■ El artista cubano ofrece una muestra de su obra en Galería Myto
Actualmente la rebeldía más grande es hacer pintura, asegura Raúl Cordero
Ampliar la imagen Una de las obras del artista Foto: Cortesia Myto
La “rebeldía” más grande hoy día es hacer pintura, asegura el artista conceptual cubano Raúl Cordero (La Habana, 1971), que presenta un vistazo de su obra de los recientes seis o siete años en la Galería Myto, Temístocles 23-2, colonia Polanco.
Formado como pintor primero en Cuba, luego en Holanda, pero también interesado en trabajar con los llamados “nuevos medios”, para Cordero la pintura sigue vigente: “Lo que pasa es que el ser humano tiende a rechazar lo que no puede dominar plenamente. La pintura se convierte cada vez más en un lujo para el arte contemporáneo. De todos los medios de arte, para mí la pintura tiene la historia más brillante y gloriosa. Los nuevos medios no pueden existir sin los viejos. Cualquier tipo de rebeldía conceptual en el arte tiene que estar siempre referida al origen de eso, que inevitablemente es la pintura, ni siquiera la escultura, el grabado y el dibujo.
“La pintura siempre ha sido el medio que ha marcado las tendencias. Pero, por supuesto que la de hoy no puede tener tanta carga representativa, anecdótica, descriptiva, ni simbólica. Más bien se convierte en el ejercicio de hacerlo. Para mí, hacer pintura en estos días es la propuesta más difícil del arte contemporáneo. Para poder pintar, un artista tiene que revisarlo todo desde el punto de vista más actual, de todo lo que ha pasado y pasa a diario en el arte, en todos los medios, inclusive, como estudio del propio sistema de arte y todo lo que pasa en los sistemas de poder del arte.”
El meollo del asunto está en la esencia misma de la pintura, que lleva “una naturaleza contemplativa y demanda del espectador un estado mental que tiene mucho más que ver con el tiempo en que la pintura surgió, fue implementada, desarrollada y convertida en el medio supremo de las artes. Hoy día la gente no goza de ese tiempo, ni de esa tranquilidad mental, ni siquiera de la cultura y la información que hay que tener para poder fluir una pintura. Cada vez la gente está más incapacitada para pasar quizá 25 minutos delante de una pintura”.
Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, Cordero, con casa y estudio en La Habana, aunque viaja mucho, habla del boom del arte cubano: “Fui alumno de esos artistas que integraron el llamado boom, sobre todo de los años 80, que vivieron en México un tiempo, después se fueron a Estados Unidos. Mi generación, conocida en Cuba como la de los 90, vivimos eso bastante de cerca y aprendimos mucho porque ellos fueron la primera generación de artistas cubanos que salieron al mundo y, sobre todo, al mercado del arte como desnudos.
“Algunos aprendieron, otros no, pero un poco sufrieron la consecuencia de lo que era saltar de un sistema de arte totalmente socialista a otro ya real, capitalista, del mainstream del arte. Ya cuando nos tocó también vimos un momento diferente en la historia de Cuba, en el cual el país se convirtió en la fruta prohibida de coleccionistas, curadores y museos. Todos iban allí a vernos un poco como parque zoológico, pero sí tuvimos, gracias a eso, la oportunidad ya de entrar al mundo real del arte, de trabajar con galerías a todos los niveles. En los recientes 10 años eso ha dejado de ser un boom y ha empezado a normalizarse. Nos resulta común trabajar con tres, cuatro, cinco, seis galerías en diferentes partes del mundo”.
Cordero gusta de combinar la pintura con el video, por ejemplo. La serie Expenditures, comenzada en 2003, parte de medir con un aparato la cantidad de calorías gastadas en hacer pinturas; el video muestra documentación del proceso. En Pieza a color, un paisaje construido con dos lados de la carretera, exactamente iguales, el artista se dio cuenta de que pintar en colores requería de más calorías que hacerlo en blanco y negro, como consignan sus partes.