Usted está aquí: lunes 4 de agosto de 2008 Cultura La tecnología le ha quitado el sabor indígena y mestizo al charango: Cavour

■ Prepara junto con la UAM y la embajada de Bolivia un coloquio musical en México

La tecnología le ha quitado el sabor indígena y mestizo al charango: Cavour

■ Somos pocos los que tocamos el “instrumentito” sin enchufarlo, lamenta el músico boliviano

Ana Mónica Rodríguez

Ampliar la imagen Creo instrumentos musicales para evitar malos pensamientos y no inventar balas, dice Ernesto Cavour, y asegura que quien toca el charango es, por consecuencia, un ser humano más noble, leal y sincero. La imagen, durante su visita a La Jornada Creo instrumentos musicales para evitar malos pensamientos y no inventar balas, dice Ernesto Cavour, y asegura que quien toca el charango es, por consecuencia, un ser humano más noble, leal y sincero. La imagen, durante su visita a La Jornada Foto: María Luisa Severiano

Festivo, antisolemne y popular es el sonido que emerge del charango, instrumento similar a una pequeña guitarra pero con diversas variantes en materiales y formas, que ha marcado la vida y trayectoria del músico boliviano Ernesto Cavour.

El legendario charanguista, quien es cantautor además de inventor de los instrumentos que ejecuta, promotor cultural, viajero incansable y fundador del museo de la música enclavado en La Paz, Bolivia, viajó a México para clausurar la programación artística de la semana cultural boliviana organizada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), campus Azcapotzalco, además de que realizó una serie de presentaciones.

En entrevista con La Jornada, Cavour acepta apesumbrado que el charanguito boliviano ha perdido paulatinamente sus raíces indígenas y mestizas, debido a que la globalización y la tecnología contemporánea no compaginan con el folclor y el arraigo de las tradiciones.

El pequeño instrumento, símbolo del pueblo boliviano, ha adoptado avances tecnológicos que lo alejan de su sonido natural: la conjunción de manos y cuerdas creando lo mismo sonidos y acordes armoniosos como los elementos de la naturaleza (viento, agua, pájaros, etcétera), que composiciones críticas sobre el contexto político y social de Bolivia y de otras latitudes de América Latina.

“Es bastante penoso que la sociedad de consumo se haya adentrado en nuestro país y, sobre todo, que al charanguito lo están malogrando con el pretexto de hacer más fluida la música. También le han quitado ciertos méritos en su construcción, lo han vuelto electrónico y le han restado tradición. Ha perdido ese sabor que tenía de indígena y mestizo.”

Actualmente, prosigue el músico, somos muy pocos quienes tocamos el instrumentito sin enchufarlo ni ponerle pastillas, pedales y ecualizadores.

Uniendo a Latinoamérica

Antes de explicar la importancia del charango en el contexto boliviano, Cavour refiere que gracias a este instrumento existe “más unión entre los pueblos latinoamericanos”.

Abunda: “En Bolivia este instrumento es muy especial. En el sector campesino, sobre todo el potosino, se está obligado a aprender a tocar el charanguito de manera autodidacta, pero también se enseña su ejecución de padres a hijos”.

A manera de ejemplo, Cavour dice que para pedir matrimonio los hombres deben saber tocar el charanguito, y además “lo cargan a cuestas a cualquier distancia, porque es pequeño, livianito y portátil; es un compañero que llevas a todas partes”.

En décadas pasadas, recuerda el compositor, se decía de quien tocaba el charanguito “que era un borracho, mujeriego y pendenciero; además, existía cierta discriminación, porque la gente de la ciudad decía que esta música de campo era de indios”.

Desde Bolivia a México, Ecuador, Bélgica, Alemania, Suiza y hasta Japón, el charanguito ha extendido su fama; inclusive los japoneses se han vuelto especialistas en tocar el pequeño instrumento.

“Muchos niños de ese país empezaron a tocar el charango y años después se convirtieron en virtuosos” ejecutantes del instrumento de cuerda boliviano, afirma Cavour.

Quien toca el charango es por consecuencia un ser humano más noble, leal y sincero, dice el compositor, quien ha grabado 75 discos (50 de acetato y 25 compactos). “Creo instrumentos musicales para evitar malos pensamientos y no inventar balas”, agrega.

Por ello, Cavour, fundador de Los Jairas y de la Sociedad Boliviana del Charango, ha construido más de 50 instrumentos musicales, casi todos de cuerdas y viento, llamados aerocordófonos, y suma a lo largo de más de medio siglo de trayectoria alrededor de 300 composiciones.

Entre las creaciones del compositor destacan la guitarra Muyu Muyu y los charanguitos Bombo cuadrado, Sonko (con doble cara y con el cual imita a los truenos) y el famoso Manguero, entre otros instrumentos elaborados en diversos materiales, tamaños y formas.

Cavour, nacido en La Paz en 1940, también fundó hace 45 años en esa ciudad un museo dedicado a su gran pasión, la música, y el acervo consta de 2 mil piezas entre una importante diversidad de instrumentos, alrededor de 30 especies de charanguitos, libros, discos y objetos varios que se refieren a este arte.

En el recinto se hallan a la vista del público “desde instrumentos musicales precolombinos hechos en piedra, barro cocido, madera de caña e inclusive con plumas de cóndor, hasta contemporáneos”.

Para el próximo año, la ciudad de México podría ser la sede del coloquio Somos de la misma cuerda, encuentro musical que contempla la participación de artistas y ejecutantes de instrumentos de cuerda de diversas latitudes. El coloquio lo proyectan la embajada de Bolivia y la Universidad Autónoma Metropolitana, y su realización sería apoyada por el maestro Cavour.

 
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