Usted está aquí: lunes 9 de junio de 2008 Espectáculos Taraf de Haïdouks reúne en disco a autores clásicos con influencia gitana

Maskarada incluye piezas de Bartók, Jachaturián, De Falla y Albéniz, entre otros

Taraf de Haïdouks reúne en disco a autores clásicos con influencia gitana

■ Dan una sensación de virtuosismo e improvisación, que los hace únicos, dice su productor

■ Provenientes de un pueblo muy pobre, los rumanos se muestran en el escenario tal como son

Tania Molina Ramírez

Ampliar la imagen Grupo de hombres vitales que le apuestan a la música sin haberla estudiado académicamente Grupo de hombres vitales que le apuestan a la música sin haberla estudiado académicamente Foto: Youri Lenquette

A principios del siglo XX Béla Bartók recorrió pueblos de Rumania y Hungría grabando la música de los gitanos. El compositor clásico se nutrió de lo que escuchó en aquellos lugares para luego hacer sus grandes obras maestras.

Ahora, la banda gitana Taraf de Haïdouks retoma a Bartók y otros compositores clásicos que también se alimentaron del pueblo e interpreta sus piezas. El resultado es el disco Maskarada.

Dos aspectos característicos de los gitanos, la improvisación y la ausencia de un libreto (no suelen saber leer música), fueron dejados a un lado y Taraf de Haïdouks se metió en el más rígido mundo de la música clásica.

El resultado quizá despierte opiniones encontradas.

El fuego está ahí. Estos hombres vitales y apasionados le devolvieron el fuego a las piezas, pero puede ser que a algunos les parezca un fuego domesticado.

Eso sí, la apuesta es valiente. En principio porque la banda va a contracorriente de la tendencia de moda entre los llamados “músicos del mundo” de mezclar ritmos tradicionales (sean de Colombia o Malí) con electrónica.

Simplemente no les interesa, explicó vía telefónica el belga Michel Winter, uno de los productores de la banda y uno de los responsables en darla a conocer en Occidente.

Desde hace años pensaban en Bartók, siguió Winter. “Poco a poco, lentamente –término que el productor usa con frecuencia durante la conversación–, nació la idea de recuperar a estos compositores influenciados por los gitanos a finales del siglo XIX y principios del XX (...) En el ámbito de la música clásica estaba de moda tomar temas e ideas de la música popular local.”

Del este al occidente

Comenzaron con Bartók y llegaron a Aram Jachaturián (ruso, de origen armenio). Decidieron no quedarse sólo con compositores del Este. Siguieron con los españoles Manuel de Falla e Isaac Albéniz.

Del inglés Albert Ketelbey tomaron En un mercado persa, y del húngaro Joseph Kosma, Las puertas de la noche.

Y, “poco a poco”, comenzaron a trabajar. Los integrantes de Taraf de Haïdouks tuvieron que aprender a leer partituras. Contrataron a un director de música clásica y trabajaron en el proyecto durante dos años. Cada vez que tenían una gira, llegaban unos días antes a Bruselas, o se quedaban una semana después.

“Poco a poco”, se aprendieron las piezas. “Cuando sentimos que todos estaban listos, grabamos” en Bruselas (la mayor parte) y en Francia.

“Fue divertido, tomó mucho tiempo. Fue muy costoso para la compañía discográfica (Crammed Discs) y para nosotros”, contó el productor.

–¿Quizá hubiera sido más complicado o imposible sacar el disco con un sello trasnacional?

–Creo que una compañía de las grandes nunca hubiera tomado en cuenta un proyecto como éste. No están interesados y en el caso de que lo hubieran estado, si les hubiéramos dicho que nos tardaríamos dos años en estar listos, se hubieran reído. Sólo una pequeña disquera como Crammed Discs puede esperar, ayudar y hacer que salga adelante. Una compañía grande quiere algo que obtenga ganancias inmediatas.

Y, ya sea de inmediato o a largo plazo, Winter duda que Maskarada vaya a hacer dinero.

Para empezar, lo que hacen no está de moda ni en Europa del Este: “La moda es lo opuesto. A veces se acercan a los ritmos latinoamericanos. Hacen música fácil y es cierto que nosotros siempre vamos hacia lo complicado. No es divertido hacer las cosas de modo demasiado sencillo. Y quizá nosotros ni siquiera podemos.

“Hay cada vez más bandas que uno no puede distinguir de dónde vienen porque todos hacen prácticamente lo mismo.”

Taraf de Haïdouks opta por “hacer lo que le gusta, al menos para estar, no orgullosos, sino simplemente para sentirse bien consigo mismos”.

Aplaudida fuera de su país

Hace años, la banda comenzó a ser reconocida en el extranjero antes que en su propia casa. Ahora, explicó Winter, las autoridades culturales rumanas les piden cada vez más conciertos en distintos países.

En alguna ocasión, un diario inglés (Winter no recuerda si fue The Guardian o The Independent) dijo que Taraf de Haïdouks era la mejor banda de gitanos del mundo. “Luego yo contribuí: cuando los presentaba por todos lados decía lo mismo”, admitió, entre risas, el productor. Los medios se encargaron de seguir difundiendo la idea.

–¿Qué cree que la haga la mejor banda de músicos gitanos?

–Estos tipos están completamente locos, y sobre el escenario son igual que en la vida. Quizá también se deba al misterio: provienen de un pueblo muy pobre (Clejani) con un montón de músicos, por lo tanto para ellos era muy difícil sobrevivir. Por alguna razón histórica que desconocemos, hay una gran concentración de músicos profesionales en un lugar muy pequeño y no hay tantas bodas ni funerales de los cuales puedan vivir. Así que la vida era dura y había una dura competencia por ser los mejores. Al mismo tiempo, es un pueblo en el cual todos se pelean contra todos, pero que todos se aman entre sí y se necesitan. Y son gitanos: la mayoría no ha ido a la escuela, así que no saben leer ni escribir.

“Todos estos elementos hacen que sea una sorpresa cada vez que están en el escenario. Impregnan a la música de esta locura, esta energía, este no-sé-qué.

“En Rumania, si los tomas por separado, no son los mejores, pero todos juntos son una banda completamente loca. Una banda en la que todos se aman y se odian. Hay esta sensación de improvisación y de virtuosismo que hace que la banda sea única.”

–Esta pasión y libertad, ¿no chocaba contra la música clásica ya establecida?

–El disco por eso se llama Maskarada. Es cierto, va contra su naturaleza. De pronto tienen que tocar música muy organizada: tienen que cambiar el ritmo y la armonía al mismo tiempo, exactamente en el punto señalado. Es contranatura.

“No somos gente muy rápida”

Pero esto también lo hace interesante, sostuvo el productor: “Qué hacer con todos estos elementos y esta especie de dictadura de la música clásica”.

Winter cree que será un proceso largo para que “realmente adapten esta música a su manera de tocar. No somos gente muy rápida”.

Si hubiera sido por ellos, el disco quizá hubiera estado listo hasta dentro de cinco, seis años, pero los promotores ejercieron presión.

No es la primera vez que trabajan con música clásica. Con Kronos Quartet, por ejemplo, participaron en Kronos Caravan (Nonesuch, 2001).

Ambos, músicos clásicos y gitanos, ejercen fascinación unos sobre los otros: “Taraf de Haïdouks (se sorprendía) al ver que tocaban a partir de un pedazo de papel con extraños signos. Y los clásicos pensaban ‘cómo tocan tan bien y ni siquiera saben leer música’.

–Es como trabajar desde un lado de la mente o desde otro.

–Exacto: el lado derecho y el izquierdo.

Ahora Taraf de Haïdouks está de gira. Hace unos días fue por primera vez a Marruecos y estuvo “absolutamente fantástico”.

En noviembre visitará México.

 
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