Usted está aquí: sábado 24 de marzo de 2007 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega

Sonrían, resentidos

Civismo y cinismo

Amenazas cumplidas

Ampliar la imagen El presidente de Citigroup en América Latina, Manuel Medina Mora, y el empresario Roberto Hernández, ayer en Acapulco, durante la 70 Convención de la Asociación de Bancos de México Foto: Cecilia del Olmo

Pues nada que la cosa se pone buena. Desde octubre pasado el equipo de Francisco Gil Díaz en la Secretaría de Hacienda anunció el comienzo de la "desaceleración" económica en el país y pronosticó que el producto interno bruto crecería un punto porcentual menos que en 2006.

La descrita fue una proyección similar a la que seis años atrás realizaran, también en plena "renovación" de gobierno, las principales agencias econométricas, nacionales y extranjeras.

En aquel octubre, el subsecretario de Hacienda, Alejandro Werner (ratificado en el puesto por la "continuidad") advirtió que la economía mexicana "se encuentra en un proceso de desaceleración que la llevará de un crecimiento desde el 4.5 por ciento de 2006 a sólo 3.5 por ciento en 2007, lo que se expresará en una menor creación de empleos; el menor crecimiento provocará una caída de 25 por ciento en la generación de empleo formal".

Perdida entre la grilla sucesoria (tal cual sucedió con el advenimiento del "cambio"), esa advertencia desapareció en el auto elogioso discurso oficial ("¡qué bien lo hemos hecho en estos cien días!"), hasta que en plena convención bancaria Agustín Carstens, sucesor y cachorro de Gil Díaz en la Secretaría de Hacienda, retomó el asunto, aunque con un optimismo verdaderamente envidiable que erradica los nubarrones.

En un placentero ambiente (Acapulco, mar, sol, banqueros, edecanes de finas curvas, ejército de seguridad y mucha comida), dijo el ex directivo del Fondo Monetario Internacional que la economía mexicana crecerá 3.5 por ciento en el primer trimestre de 2007, "por lo que mantenemos la expectativa de que el PIB en todo el año sea de 3.6 por ciento"; la generación de empleos proyectada para el año de 700 mil fuentes de trabajo puede superarse, ya que va mejor de lo esperado".

Ese es el espíritu que le falta a los mexicanos alejados del presupuesto federal: hacer de tripas corazón, sonreír ante lo que otros llaman adversidad y decir sin ruborizarse que todo funciona de maravilla, aunque la realidad sea color Pelé, y que las expectativas son espléndidas, aunque no falta el agrio malora que en las palabras de Carstens busque el elemento de conflicto, el negro en el arroz. Por ejemplo, que la economía mexicana crecería 25 por ciento menos que en 2007 y que el número de empleos que con una sonrisa contagiosa estima el secretario de Hacienda resultaría 30 por ciento menor al generado (oficialmente) en 2006 y que en el mejor de los casos atendería menos del 60 por ciento de la demanda real, sin considerar el vergonzoso rezago existente en este renglón ni la "válvula de escape" de la emigración.

Aquellos quejosos desempleados que no reconocen el esfuerzo del eficiente gobierno de la República y sus aliados naturales, los barones, no dejarían pasar la oportunidad (en el lejano caso que se les presentara) para comentarle a Carstens que 700 mil empleos no sirven ni para el arranque y que, en los hechos, la tasa oficial de de desocupación abierta se mantiene al alza, y que en los seis años con tres meses transcurridos de "cambio" con "continuidad" ese indicado se ha multiplicado casi por tres, con todo y discurso de "tasas históricas".

No importa, pues, que el Secretario de Hacienda ni por aproximación mencione que la estimación oficial de crecimiento económico para 2007 resulta un punto porcentual menor a la registrada en 2006, y que con ese logro indiscutible la tasa promedio anual durante el "cambio" con "continuidad" alcance un espeluznante 2.4 por ciento en siete años (una de las más bajas de América Latina y la menor desde hace ocho décadas), porque han hecho las cosas tan bien en estos cien días y pico (más los seis años previos), que de plano en esas sólidas cifras sólo se fijaría gente como la que sobrevive en la pobreza (uno de cada dos mexicanos), trabajadores sin contrato y seguridad social (el 75 por ciento de los oficialmente ocupados), jóvenes desempleados, sin acceso a la educación y tantos otros resentidos que no se identifican en la sonrisa de la "continuidad".

Ese es el espíritu a imitar, y los millones de mexicanos que reclaman deben asumirlo y reeducarse, para lo cual las escuelas públicas ya no impartirán lecciones de civismo, sino de cinismo.

En el mismo ambiente se movió el gobernador del Banco de México, uno de los antecesores de Carstens en la Secretaría de Hacienda, quien aparte de reiterar su ya tradicional "exhorto" a los banqueros para que (fueran tan amables) reduzcan el monto y número de comisiones cobradas, consideró que la estabilidad macroeconómica sin crecimiento "no es sostenible".

Pues resulta que sí lo es. Tanto, que México registra cuando menos dos y media décadas de resultados económicos deprimentes y con un costo social aterrador. Es el periodo en el que la terca tecnocracia neoliberal ha "dirigido" esta nación y ha estado a punto de destrozarla. Y en este contexto, el ahora gobernador del Banco de México no puede lavarse las manos. Que se requiere mayor crecimiento, indudablemente que sí, pero con las mismas recetas aplicadas en estos 25 años lo único que se alcanza es precisamente de lo que se queja Guillermo Ortiz.

Las rebanadas del pastel

Debe tranquilizarse el inquilino de Los Pinos. A él sólo lo han amenazado, según dice, y en eso ha quedado, pero a los mexicanos todas las amenazas se las han cumplido, y no precisamente el narco, aunque sí el crimen organizado.

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