes del cambio son todos aquellos que cobran conciencia de sus necesidades radicales. Otras necesidades radicales son: tiempo libre, oportunidades para la creatividad y la autorrealización, y la de dejar de ser burgeois y transformarse en citoyen. Las experiencias personales transformadoras que vivieron en el 68 Margit Frenk e Isabel Molina y relataron en el Recordatorio realizado en septiembre de este año en el Colmex (y que decenas de miles vivimos también), las podemos reinterpretar a través del concepto de necesidades radicales: ser citoyen es superar la visión egocéntrica y egoísta del burgeois y convertirse en el zoon politikon que todos somos potencialmente. JR estaba movido, sin duda, por necesidades radicales.

Otro planteamiento profundo de JR durante el movimiento del 68, coherente con la necesidad radical de democracia cabal, fue el de la autogestión académica que tuvo muy poco eco. Su propuesta, polémica porque parece poner fin a la huelga, la formuló como: “se mantiene la protesta, se reanudan los estudios”. Pero añade que hay que mantener el estado de huelga e instaurar la autogestión académica. Esta aparente contradicción se explica porque la reanudación de estudios sería en condiciones muy diferentes: una vez que los estudiantes hubiesen comprendido qué es la autogestión académica, se elegirían los comités de autogestión en cada facultad o escuela y, a partir de ellos, el consejo de autogestión. “El objetivo ideológico fundamental de la autogestión académica, dice JR, sería el de establecer el concepto y la práctica de la democracia cognoscitiva como instrumento de la lucha por la libertad y como la libertad misma del futuro”. No se trata de una utopía para la torre de marfil universitaria: el concepto de democracia cognoscitiva “aplicado a la realidad universitaria no hace sino ceñirse a la naturaleza objetiva en que la Universidad se sitúa a sí misma como caldo de cultivo donde las más diversas clases sociales –incluso el proletariado– nutren y desarrollan los cuadros que integrarán su conciencia organizada”.

Al menos dos experiencias posteriores al 68 habrían de seguir esta senda trazada por JR, quizás sin saberlo. Por una parte, los estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), estaban manejando la escuela en co-gobierno con las autoridades y estaban buscando un profesor de marxismo y, por extraños caminos, terminé siendo el elegido. Aunque el curso se llamó oficialmente Economía y Sociedad, y lo impartí dos veces, en 1970 y 1971, se decidió colectivamente que fuese un Seminario de El Capital. Fue un reto enorme para mí y una experiencia formidable para todos. Al tratar de explicar las sutilezas de las formas del valor y del fetichismo de las mercancías descubrí que se aprende enseñando. El asunto se amplió y se incorporaron otros maestros, entre ellos Bolívar Echeverría. Por otra parte, se implantó en la hoy Facultad de Economía un nuevo programa de estudios en el cual el pensamiento económico de Marx cobró gran presencia. Hoy hay una contraofensiva que amenaza con reducir aún más la enseñanza de la economía marxista (ya hubo una reforma que la redujo). Me parece que ambas experiencias apuntan en la dirección de la democracia cognoscitiva propugnada por JR: al conformar escuelas en las que tanto la clase dominante como el proletariado nutren y desarrollan los cuadros que integrarán su conciencia organizada. Sin estas experiencias, la universidad que tendríamos, por lo menos en las ciencias sociales y las humanidades, sería una dictadura cognoscitiva al servicio de la clase dominante, como la que prevalece en las escuelas de economía del ITAM, del CIDE y de otras instituciones, muchas lamentablemente públicas.

JR define la autogestión como el automanejo y la autodirección de las actividades académicas por los colegios de profesores y alumnos. Propone una reforma radical de la educación y plantea la aspiración utopista, pero justamente por ello muy importante, de la abolición de las especializaciones:

“Desde el punto de vista de la enseñanza, la autogestión funciona como una metodología más dinámica que los precedentes sistemas pedagógicos basados en conferencias y lecciones desde la cátedra que convertían al alumno en un costal de conocimientos y fórmulas vacías. La autogestión comienza por abolir la enseñanza ex-cátedra y el libro de texto. Se propone que maestros y estudiantes recorran y descubran juntos la misma aventura que el pensamiento tuvo que recorrer en el proceso del acto creador de las ideas cardinales... se trata de abolir las especializaciones para encontrar tras de cada disciplina particular la esencia del hombre desenajenado y el anuncio de su libertad. (pp. 101-102)

JR concluye ampliando la perspectiva de la autogestión a las actividades productivas y a la vida social como un todo, expresando con toda su fuerza la necesidad radical de democracia cabal:

De la autogestión académica deberá trascenderse a la autogestión social. Autogestión de las masas del pueblo, de los trabajadores de las fábricas, de los campesinos, por medio de los comités de lucha y los consejos populares de lucha” (p.102).

 
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