Usted está aquí: jueves 6 de marzo de 2008 Cultura Un arte de sentimientos

Un arte de sentimientos

Ángel Vargas, enviado

Lincoln, Nebraska, 5 de marzo. “Caer bien” es algo que no le interesa a Enrique Bátiz. Por lo menos así lo asegura el director de orquesta. De la crítica, prefiere mantener sus distancias, aunque, si debiera admitirlo, se manifiesta “una persona frágil, en cierto sentido”.

Se define como “un hombre de rigor y de principios, difícil si se quiere, que no tolera los dobles lenguajes ni la mentira, que le gusta hablar de frente y directo”. Como director quizá eso le ha ayudado mucho, sopesa. “Me ha servido ser un cabrón.”

Lo que busca en la música es compartir “mi conocimiento, mi amor y desamor, mis encuentros y desencuentros, mis sentimientos y estados de ánimo. La música es un arte de sentimientos y busco infundir eso en los músicos”.

En diferentes charlas informales sostenidas con él, precisa su deseo de “ser totalmente transparente” con el enviado de La Jornada y aclara que en esta gira que realiza con la OSEM por Estados Unidos ha permitido una serie de concesiones que comúnmente no hace, como aceptar la presencia de la prensa en los ensayos.

“La precisión es 100 por ciento, no 90. Venimos a servir a la música, no a servirnos de ella. ¡O están precisos o va a haber pedos!”, exclamó en uno de los ensayos.

Otro instante: “Eliminemos la mariconería de la música. Debemos estar en el sentimiento correcto, el escrito, y no como niñas de cinco años, chillando. En la música hay que ser sincero; eso les falta ahora, sinceridad. No sólo toquen las notas, sientan algo. En el momento en que se pierde una nota, se pierde la emoción”.

La mayoría de los músicos de la OSEM aseguran estar ya acostumbrados a estas formas de ser y trabajar de su director, y no se sienten ofendidos, según se constató mediante un sondeo entre los atrilistas.

De acuerdo con uno de ellos, lo que pasa en la sinfónica mexiquense “es como en una relación de pareja: hay momentos buenos y malos. Ya sabemos cuando viene de mal humor, y luego se le quita, y hace chistes tan malos que luego él solo se ríe”.

Aceptan que “sólo se sienten ofendidos aquellos que no lo conocen”, y aquí cabe traer a colación historias de que algunos músicos que han trabajado bajo las órdenes de Bátiz han determinado concluir su carrera o deben acudir a terapias sicológicas.

 
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