Usted está aquí: viernes 8 de agosto de 2008 Política Estudiantes, “un peligro para México”, consideraba el gobierno en los años 40

■ Recibe Armando Franco Rovira la presea Chichén Itzá por su labor científica

Estudiantes, “un peligro para México”, consideraba el gobierno en los años 40

Enrique Méndez

Al recibir en la Cámara de Diputados el Premio Nacional al Trabajo Científico Mexicano –que incluye la presea Chichén Itzá–, el arquitecto Armando Franco Rovira aseguró que en la aprobación del proyecto arquitectónico para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el gobierno federal se opuso a la construcción de un espacio específico para dormitorios a estudiantes extranjeros y de provincia, “porque consideró a los alumnos como un peligro para México, al igual que décadas después se le consideró a Andrés Manuel López Obrador”.

El arquitecto, quien junto con dos condiscípulos más de la Escuela Nacional de Arquitectura presentó y ganó el concurso para el proyecto del plano de conjunto de Ciudad Universitaria en 1947, aseguró que los arquitectos Mario Pani y Enrique del Moral, entonces profesores de esa institución, los desplazaron del proyecto con el argumento de que no tenían título profesional.

Ayer, en una ceremonia en el Salón Verde de la Cámara, Franco Rovira recibió dicha presea, que otorga la Fundación Interamericana Benito Juárez, la Comunidad Científica de Abuelos, AC y la Sociedad Mexicana de Ingenieros, AC.

En su discurso, recordó que la Comisión de la Ciudad Universitaria llamó a un concurso nacional de anteproyectos para el conjunto arquitectónico, pero la convocatoria se limitó a los profesores de la escuela, quienes en primera instancia fallaron en favor de Del Moral y Pani.

Sin embargo, añadió, él y sus compañeros Teodoro González de León y Enrique Molinar presentaron otro proyecto basado en “una propuesta innovadora que, sin duda, no habría sido conocida y mucho menos considerada sin la gestión del arquitecto José Villagrán García, nuestro profesor de teoría de la arquitectura mexicana, gracias a quien nuestra propuesta fue presentada al jurado”.

Explicó que una de las estrategias que fundamentaron el anteproyecto fue identificar un sector de 180 hectáreas, de un total de las 750 expropiadas en los terrenos del Pedregal, de superficie plana, que permitió la rápida construcción de Ciudad Universitaria, pues la primera etapa se desarrolló de 1950 a 1952 y la inauguración formal ocurrió dos años después.

El arquitecto, de 87 años, afirmó que su concepción de un espacio universitario innovador “desafió con ímpetu las concepciones urbanísticas en boga de toda una generación de arquitectos sin éxito en el concurso”.

Expuso que su visión se concretó, y que si bien sus nombres aparecen con discreción en algunas publicaciones, “nunca se ha hecho, por parte de la Universidad, un reconocimiento explícito como el que se me otorga en esta ocasión”.

 
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