Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 25 de mayo de 2008 Num: 690

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Brito y Jiménez:
el rótulo del arte

RICARDO VENEGAS

Gritos de la noche
KLÍTOS KYROU

Realidades artificiales
y mentiras globales

JUAN MANUEL GARCÍA Entrevista con EDUARDO SUBIRATS

Introducción a Giacometti
YVES BONNEFOY

Alberto Giacometti
Carta a Pierre Matisse

El diálogo poético de Giacometti
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Dos poetas

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Columnas:
Jornada de Poesía
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ANA GARCÍA BERGUA

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Junio de Cámara en la UNAM

Se llama Música de Cámara porque nació para adecuarse a espacios reducidos, normalmente palacetes o iglesias, cuyos techos terminaban en una cúpula abovedada. Con instrumentos iguales o distintos, sus partituras se caracterizaron por presentar siempre voces bien diferenciadas sin que existiera director que controlara su interpretación. De ahí que el acomodo de tales conjuntos sea siempre en semicírculo, pues sus músicos necesitan verse de frente.

De dúos a decetos, todo lo que cabe en medio puede considerarse en el nivel “de cámara”, independientemente de las características de la composición. Uno de sus más grandes exponentes fue Joseph Haydn, a quien se debe el perfeccionamiento del cuarteto tradicional que incluye dos violines, una viola y un chelo. Sumándose a él, empero, destacaron Bethoveen y Mozart, ambos expertos en la forma de sonata, tan característica para estos combos.

Según la Historia de la música (Espasa Calpe), sin embargo, el origen de esta forma compositiva es anterior a ellos, pues desde “1550 y a finales de siglo aparecen obras de música de cámara para instrumentos específicos (Tallis, Byrd, Terzi, etcétera)”, aunque, como también señala el libro, al inicio lo normal era simplificarse las cosas poniendo “flautas, violines o violas de brazo en los agudos; laúdes, arpas, cistros o mandorlas en los intermedios; y órganos, bajos y contrabajos de viola en los bajos”.

Por otro lado, es interesante que estas bandas hayan ocupado afinaciones un poco distintas por tantos años, pues antes la nota La variaba su altura de una ciudad a otra (hoy contamos con los registros hertzianos del 440), además de que se prefiriera un poco más baja (llamada Kammerton) para la mayor expresividad de ensambles reducidos, algo contrario al Chorton aplicado a órganos, metales y dotaciones agudas en masas mayores.

Ahora bien, es un hecho que hoy muchos siguen prefiriendo la fuerza aplastante de las grandes orquestas por encima de los melómanos que se rinden ante los introspectivos sonidos “en cámara” que exponen cada hebra sonora de manera más íntima. Probablemente se deba a ese mayor recogimiento intelectual que, históricamente, le costara tanto esfuerzo a esta música ocupar un lugar en el gusto del público.

Es posible, igualmente, que por esas razones no fuera sino hasta el siglo XIX se formaron los primeros conjuntos de cámara profesionales e independientes. A ello agregaremos que no todos los pueblos tuvieron los mismos gustos. Según datos del mismo libro: “El piano, por ejemplo, está menos extendido en Italia que en Francia. En los países germánicos es más apreciada la música de cámara para cuerdas solas [...]En Francia el piano ejerce una verdadera tiranía. Es conocida, por otra parte, la predilección de los españoles por la guitarra.

Entonces, ¿con qué tipo de oído podríamos distinguirnos los latinoamericanos y, más aún, los mexicanos? Aunque son muchos nuestros compositores grandilocuentes, obsesionados con la orquesta enorme, también es cierto que desde principios de siglo fueron bien apreciados los grupos pequeños que tenían como centro al piano (al afrancesamiento porfiriano se debe, precisamente, mucho del deseo familiar de contar con un teclado en casa).

Así, siguiendo con esta exquisita tradición, durante todo el mes de junio la unam á su Ciclo de Música de Cámara iniciado en mayo, mismo que para el próximo domingo 1 ocupará tres distintos foros y diversos intérpretes:

De Alemania, el Cuarteto Vogler: Tim Vogler, violín; Frank Reinecke, violín; Stefan Fehlandt, viola; Stephan Forck, violonchelo. Cuarteto para cuerdas no. 52, Haydn, Cuarteto para cuerdas no. 4, Widmann y Cuarteto para cuerdas op. 59 no. 2 Razumovsky, Beethoven. Sala Nezahualcóyotl.

Trío Scherzando: Arturo González, violín; Mónica del Águila, violonchelo; Francesco Fabris, piano. Elegía, Josef Suk, Trío no. 2, Shostakovich, Trío op. 50, Enrique Granados y Trío no. 2 op., Mendelssohn. Sala Carlos Chávez.

Giselle Elgarresta, soprano; Alan Mason, piano; Martín Camacho, piano. Obras de Chopin y selecciones de obras musicales de Gershwin, Andrew Lloyd Webber y Richard Rodgers/Oscar Hammerstein. Anfiteatro Simón Bolívar.

Finalmente, el tamaño del espacio físico para su interpretación es un factor a considerarse (decíamos al inicio que de ahí venía su nombre). Por ello recomendamos acercarse mucho al proscenio, o preferir foros de poca capacidad en los que el carácter natural del conjunto deje su impronta esencial, más allá de la ayuda de micrófonos y altoparlantes.