Usted está aquí: miércoles 12 de septiembre de 2007 Política Viaje en silencio del cielo al infierno en Mumbai

Viaje en silencio del cielo al infierno en Mumbai

Claudia Herrera, enviada

Mumbai, 11 de septiembre. En 59 minutos que duró el recorrido del convoy presidencial, la caravana se detuvo en las avenidas principales de esta ciudad. Todas las bocacalles estaban cerradas por policías y cordeles y la gente que habita hasta en las banquetas o en edificios en ruinas observaban curiosos el paso de automóviles y autobuses.

“¡Que impresionante!”, comentaba un funcionario de Los Pinos al llegar al hotel Taj Mahal, el más lujoso de Mumbai, mientras otro acotaba “¡cuánta gente vive en la calle!” En un día, Felipe Calderón y su comitiva pasaron por el cielo y el infierno de India antes de terminar su gira por Asia y Oceanía.

Concluidas las visitas a los jefes de Estado y líderes políticos en Nueva Delhi, Calderón voló a Bangalore para descubrir el rostro de la modernidad de este país: el Silicon Valley de Asia.

La primera parada fue en Electronic City, donde contrastan los edificios “inteligentes” de las empresas indias más importantes –Tata, Infosys y Wipro o de trasnacionales como Oracle, IBM, Siemens–, con casuchas de cartón, separadas por unos cuantos metros.

Pero para llegar allí, el Presidente y un grupo de funcionarios, la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, y el titular de Economía, Eduardo Sojo, debieron observar el resto de una ciudad, que se muestra en permanente construcción. Aquí se pueden ver calles polvorientas sin banquetas, casas descarapeladas, alternando con una interminable cantidad de ostentosas torres y puentes en construcción.

En la capital de la informática viven 5 millones de habitantes, una mayoría que paradójicamente no tiene acceso a las nuevas tecnologías y donde hay pésimas conexiones a Internet. En unos cuantos años, Bangalore pasó de ser asiento de agricultores al mayor centro mundial de tecnología de informática y biotecnología.

Nada más llegar a Biocon, su directora, Kiran Mazumdar-Shaw, le explicó los proyectos de esta poderosa empresa biotecnológica: moléculas para el desarrollo de insulina oral, la búsqueda para la cura de males cardiacos, cáncer y el desarrollo de anticuerpos que ataquen la artritis reumatoide.

Mostró ser una especialista del mercado al que van dirigidas sus innovadores medicamentos: 5 millones de diabéticos en México y 70 mil pacientes de cáncer.

Fue tan abrumador el diagnóstico que dio Mazumdar que Calderón terminó por reconocer que estos males representan un reto serio para cualquier gobierno, y agradeció que esta compañía india esté dando más opciones a la humanidad para combatir estas enfermedades.

De ahí se trasladó a Wipro, donde una vez más observó la brecha entre el cielo y el infierno. A unos pasos de sus modernas instalaciones y de su lago artificial había pequeñas chozas de lamina y cartón.

Infosys se encuentra entre jardines con el pasto perfectamente cortado, hileras de palmeras, un gigantesca área de comida para los trabajadores donde hayan McDonald's y Pizza Hut, además de canchas de tenis, salones de juego. Se trata de la compañía de software que ganó 850 millones de dólares el año pasado.

Sentado quizás en una de las salas de teleconferencias más modernas en el mundo, Calderón atendía como alumno dispuesto a “aprender” de este país, las explicaciones que ofrecían sus directivos sobre las claves del triunfo.

Hace 10 años, le contó Nandan M. Nilekani, vicedirector de Infosys, los colegios indios producían solamente 80 mil egresados, pero hoy, debido a la inversión en universidades, se gradúan más de medio millón de ingenieros. Se calcula que en los próximos cinco o seis años estarán generando un millón de ingenieros al año.

En India un millón 100 mil personas tienen empleo en la industria del software. Otras ventajas que destacó son que los egresados dominan el inglés y hay una política educativa que ha puesto énfasis en las matemáticas y la lógica.

Convertidos en los Bill Gates de India, los directivos se dieron a la tarea de presentar un diagnóstico al Presidente mexicano sobre las ventajas y debilidades de invertir en México: su proximidad a Estados Unidos, gran calidad de la infraestructura y un fuerte régimen de protección a la iniciativa privada.

Impresionado con los datos, Calderón agradeció la inversión de Infosys en México, que instala una filial en Monterrey, y se declaró confiado en que en el futuro muchas empresas de informática van a replicar esta experiencia.

Desde el cielo, el Presidente pudo ver los contrastes en Mumbai. Él y su comitiva no tuvieron que ir muy lejos para observar la miseria: en casi una hora que duró el viaje del aeropuerto al hotel Taj Mahal se asomó por todos lados.

Aquí una legión de desheredados de una sociedad de castas sobreviven mendigando o recogiendo basura. Cientos de personas llegan cada día a la ciudad para buscarse la vida; no tienen dinero ni para tomar el tren de regreso, mientras el cinturón de casuchas crece sin freno.

En el autobús donde viajaba la prensa el recorrido casi se hizo en silencio por lo impactante de la escena. Durante el trayecto sólo se escuchaban los sonidos de las cámaras fotográficas y uno que otro murmullo.

Desarrapadas o vestidas con saris, ellas; de blanco o tal vez mugrientos, ellos, todos se agolpaban a ver el paso de los visitantes.

La circulación se detuvo para recibir a Calderón, como ocurre cada vez que viene un dignatario. Hizo así el recorrido por este mundo dispar, donde a un lado de una agencia de Porsche se puede encontrar a la gente viviendo en viejas barcazas o a la intemperie.

Casi una hora después de iniciado el recorrido, el Presidente llegó a una de las zonas más ostentosos de Mumbai, a las puertas del hotel Taj Mahal. En sus baños de grifería dorada se puede encontrar a personal con un único cometido: abrir al cliente esos grifos y proporcionarle una toalla. Este es el cielo, el de las películas de Bollywood y el infierno de India.

 
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