Usted está aquí: miércoles 5 de noviembre de 2008 Política Ecuador: un poeta contra la CIA

José Steinsleger

Ecuador: un poeta contra la CIA

El proceso de emancipación social y popular empieza a tomar fuerza en Ecuador. En abril pasado, luego de la operación militar conjunta de Estados Unidos y Colombia contra un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en territorio ecuatoriano, el presidente Rafael Correa encargó al escritor Javier Ponce Cevallos la conducción del Ministerio de Defensa.

Si el nombramiento fue ácido nítrico para la oligarquía criolla y el sector conservador de las fuerzas armadas, cabe imaginar la desazón de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y el Comando Sur del ejército imperial.

Desde el golpe militar orquestado por la CIA en julio de 1963, veintidós gobiernos militares, interinos y democráticos jamás se atrevieron a cuestionar el poder de “la compañía” en Ecuador. Medio siglo en que tirios y troyanos, como quien va al confesonario, desfilaron por la embajada de Washington en Quito.

Phillip Agee, el famoso agente que en México abandonó la CIA (1968), trabajó en Ecuador de 1960 a 1963. En su libro Inside the company: CIA diary (Stonehill, Nueva York, 1975), Agee reveló la identidad de un centenar de informantes situados en los niveles más encumbrados del país andino.

A finales de 1989, el periodista estadunidense Seymour Hersh removió el caso del presidente Jaime Roldós, quien murió en mayo de 1981 junto con su esposa y el general Marco Subía, ministro de Defensa. El avión en el que viajaban estalló en el aire, a pocos meses del enfrentamiento militar de Ecuador y Perú.

A inicios de 2001, una sublevación popular derrocó al presidente democristiano Jamil Mahuad, mentor de la dolarización y la base militar estadunidense de Manta. El coronel Lucio Gutiérrez se proclamó “salvador nacional”. Elegido presidente en enero de 2003, Gutiérrez resultó ser un cipayo más de la CIA. Otra poblada lo destituyó en abril de 2005.

Al aceptar un cargo tradicionalmente reservado para generales en servicio pasivo, Javier Ponce demostró su coraje y patriotismo. El cargo trae cola. En enero de 2007, la ministra de Defensa Guadalupe Larriva y su hija de 17 años murieron en un choque de helicópteros, cerca de la base de Manta.

El accidente despertó una suspicacia similar a la causada por la muerte de Roldós, tan crítico de la política belicista de Ronald Reagan en América Central, como Larriva del Plan Colombia en la subregión andina.

Con apellidos ligados al patriciado, Javier Ponce militó desde temprano en la izquierda heterodoxa. Conoce los movimientos sociales y organizaciones populares de Ecuador mejor que a sí mismo, y sus libros son ineludibles para entender el país.

A más de tres novelas publicadas, el ensayo Y la madrugada los sorprendió en el poder (Planeta, 2000) es una dolorosa y hermosa reflexión sobre el difícil tema de la “identidad”. “Los mestizos –escribió– apenas alcanzamos a mirar con sospecha a los indios… Criticamos en ellos el menor síntoma de racismo, como si fuese posible semejante pureza de alma en las víctimas de medio milenio de racismo...”.

En Sentado entre dos sillas (ídem, 2004), Ponce peina cuarenta años de su experiencia en los programas de desarrollo social. Crítica rigurosa no exenta de humor, que describe el mundillo de la cooperación internacional, los organismos no gubernamentales, y las financieras europeas que acuden en ayuda del “buen salvaje”. En 1999, Ponce presentó en México Texto en ruinas, el quinto de seis libros de poesía publicados (UAM-Ed. Verde Halago).

El nuevo ministro de Defensa de Ecuador pone a prueba el dicho de que los asuntos militares son demasiado sensibles como para dejarlos exclusivamente en manos militares. ¿Por qué no un poeta? Pero ahora, Javier Ponce deberá escribir el poema mayor: acabar con los agentes de la CIA en Ecuador.

Según una denuncia publicada por un diario de Quito, la oficina de inteligencia del ejército recibe anualmente entre 16 y 18 millones de dólares de la CIA en concepto de “intercambio de información” (El Comercio, 5/04/08). En días pasados, el poeta ministro declaró que la policía nacional es “prácticamente financiada y controlada por la embajada norteamericana en esta capital”.

Respecto al bombardeo al campamento de las FARC, el ministro agregó que la CIA y algunos mandos militares estaban en pleno conocimiento de lo que ocurría ese día, y ocultaron la información “para confundir al poder político”.

El insigne ecuatoriano Benjamín Carrión (1897-1979) escribió: “Si no podemos, ni debemos ser una potencia política, económica, diplomática y menos –¡mucho que menos!– militar, seamos una gran potencia de la cultura, porque para eso nos autoriza y nos alienta nuestra historia”. Propuesta que, me consta, Javier Ponce lleva grabada en la frente.

 
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