Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de diciembre de 2007 Num: 669

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La utopía de la lectura
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Poetas novísimos de Latinoamérica

De Balthus y pentimentos
RICARDO BADA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Rogelio Guedea
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Cabrera Infante frente al espejo

A lo largo del tiempo he visto muchas imágenes de escritores y poetas retratados en sus bibliotecas personales. De todas ellas, una me impresionó como ninguna otra: la de Guillermo Cabrera Infante, sentado en bata de baño, enfrente de un librero lleno de libros hasta el techo. En la imagen, Cabrera Infante aparece mirando sin mirar a la cámara, con sus anteojos redondos y su particular barba de perilla. Aunque se rodea el cuerpo con los brazos como si tuviera frío, su actitud parece serena, contemplativa, incólume. No podría precisar cuándo vi esa foto, pero debió haber sido hace mucho tiempo, en un tiempo, curiosamente, impreciso. Durante todos estos años he tenido presente la imagen de Guillermo Cabrera Infante retratado en su biblioteca, ha sido una imagen amuleto, una presencia constante. Desde mi propio mundo interior, sin darme cuenta, la he ido husmeando y rehaciendo tal cual uno hace y rehace un puzzle. Así, un día sin darme cuenta me vi también yo retratado en mi biblioteca en la misma postura que Cabrera Infante y delante de mi librero lleno de libros hasta el techo. Incluso, ahora que lo escribo, me veo también con mis anteojos redondos y mi particular barba de perilla. A veces me pregunto si, a lo largo del tiempo, el autor de Tres tristes tigres vio muchas imágenes de escritores y poetas retratados en sus bibliotecas personales o si, regresando del futuro, vio en una esquina de mi escritorio la mía propia y le impresionó de tal modo que ya no es necesario contar el resto de la historia.