Usted está aquí: miércoles 19 de septiembre de 2007 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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Obcecación

La continuidad favorece grandes negocios a las trasnacionales del ramo energético

Enriquecerse a costa del fisco

Ampliar la imagen Torres de vapor en la planta de energía atómica en isla Tres Millas en Middletown, Pensilvania. Después de casi 30 años Entergy Corp, Dominion Resources Inc y Exelon Corp y la autoridad del valle de Tennessee están a la espera de la aprobación por parte de autoridades reguladoras para construir plantas nuevas Torres de vapor en la planta de energía atómica en isla Tres Millas en Middletown, Pensilvania. Después de casi 30 años Entergy Corp, Dominion Resources Inc y Exelon Corp y la autoridad del valle de Tennessee están a la espera de la aprobación por parte de autoridades reguladoras para construir plantas nuevas Foto: Ap

Decidida está la “continuidad” en repetir errores pasados y ceder el control de las áreas estratégicas a manos trasnacionales. Ya lo hicieron con el sistema nacional de pagos, el “motor” del crecimiento económico, las exportaciones, los puertos (etcétera) y ahora van por el redondeo del sector energético, aún nacional.

La “buena” nueva es que una porción por demás importante del abasto futuro de gas natural en el país quedó en manos de la trasnacional española Repsol, a quien la Comisión Federal de Electricidad otorgó un jugoso contrato, estimado en 15 mil millones de dólares y con duración de 15 años. Ese es el mismo “invento” de cuatro años atrás, pero ahora con el sello de la “continuidad”.

La estrategia es sencilla: por medio de una nueva planta en regasificadora en Manzanillo, Colima, y con el envío permanente del carburante desde Perú (campo Camisea, donde la propia trasnacional tiene su filón, con la sonrisa del gobierno de Alan García), Repsol abastecerá cotidianamente a la República mexicana con 80 millones de pies cúbicos de gas natural en 2011, volumen que duplicaría en 2012 y llegaría a 500 millones en 2025.

De hecho, Repsol, por medio de su inversión en el consorcio Gas Natural “de México”, ya concentra más de la mitad del abasto y comercialización del carburante en la mayoría de las grandes ciudades del país, comenzando por el Distrito Federal, amén de ser feliz propietario del contrato más grande para explotar la cuenca gasifera de Burgos. Ahora lo traerá de Perú, retomando el fallido esquema fraguado en tiempos de Fox y del ex presidente boliviano el Goni Sánchez de Losada: comprar el gas en el país sudamericano a un precio por demás reducido, y venderlo en México lo más caro posible.

La “continuidad”, pues, le revive el negocio del siglo a la trasnacional española, y para una idea del magno business que Repsol amarró, valga el ejemplo boliviano (antes de Evo, desde luego): las trasnacionales energéticas que operaban en aquel país sudamericano reportaban uno de los más altos índices de ganancia en la industria petrolera mundial. Informes oficiales del gobierno (aún Carlos Meza en la silla) detallaban que esos consorcios tomaron el control de los ricos yacimientos de petróleo y gas, con los costos de producción más bajos del mundo, al haber recibido sin mayores inversiones los gigantescos pozos y campos desarrollados por el Estado, y pagando impuestos casi simbólicos.

Repsol y Amoco, que en la época de “capitalización” (privatización) de las empresas del Estado tomaron el control de YPFB, registraban los costos unitarios de producción y exploración de hidrocarburos más bajos entre 200 empresas analizadas internacionalmente. En 2004 el costo promedio para la producción de un barril equivalente de petróleo era de 5.6 dólares a nivel mundial, pero en Bolivia se reducía, en el caso de Repsol, a sólo un dólar y en el de Amoco a 97 centavos de billete verde. En el ámbito internacional, únicamente la petrolera Niko Resources reportó un costo menor de producción(87 centavos), según consigna la publicación Global Upstream Performance Review 2003.

Otras trasnacionales que operan sin restricción alguna en Bolivia, como Total, Maxus, Petrobras, British Gas, Panamerican Gas y Shell, también tenían costos muy bajos, producto de las excesivas y onerosas concesiones que el Estado boliviano otorgó en la década de los años 90, cuando se privatizó la industria petrolera de aquel país y se desmanteló la empresa estatal. Los costos de producción incluyen gastos operativos, mantenimiento de pozos, infraestructura y equipamiento, gastos administrativos directos e impuestos de producción.

Todas las inversiones y trabajos de prospección, exploración y desarrollo de campos realizadas por el Estado boliviano beneficiaron directamente a las petroleras extranjeras, que sin invertir mayor cosa encontraron gas y petróleo a raudales. No es casual que el informe oficial establezca que las trasnacionales que operan en el país tengan también los costos más bajos en la búsqueda y desarrollo de un barril equivalente de petróleo, que es de 8.58 dólares a nivel mundial y de 5.66 dólares el promedio latinoamericano. Este costo en el caso de Repsol en Bolivia, apenas 40 centavos de dólar por barril equivalente de petróleo, 20 veces por abajo del promedio internacional y 14 veces menos que el latinoamericano.

El resto de las trasnacionales energéticas que sin limitaciones operaban en Bolivia reportaba similares indicadores y sus perspectivas para acrecentar sus ingresos eran enormes. Con una escasa tributación, costos tan bajos y aprovechando al máximo el trabajo anterior desarrollado por el Estado, invertir en Bolivia se convirtió en sinónimo de altas ganancias y escasos riesgos.

El citado informe subraya que la tasa de éxito para encontrar gas y petróleo en Bolivia se cuenta entre las más altas del mundo: 50 por ciento, en comparación con otros países donde ese nivel llega a 20 por ciento. Esto quiere decir que a nivel internacional 8 de cada 10 intentos por encontrar gas y petróleo están condenados al fracaso; en Bolivia cinco de cada 10 dan resultado.

Mientras los consumidores domésticos e industriales bolivianos pagaban sus hidrocarburos a precio de importación, en beneficio de las trasnacionales petroleras, éstas “pagaban” impuestos de mentiritas: Repsol, por ejemplo, apenas enteró 4.3 millones de dólares como promedio anual, no obstante las exorbitantes utilidades.

Cancelado el paraíso boliviano para Repsol, fue por el peruano y de allí a retomar el negocio del siglo (fisco incluido) que el “cambio” no le pudo concretar (aunque lo intentó con el magno contrato a la trasnacional en la cuenca de Burgos), pero sí la “continuidad”.

Las rebanadas del pastel

¡¡¡Salud!!! Un enorme y solidario abrazo, con su respectiva felicitación y celebración, para la comunidad jornalera (accionistas, trabajadores y lectores), en el 23 aniversario de La Jornada, que se mantiene como la joven más bella del periodismo mexicano.

 
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