Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 23 de diciembre de 2007 Num: 668

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

De Cervantes a Gelman
RODOLFO ALONSO

El peligro de la noche
KOSTAS STERIÓPOULOS

Noticias de Mittelamérica
CLAUDIO MAGRIS

Horacio Quiroga: a setenta años de su muerte
ALEJANDRO MICHELENA

Las Malvinas y la pretensión polar
GABRIEL COCIMANO

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Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Luis Tovar
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Mínima postal cinematográfica habanera (II DE V)

Como en otras latitudes, en el festival cinematográfico de La Habana se da el aplauso al término de la función, por cierto no privado de cierto exceso en su generosidad –cortesía que se incrementa cuando se sabe de la presencia en sala de alguien anejo al filme–, indicador de cierta dosis de complacencia por lo tanto, pero no a los niveles
que se ven en otros festivales.

SANTIAGO DE HOLLYWOOD

No obstante lo anterior, la conexión de un filme equis con un público ye suele resultar inescrutable, como sucedió por ejemplo con Mirageman (Chile, 2007), cinta fuera de competencia e integrante del bloque Panorama Latinoamericano, al parecer pensada y realizada sólo para fanáticos de los convencionalismos del cómic –estéticos, argumentales, caracterológicos–, pero no cualquier clase de fanático, sino sólo aquél muy complaciente, dispuesto a solapar el simplismo dramático, el planismo de los personajes, la pobreza conceptual de tantos fancines mediocres al uso, hechos pasar como fuente de algo parecido a la inteligencia. Sólo para ellos, porque en este filme de corpulenta pobreza narrativa se trata de un sacaborrachos que trabaja en un table dance, karateca cuyo hermano menor fue violado sexualmente en el mismo trágico evento donde sus padres perdieron la vida y el hoy maestro de las artes marciales fue golpeado brutalmente –lo adivinó: un Bruno Díaz/Batman corregido y aumentado, amén de santiagueño–, que se mete a superhéroe porque, aun sin saber que su pariente es quien se enfunda en un traje ridículo y se pone a hacer el bien, el traumadísimo hermano comienza a salir del marasmo sólo gracias a que vio en televisión las andanzas de Mirageman. Aquí cupieron todos, en deforme batiburrillo: Bruce Lee, por supuesto, pero también Chuck Norris, Steven Seagal y Jackie Chan; eso sí, de región 4 petatiux.

Funcionan en general los elementos básicos, incluidos los homenajes formales al cine setentero de aventuras –dobles pantallas, saturaciones cromáticas–, lo mismo que las escenas de acción en sus muy repetitivos alardes efectistas. Funcionan pero no bastan, pues hay pifias guionísticas imperdonables: por ejemplo, aquella inicial en la que don Mirageman, que para entonces todavía tiene nombre de persona, ni piensa en heroísmos cuando una noche sale a correr, pasa por donde está ocurriendo un asalto, le rompe la crisma a uno de los malos que guarda algún objeto en la cajuela de un auto, y para meterse a la casa a seguir rompiendo crismas decide quitarle al malo el pasamontañas y ponérselo él mismo. ¿Para qué? Por lo que luego se averigua, nada más para que la señorita en apuros no pueda verle la cara y luego se afane en vérsela, siendo la tal señorita una reportera/ modelo que hará cuanto pueda para explotar mediáticamente al bueno del karateca heroico, tan humilde él, que no busca ni que le den las gracias.

Otra peor: Mirageman ha sido vencido y golpeado hasta quedar como santocristo. El jefe de los malos indica a dos subordinados que vayan y lo echen al río. Subordinado 1 saca la pistola mientras Subordinado 2 prepara soga y piedra. Pero resulta que Subordinado 1 mata de un tiro a su compinche, dice “Huye, Mirageman”, y acto seguido ¡se suicida!

Lástima la buena intención de criticar al amarillismo televisivo y de revistas de sensación –verdadero hilo conductor de la mínima anécdota– porque, al final, dicha mirada medio ácida termina mordiéndose la cola al reivindicar, por la vía del perdón que pide la insulsa diva metida a reportera de noticias, a esos mismos amarillistas, según esto capaces de súbita conciencia de cuán perniciosos son, y también capaces, muy contritos, de hasta perder la chamba por ser honestos una vez en su vida.

Hollywood en Santiago: heroísmo de pacotilla, complacencia a raudales, descoyuntamiento guionístico, gratuidad argumental, indecisión genérica, inverosimilitudes a modo.

ARRIBA Y ABAJO

Esa misma sección incluyó, entre otras, la fallida –y para estas instancias ya vieja– American Visa (Bolivia-México, 2005), lo mismo que filmes todavía sin estrenar como El brassier de Emma y Espérame en otro mundo, ambos mexicanos de 2007. Panorama disparejísimo, con simas estilo El niño de barro (Argentina-España, 2007), algo así como El último profeta pero bonaerense; complacencias romanticoides tipo El salto de Christian (Argentina, 2007), ejercicios de superproducción histórica muy convencionales como la venezolana Francisco de Miranda (2006), pero también ejercicios narrativos lúdicos y de trazo ágil, verbigracia Ciudad en celo (Argentina, 2006), a la que le vendría muy bien otro título que no hiciera pensar en lubricidades más bien ausentes

(Continuará)