Usted está aquí: viernes 24 de agosto de 2007 Sociedad y Justicia Un vencedor de gigantes de fast food

Un vencedor de gigantes de fast food

En la práctica, México entrega mano de obra barata a EU: Lucas Benítez, líder de pizcadores

ARTURO CANO

Ampliar la imagen Lucas Benítez, dirigente de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, expuso que el programa de jornaleros huéspedes no es la solución al problema migratorio Lucas Benítez, dirigente de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, expuso que el programa de jornaleros huéspedes no es la solución al problema migratorio Foto: Cristina Rodríguez

A los dos días de terminar el bachillerato, Lucas Benítez se largó de su pueblo y cruzó el río Bravo. No sabía nadar. Catorce años después dirige una organización de pizcadores de jitomate que cuenta entre sus medallas haber derrotado a gigantes de la comida rápida como Taco Bell y McDonald's.

"Sentamos un precedente: nunca una gran corporación había dado dinero a las personas de más abajo directamente. Y ahora vamos contra Burger King", dice el dirigente de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW, por sus siglas en inglés).

Cuando llegó a Immokalee, en el corazón de la zona agrícola del sur de Florida, Lucas se topó con pared: "Era un pueblo sin ley. Los patrones traían las pistolas al cinto, te tronaban los dedos y te mentaban la madre. La gente tomaba como algo normal los bajos salarios y los maltratos. Y bueno, uno sale de su país para tener una mejor vida, y llegas allá y te encuentras con esto... te joden aquí, te joden allá, ¿dónde vas a ir a parar?"

A la primera reunión en la parroquia de la comunidad, en 1993, sólo asistieron cuatro trabajadores. La organización se dificultaba porque muchos de los jornaleros de Immokalee son de temporada. Cosechan tomate en Florida y se van al tabaco a Carolina del Norte o a la manzana en Nueva York.

Durante dos años la coalición fue un grupo que se reunía a escondidas. Pero en 1995 una de las compañías más grandes decidió reducir el salario por debajo del mínimo, que entonces era de 4.25 dólares la hora, a 3.85, con el argumento de que los campesinos igualaban o superaban el mínimo si pizcaban suficientes cubetas.

"Pues agachamos las orejas y seguimos trabajando o hacemos algo", cuenta Lucas que se dijeron. Y lo hicieron.

Fue la primera huelga de la coalición. Tres mil trabajadores dejaron la cosecha. La empresa reculó y las demás siguieron el ejemplo: el salario quedó entre 4.50 y 4.75 dólares por hora.

En las oficinas de la coalición todavía conservan el objeto que les recuerda su siguiente paso: una camisa ensangrentada. Un jornalero guatemalteco pidió permiso para tomar agua y el patrón se lo negó. Como desobedeció, le partió la cara.

Seiscientos trabajadores rodearon la casa del patrón, al grito de: "Golpear a uno es golpear a todos". "Fue nuestro primer boicot, en 1996". A la mañana siguiente, como todos los días, el ranchero fue a buscar jornaleros en su camioneta. Ninguno se subió.

Entre los últimos días de 1997 y los primeros de 1998 seis miembros de la coalición realizaron una huelga de hambre en demanda de que los rancheros se sentaran a negociar. "Pensamos que la cercanía de la Navidad les iba a mover el corazón a los rancheros, pero nada".

El obispo local, otros líderes religiosos y el ex presidente James Carter pidieron a la CIW poner fin a la huelga. "Por respeto a ellos la paramos en el día 30, pero eso nos ayudó a quebrar la barrera de una lucha local".

Siguieron una marcha de 370 kilómetros y varios paros laborales sin que los rancheros aceptaran negociar. "A ellos no les interesaba cuidar su imagen, porque realmente no tienen ninguna".

En esas andaban cuando en un periódico especializado leyeron una nota que les llamó la atención: Taco Bell informaba que había firmado un contrato con una de las compañías más grandes del área para comprar tomate al precio más bajo del mercado. "Ya sabíamos quiénes iban a pagar el precio".

Los trabajadores de Immokalee (la mitad mexicanos, 30 por ciento guatemaltecos, 10 por ciento haitianos y el resto de otras nacionalidades) emprendieron entonces un boicot contra Taco Bell. En el camino, lograron el apoyo de estudiantes, iglesias, celebridades del espectáculo y políticos.

Al principio, la compañía no se inmutó. Taco Bell forma parte de Yum! Brands Inc., una de las 500 mayores corporaciones del mundo según la revista Fortune, y tiene alrededor de 900 mil empleados en cien países; sus otras cadenas de restaurantes son KFC, John Silver's, All American Food y Pizza Hut.

Tuvieron que pasar cuatro años para que Taco Bell comenzara a ver afectada su imagen de empresa "filantrópica" y "socialmente responsable". La compañía se sentó a la mesa y firmó: "Aceptó pagar un centavo más por cada libra de tomate que consumiera y que ese centavo fuera directamente al trabajador".

Los otros dos logros no fueron menores. La firma y la CIW elaboraron un "código de conducta" que en esencia obliga a Taco Bell a alentar a los rancheros a respetar los derechos laborales de los jornaleros. Igualmente, se comprometió a dejar de comprar el tomate de aquellos rancheros que incurran en "violaciones extremas" de los derechos, como servidumbre o esclavitud.

Las cubetas

La planta de jitomate se cosecha de tres a cuatro veces, explica Lucas. "La primera vez puedes cosechar bastante, ya la cuarta es difícil. Si eres muy rápido tal vez tardas de cinco a ocho minutos en llenar una cubeta. Ya en las últimas pizcas puedes cosechar 25 o 30 cubetas en todo el día".

Antes del acuerdo, los pizcadores recibían unos 45 centavos por cada 32 libras (una cubeta de 14.5 kilogramos), actualmente pueden llegar a ganar 77 centavos.

Ahora, cada semana Taco Bell entrega a la coalición una lista de los trabajadores que cosecharon tomate para sus restaurantes, y éstos reciben el cheque del ranchero y otro de la corporación, con cantidades que van de 18 a 40 dólares.

Luego de ese triunfo, la coalición dirigió sus baterías contra otra poderosa trasnacional. El triunfo sobre McDonald's le llevó la mitad del tiempo, dos años. El 9 de abril pasado, la empresa aceptó las mismas demandas que su competidora. Y detrás de ella lo hicieron las demás integrantes de Yum! Brands.

En resumen, como dice Lucas, "seis de la más grandes cadenas de comida del mundo están trabajando con nosotros".

De mojado, a premiado

Lucas Benítez asegura que de haberse quedado en México habría terminado de "campesino empobrecido o de delincuente". En Estados Unidos, en cambio, se ha convertido en un personaje multipremiado.

En 1998, la CIW recibió el premio que la Conferencia Episcopal estadunidense da a quienes trabajan por la eliminación de la pobreza y la injusticia. En 1999 obtuvo un galardón patrocinado por la revista Rolling Stone. En 2003, con dos de sus compañeros, recibió el premio de derechos humanos que lleva el nombre de Robert Kennedy.

En aquella ocasión, en el Capitolio, Lucas dijo: "es raro; la vida es como un sueño. Hace dos días estaba con mis compañeros manifestándome contra el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Florida, y estábamos rodeados por 3 mil policías, y ahora me encuentro en Washington recibiendo este premio".

Lucas y sus compañeros fueron reconocidos por su ayuda para liberar a más de mil trabajadores agrícolas obligados a trabajar a la fuerza en los campos de Florida y Carolina del Sur.

Por esos días fue invitado a una cena en la mansión de los Kennedy. "Nunca había comido con tantos fierros, así que cuando la señora Ethel me pidió que comenzará a comer le tuve que decir: 'you first', porque no sabía cómo empezar", dice entre risas.

Esa anécdota lo lleva a recordar otra, de sus primeros tiempos en Estados Unidos, cuando visitó un pueblo al norte de Immokalee (nuestra casa, en lengua seminol). Entonces no hablaba una palabra de inglés, y tenía hambre. Se formó en la fila de un restaurante, pero no sabía cómo pedir la comida. Una persona que estaba adelante pidió varios platillos y quien la seguía en la fila sólo dijo: "give me the same" (déme lo mismo). "¡Durante 15 días sólo comí give me the same!"

Trabajadores huéspedes, igual a esclavitud legal

Casado con una mexicana originaria de Chalco, estado de México, Lucas Benítez sólo ha venido tres veces desde que salió, hace 14 años, de su natal Arcelia, en Guerrero.

Su vida y su batalla en el otro lado lo mantienen muy ocupado, y casi toda su familia ya anda por aquellos lares.

Con la experiencia de su ya largo batallar por los trabajadores agrícolas, asegura que un programa de empleados huéspedes no es la solución al problema migratorio. "Eso del bracerismo es esclavitud legal. Si dejas al patrón te puede denunciar a Migración y te ponen en la lista negra. No te puedes cambiar, aunque en otro lugar te paguen más y te traten mejor.

"Tiene que haber un tratado, porque en la práctica México está vendiendo mano de obra barata para la actividad peor pagada de Estados Unidos, que es la agricultura".

 
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