Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de noviembre de 2008 Num: 716

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Andrea Camilleri: actualizando el referente
JORGE ALBERTO GUDIÑO

Siete poemas
LEDO IVO

Del Chavo del Ocho a la efedrina
JUAN MANUEL GARCÍA

Carlos Fuentes: La memoria y el deseo
ANTONIO VALLE

El pensamiento de Hermann Keyserling
ANDREAS KURZ

La filosofía en México ¿para qué?
GABRIEL VARGAS LOZANO

Gays de California, ¡uníos!
ROBERTO GARZA ITURBIDE

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Del Chavo del Ocho a la efedrina

Juan Manuel García


Extraña campaña turística en Buenos Aires.
Foto: contradiccions.wordpress.com

I

Que si el gordo Espinoza es un capo de la droga, que si ha hecho un “quilombo” en México, que si el Chavo del ocho ya se hizo viejo y no podrá interpretar más a ese chico de barrio pobre, me ametralla con preguntas el taxista que me pasea orgulloso por Buenos Aires y no sé qué contestarle. Salgo del apuro con un comentario simple, sin gracia, no sé por qué espera que le diga más.

En el país de la plata, la desdibujada otrora Europa de América, lo que falta es eso, plata, dinero constante y sonante, porque vaya que los argentinos están preocupados. Compran el periódico, prenden la TV, comentan en cafés y librerías la caída de la Bolsa , la crisis que sobrevuela de nuevo en Argentina.

II

Reunidos en un bar de Corrientes, dos hombres discuten; el más viejo le grita al otro que invierta, que tiene que comprar dólares, por si las dudas. El más joven asiente, cuenta sus pesos y dice que no le alcanza para nada, apenas para una tarta de calabaza.

Y pienso en la Ciudad de los Palacios, pero sobre todo en sus variedades de salsas picantes, de todos gustos, ¡cómo extraño el jalapeño! El mozo se ríe de mi desgracia, sólo tiene ají molido (parecido al chile piquín), pero me sabe a polvo de caramelo.

Mi casero ve las noticias con asombro, habla y habla de política, del país perdido, de Perón, de Evita, de la actual presidenta, Cristina. “No hay que ser un sabio –me dice–, ¿cómo que aumentamos nuestro riesgo país? ¡Si estamos mejor que Estados Unidos!”

Me siguen confundiendo los nombres, tener que preguntar por casi todo y ver a los demás con cara de “yo no fui”, sin darme alguna explicación precisa de los ingredientes que lleva una comida o lo que no quiero que le pongan a un platillo, parece como si hablara en esperanto.

III

Desespero de tener que formarme en un banco para cambiar monedas y así pagar un pasaje de autobús. El billete abunda y los choferes especulan con el cambio, ellos pueden cambiarte pero te cobran una comisión. “No a la especulación en moneda”, leo como cabeza de una nota en Clarín. Voy a un kiosco y pago un alfajor, pero ya no tiene monedas y prefiere no venderme, me quedo sin poder trasladarme.

IV

Estoy en el bar Aconcagua, en la zona de San Telmo, mi hoy amigo periodista habla y habla y sus palabras son una descarga súbita. “Somos un país hijo de puta, hemos acabado con todo, no valoramos nada”, truena, y la Quilmes (cerveza común acá), amenaza con derramarse.

Platicamos del fallido sueño europeo de este país, del Boca Juniors –aunque no sé nada de fútbol finjo interés–, del periodismo, de esos imaginarios latinoamericanos que en épocas difíciles nos unen o no desencuentran más. “Yo no trabajaría en un medio acá, casi todo es una mierda, imagínate la comparación, Televisa sería como la BBC acá, así de jodidos estamos.” Entonces recuerdo la famosa declaración del Tigre Azcárraga, que viaja de país en país como un mal viento de profecía.

“Nos metieron tanto en la escuela que éramos europeos, que empezamos a gastar como tales y a comportarnos igual, sin saber que somos más latinoamericanos que todos –resuenan las frases del periodista–. Lo único que vale la pena son las Minas, miralas”, y volteo al tiempo que dos jóvenes en la edad de la ilusión pasan frente a nosotros con sus risas coloridas y ropa ajustada.

V

“¡Compadre, compadre, y arriba México compadre!”, me grita un bombero en Caminito, zona de unas cuantas calles que el turismo ha hecho famosa, aunque comparado con otros sitios de Oaxaca, Chiapas o Guanajuato son apenas un puñado de viviendas coloridas. “Te pido una ayuda compadre para los bomberos, porque nuestra situación es difícil acá”, acerca su gorra sin convencerme de apoyarlo; pobre, no sabe o quizá sí, que de donde vengo los tipos del mismo oficio hacen lo mismo en cada lugar de reunión.

Dos parejas bailan tango, los visitantes aplauden emocionados, son bailarines de medio pelo, pero da igual, los turistas se impresionan y suben con gusto a la tarima ante la porra de sus compañeros para protagonizar unos pasos inciertos del baile; hacen el ridículo, se ríen, se disculpan con la concurrencia y ¡suelo!, una chica canadiense resbala y se para de inmediato. Todos la animan cual ganadora de Bailando por un sueño.

VI

Es la hora del rock en la Trastienda Club, los fans de Fabiana Cantilo –la niña mala del rock argentino– se arremolinan en el interior de una casa antigua, adaptada como antro. Gritos y más gritos, hay como seiscientas personas y al sitio si acaso le caben poco más de la mitad. Fabiana presenta su último disco: Hija del rigor, los asistentes la adoran, le perdonan todo, ya lo hicieron desde hace unos meses en que olvidó las letras y de ahí se fue directo a una clínica de rehabilitación, de donde acaba de salir. “Mi show en la Trastienda será como mi examen”, había dicho antes en entrevista con la prensa.

Todos corean, todos intentan bailar entre los apretujones, me siento un mosquito que pronto será aplastado. Miro a una chica que parece dividida en dos, una parte de su cuerpo se mueve al ritmo frenético de las canciones y la otra esta estática, apretando su bolsa. “Mirá que hay que andar con cuidado por estos sitios, porque tengo toda la plata que gané en la semana y no quiero perder la bolsa por ahí o que algún boludo quiera pasarse de vivo con el gentío que hay, pero el show de mi Fabi sí que no me lo iba a perder”, ríe al tiempo que desaparece en el maremoto que ha armado la rockera.

VII

Camino por Plaza de Mayo y la Casa Rosada se me vuelve un enorme pastel con crema chantilly. Hay protestas de maestros en las calles y la crisis económica parece que irá a peor. Ya se habla menos del supuesto narco mexicano; hay filas para comprar dólares y en la televisión pasan el capítulo del Chavo del ocho en el que a Don Ramón se le pierde un billete de lotería. Sigo extrañando el chile jalapeño, el habanero, el campana, el serrano, el que sea.