Usted está aquí: domingo 17 de febrero de 2008 Mundo Numerosos asesinatos de indígenas, durante conflictos con hacendados

Más juristas defienden en Brasil a terratenientes que a miembros de las etnias

Numerosos asesinatos de indígenas, durante conflictos con hacendados

La Orden de Abogados Brasileños promueve una campaña con la consigna “No al genocidio”

Sólo en la región de Mato Grosso del Sur murieron violentamente el año pasado 81 guaraníes

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Ampliar la imagen Mujeres guaraníes participan en una fiesta tribal en la localidad boliviana de Kuruyuki. La mayor población de esta etnia está diseminada a lo largo y ancho de  Brasil y Paraguay, y en menor cantidad se les encuentra en la selva tropical de Bolivia y en el norte de Argentina Mujeres guaraníes participan en una fiesta tribal en la localidad boliviana de Kuruyuki. La mayor población de esta etnia está diseminada a lo largo y ancho de Brasil y Paraguay, y en menor cantidad se les encuentra en la selva tropical de Bolivia y en el norte de Argentina Foto: Ap

Dourados, Brasil, 16 de febrero. Numerosos conflictos agrarios entre indígenas de distintos grupos y hacendados han sido la causa de numerosos asesinatos de guaraníes, especialmente en Mato Grosso del Sur. Sólo el año pasado murieron en esa zona 81 indígenas.

Valdelice Verón lamenta hasta ahora no haber acompañado a su padre, pero él le ordenó que fuera a la ciudad. Temprano, aquel domingo 12 de enero de 2003, su hija le alertó: “madre, el abuelo está en la televisión”.

Brutalmente apaleado, Marcos Verón murió el día siguiente en el hospital de Dourados, en el centro occidental estado brasileño de Matto Grosso del Sur. Sobrevivió su sobrino con un tiro en la pierna. Los acusados de la criminal agresión responden al proceso judicial en libertad.

Marcos Verón, de 70 años de edad, lideró en esa ocasión el segundo intento de recuperar un área que consideraba tierra guaraní, porque allí vivieron sus antepasados y donde su tía fue “quemada viva en 1953”.

En 2001, su grupo tampoco logró mantenerse en la hacienda, en el municipio de Juti, pero el líder no soportó ver a su gente acampada a un costado de la carretera con “desnutrición y agua sucia” y encabezó la nueva “retoma”, recuerda su hija.

En estas tierras ubicadas al sur del estado, en la frontera con Paraguay, también en 2007 fueron asesinados a tiros Julite Lopes, de 73 años, y Ortiz Lopes, durante tres intentos de recuperar la tierra que los guaraníes denominan Kurusú Ambá. Varios indígenas fueron heridos y otros detenidos, insólitamente acusados de disparar contra sus propios parientes.

Estas muertes reflejan las de los 81 indígenas brasileños fallecidos el año pasado, según cifras del Consejo Indigenista Misionero aún bajo revisión; 53 eran de ese estado, donde las etnias autóctonas suman una población estimada en 65 mil personas, la mayoría guaraníes. En 2006, de 48 nativos muertos, 20 eran guaraníes.

La sección estatal de la Orden de Abogados de Brasil (OAB), promovió una campaña con la consigna “Respete el indígena, genocidio no”. No es una posición consensual, porque hay más abogados defendiendo hacendados que indígenas en los conflictos que se intensificaron en las dos últimas décadas, ante las “retomas” en las disputas por tierras.

El número de muertos se acentúa en el Parque Indígena de Dourados, un área de 3 mil 561 hectáreas apretada entre la ciudad del mismo nombre y extensos cultivos de soya. Allí viven cerca de 12 mil indígenas, la mayoría guaraníes del grupo kaiwoá.

En 2007 fueron asesinados por lo menos 21, un índice de 175 por cada 100 mil habitantes, siete veces superior al promedio nacional. Además, en ese lugar se registran más suicidios de adolescentes que en otras zonas del país. En los últimos años también hubo crisis de desnutrición con muchas muertes de niños.

Son “indígenas matando indígenas”, gran parte a golpes de machete, usados en la cosecha de caña. Víctimas y autores son mayoritariamente jóvenes. La raíz de tanta violencia es la tierra limitada –0.3 hectáreas por persona– que configura un “confinamiento”, según antropólogos. “Los indígenas no están preparados para tan poca tierra”, dijo Anastacio Peralta, coordinador de Políticas Públicas en la Cuestión Indígena de la Alcaldía de Dourados.

Los suicidios se deben a la “falta de tierra y de trabajo”, pero también al “abandono de la cultura tradicional”, opinó Jorge da Silva, “rezador”, líder religioso que se encarga de rescatar los rituales milenarios. “Rescatar la cultura guaraní” es la solución para que los niños no “sigan otra carretera” equivocada, porque además las aldeas fueron invadidas por “iglesias de fuera”.

La violencia en las aldeas es “el más grave problema” entre los guaraníes, evaluó Antonio Brand, historiador y profesor de la Universidad Católica Don Bosco, dedicado a investigar y promover la educación indígena.

El hambre se soluciona con distribución de alimentos, como se está haciendo con las canastas básicas del gobierno brasileño. Pero la violencia, que afecta a la organización interna compleja de las aldeas, conduce a un “callejón sin salida”, al incrementar la tensión y deseos de venganza ante cada muerte, explicó.

La prisión, un destino

“La causa original es el confinamiento”, coincidió Brand. Como dejan de lado a sus líderes y recurren a la policía, actualmente hay “una cantidad impresionante de indígenas presos”, destacó, apuntando otro tipo de violencia que sufren los guaraníes, especialmente los del grupo kaiwoá.

En Mato Grosso del Sur hay “casi 500 indígenas presos”, informó Wilton Matos, quien vive en la aldea Jaguapirú. Hijo “de padre guaraní y madre terena”, dirige la Comisión de Asuntos Indígenas creada por la OAB de ese estado para cuidar los derechos nativos en el área judicial y en las prisiones.

“La violencia interna en las aldeas es por desesperación y protesta”, evaluó. Los indígenas son encarcelados por discriminación y muchos son acusados de estupro, porque es más fácil culparlos de un “crimen sin testigos”.

Cuando falla, los acusan de “atentado violento al pudor”, menos grave, pero castigado con la misma pena, señaló. Muchas veces se convierten en reos confesos porque, “cuando no comprenden una pregunta, los kaiwoás la responden afirmativamente”, una situación común para la mayoría que usa casi sólo su lengua y habla poco o nada del portugués, acotó.

 
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