Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de abril de 2007 Num: 634

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Bazar de asombros
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El universo según Penrose
CARLOS ALFIERI entrevista con ROGER PENROSE

Un fiasco con Hegel
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Juan Domingo Argüelles

Los libros de poesía que no hay que leer

Libros: todo lo que hay que leer (México, Taurus, 2004), de Christiane Zschirnt (Bremen, Alemania, 1965), es un libro desconcertante para el lector de poesía. El subtítulo es desmesurado y, por lo mismo, publicitario. ¿Todo lo que hay que leer?

Obviamente, es una exageración deliberada, dispuesta perfectamente para captar a los interesados en las listas del hit parade. Podemos admitir que el libro no carece de amenidad y que es útil sobre todo para estudiantes y profesores un tanto perezosos y para lectores curiosos en general. Pero también es bastante esquemático y, en no pocos momentos, inmoderado, charlatán y algo bobo y ridículo en sus recursos expositivos (que, estrictamente, son casi todos sus recursos), como cuando leemos lo siguiente: "Ana Karerina es la mujer más bella de la literatura universal. Es tan maravillosa que uno se queda sin palabras." Ah, bueno. Siendo así no hay nada más que decir. Si el asunto es tan irrebatible, cualquier tímida opinión en contrario equivale de todos modos a quedarse sin palabras.

El problema de Christiane Zschirnt es creer que sus conclusiones indubitables son tan universales como las obras que lee, reseña y recomienda y que, en un alarde de soberbia, engloba en el término jactancioso "todo lo que hay que leer".


Baudelaire

Uno no esperaría que su prologuista y mentor, Dietrich Schwanitz, la desmintiera aunque sea un poquito. Cómo podría hacerlo si es el autor de otro título imponente: La cultura: todo lo que hay que saber. Sin embargo, ni siquiera matiza. Los juicios de la autora parecen incontestables. Dice: "He escrito este libro para todos los que quieran orientarse en el océano. Es un libro sobre textos que han dejado su huella en la cultura occidental. Contienen el saber de Occidente: se trata de novelas, dramas, epopeyas, tratados teóricos y ensayos."

Nada dice Zschirnt de la poesía, pero sí aclara que "la selección de libros se ha realizado teniendo en cuenta asimismo la complejidad de la sociedad moderna. Dentro del horizonte trazado, quise abarcar todo el panorama posible. Por esta razón, junto al clásico del canon, Homero, aparece el icono de la cultura pop, el pato Donald. Me interesa tanto el desarrollo de la píldora anticonceptiva en los años sesenta como la invención del capitalismo en el siglo xvi".

Bien. Es lo que a ella le interesa, que está muy lejos de ser "todo lo que hay que leer", pues en este todo, a lo largo de sus quince capítulos y más de 350 páginas, únicamente incluye cuatro libros de poesía: la Odisea, de Homero; la Divina comedia, de Dante; las Poesías, de François Villon, y la Tierra baldía, de t. s. Eliot. Y ello, más que nada, por cuanto tienen estas obras de narratividad.

Al leer libros de resumen totalizador como los de Schwanitz y Zschirnt (rotunda, ella dice de él: "en sus seminarios aprendí todo –sic– lo que se puede descubrir en la literatura si se observa la sociedad"), nos preguntamos, por enésima vez, si los libros de poesía son libros. De veras: ¿son libros los libros de poesía?, ¿forman parte de la literatura?, ¿constituyen, por lo menos, un pequeño fragmento del saber y del conocimiento? Otra vez parece que no. Entre más de un centenar de títulos reseñados en Libros: todo lo que hay que leer, la mayoría es de prosa narrativa, y los cuatro de poesía no están incluidos ahí por sus cualidades propiamente poéticas, sino por sus virtudes épicas y cuasinarrativas.

O Christiane Zschirnt no lee poesía (cosa probable) o, como mucha gente, cuando piensa en literatura y en libros sólo se acuerda de novelas, colecciones de cuentos, ensayos, obras de sociología y filosofía y, sólo por razones del canon, de Homero y de Dante. Los poetas, bajo este razonamiento, no son escritores. Será por esto que, con bastante frecuencia, en cualquier parte leemos y oímos la distinción (nunca explicada, jamás aclarada) de que Fulano es poeta y, además, escritor.

El canon literario de los difusores y divulgadores de la cultura sigue sin entender la poesía al grado de no atribuir, por ejemplo, relevancia universal y decisiva a Las flores del mal, de Baudelaire o los Cantares, de Ezra Pound. Por fortuna para los lectores hay libros como Cien libros clave del movimiento moderno, de Cyril Connolly, en cuyas páginas los títulos de poesía, aunque no sean ni remotamente "todo lo que hay que leer", sí constituyan algo recomendable para cualquier lector.