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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      HUGO GUTIÉRREZ VEGA 
Hablar de Kapuscinski 
      MACIEK WISNIEWSKI Entrevista con ARTUR DOMOSLAWSKI 	  
Dar a la voz a los pobres 
      MACIEK WISNIEWSKI 
José Martí: universalidad 
  y nacionalidad 
      HÉCTOR CEBALLOS GARIBAY 
Dylan Thomas: 
  padres e hijos 
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Columnas: 
         La Casa Sosegada 
        JAVIER SICILIA 
        Las Rayas de la Cebra 
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		MANUEL STEPHENS 
		El Mono de Alambre 
		NOÉ MORALES MUÑOZ 
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		JORGE MOCH 
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Taxistas
  
  Abordé el taxi en la Terminal Sur. No bien arrancamos, el taxista me dijo: yo conozco a ese vale (un hombre sucio que cortaba guamúchiles). Es un huevonazo. No me diga, repliqué. El taxista siguió por la avenida Pino Suárez. A la altura del mercadillo volvió a la carga: yo conozco a esa mujer (una bella mujer que estaba recargada en un árbol). Me tocó llevarla a ella y a su amiga al motel. Bien chancleta la cabrona. Y descarada, además. No me diga. El taxista encendió un cigarro sin preguntarme siquiera si me molestaba. Ni chisté. En el semáforo del DIF me dijo: yo conozco a ese vale (un pobre vendedor de periódicos). Era soldado. Buscapleitos y bien mariguas. Bien jodido que quedó (señala su renquera). Vaya por Dios. El taxista siguió hablando durante el trayecto de nuestros personajes. Abundó sobre sus vidas. Sobre sus desgracias. Al llegar a la Universidad , me dijo: yo a usted lo conozco también. No me diga, acoté sintiendo un retorsión de tripas. Sí, contestó ansioso de que le preguntara dónde o bajo qué circunstancias. Pero no lo hice. Saqué las monedas justas, las puse sobre la palma de su mano y partí agradeciendo no haber preguntado todo eso que, precisamente, no quería escuchar.   |