Usted está aquí: lunes 24 de noviembre de 2008 Deportes Ismael Rodríguez, herido en la cara, hizo lo más torero durante la novena de la temporada

TOROS

■ Sebastián Castella indultó un ejemplar en la antíquisima plaza de Acho, en Lima, Perú

Ismael Rodríguez, herido en la cara, hizo lo más torero durante la novena de la temporada

■ Feos e inexpresivos, los toros de Funtanet ayudaron a enfriar la gélida tarde en la México

Lumbrera Chico

Ampliar la imagen El torero Ismael Rodríguez lidia al tercer astado de la tarde, de nombre Ganadero durante la corrida de ayer en la plaza de toros México El torero Ismael Rodríguez lidia al tercer astado de la tarde, de nombre Ganadero durante la corrida de ayer en la plaza de toros México Foto: Notimex

Tan fría como el aire que ha soplado en estos días, la escasa asistencia a la novena corrida de la temporada me-xi-ca-ní-si-ma en el embudo de Insurgentes aplicó la ley del hielo a lo largo de la lidia de los seis inexpresivos y más bien feos toros de Eduardo Funtanet que participaron ayer en la confirmación de alternativa de Manolo Lizardo, la reaparición de Ismael Rodríguez y la virtual despedida de Jorge López.

Cosa extraña, Lizardo fue apadrinado por López y tuvo de testigo a Rodríguez, aunque de los tres integrantes del cartel era el que recibió la borla primero. Por eso, durante todo el supuesto festejo actuó como director de lidia, en una situación tan extraña como si en una primera comunión el niño fuera mayor que el cura.

Lleno de entusiasmo, pero sin conectar con las muy pocas regiones de los tendidos, en las que había algo más que pintura y cemento, Lizardo le pegó dos o tres pases muy largos y templados a su primer enemigo con la muleta en la derecha, pero nada más, expresión que podría ampliarse para describir sus empeños durante el resto de la tarde.

Fuera de sitio, luego de pasar un año reponiéndose de una fractura de tibia y peroné, Jorge López sólo salió a sudar la gota gorda con visible y penosa inseguridad, honrando el apodo que su mal carácter le ha valido entre quienes, como sobrino que es de Eulalio López El Zototoluco, le han puesto el mote de Doctor Simi porque, dicen, “es lo mismo pero más barato”.

En cambio, quien estuvo muy torero fue Ismael Rodríguez, al que le tocaron los dos mejores ejemplares de Funtanet, sobre todo el tercero de la tarde. Hambriento de triunfo, lo recogío en verónicas a pies juntos, bajando las manos y caminando hacia los medios. El bicho metía la cabeza muy bien por el lado izquierdo, lo que evidenció desde que saltó a la arena; sin embargo, el matador no se enteró de ello sino después de dos infructuosas tandas por la derecha en las que perdió el favor del público.

Con el que cerró plaza, Rodríguez intentó repetir sin imaginación las suertes que había realizado en su primer turno, y quizá habría hecho lo mismo con la muleta al iniciar el tercer tercio, si el toro no hubiera clavado los cuernos en la arena, dando una vuelta de campana de la que se levantó reducido a polvo. Luego de correrle la mano en dos o tres derechazos de alto riesgo, parándose muy cerca de los pitones, el diestro se llevó un varetazo en la frente que de inmediato le bañó el rostro de sangre, dramático ornamento que le permitió entrar a matar asediado por los fotógrafos que sabían, por supuesto, que esa iba a ser la foto.

Orejas a granel

Mientras tanto, en la antiquísima plaza de Acho, en Lima, Perú, Enrique Ponce, David Fandila El Fandi y Sebastián Castella cerraron la tradicional feria del Señor de los Milagros cortando apéndices auditivos a granel.

Ponce desorejó a los dos de su lote haciendo lo que acostumbra, con esa plasticidad más bien propia del ballet que del toreo. El Fandi se lució con las banderillas y engatusó a los ingenuos con muletazos frívolos pero tremendistas.

Por su parte, pese a que las crónicas en España exaltaban ya desde anoche las faenas del valenciano, éstas no pudieron ocultar la grandeza que derrochó Castella ante el que puso punto final al festejo y a la feria. Muy serio, pero también muy hondo, templando como nadie, desarrolló una faena de muleta llena de verdadera pureza, y la gente se entusiasmó a tal grado que no lo dejó matar y armó un escándalo hasta que el juez decretó el indulto de la bestia del hierro de Puga.

 
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