Usted está aquí: sábado 3 de febrero de 2007 Espectáculos "Sueños la filmé con una cámara en la mano y un AK-47 en la otra"

Se rodó entre asesinatos, amenazas y torturas al equipo, contó Mohamed Al-Daradji

"Sueños la filmé con una cámara en la mano y un AK-47 en la otra"

Los iraquíes no van al cine porque temen a los bombardeos, dijo en entrevista con La Jornada

Se exhibió en el Festival de Cine de Gotemburgo; el público le dio un entusiasta recibimiento

JUAN JOSE OLIVARES ENVIADO

Ampliar la imagen Arriba, el cineasta iraquí Mohamed Al-Daradji, en Gotemburgo Foto: Juan José Olivares

Gotemburgo, Suecia. 2 de febrero. "La gente en Irak no va al cine. No hay tiempo; quién quiere ir si tiene el temor de ser asesinado, el miedo de que en algún edificio estalle una bomba del ejército de Estados Unidos o de las milicias. Además, las pocas salas que hay en el país ­como 18, ahora­ no sirven, tienen proyectores viejos y sus edificios están derruidos", comenta en entrevista con La Jornada el iraquí Mohamed Al-Daradji, realizador de Ahlaam (Sueños), quien para filmar su historia en Bagdad con actores no profesionales bajo el ataque del ejército de Estados Unidos y de las milicias, tuvo que cargar en una mano un AK-47 y en la otra su cámara, que era la que le daba "poder y protección... magia".

Ahlaam fue seleccionada por Irak para ser a postulada como mejor cinta extranjera en la próxima entrega de los premios Oscar. Por obvias razones, no fue elegida entre las finalistas, pero ha tenido un gran recorrido en festivales internacionales, con entusiasta recibimiento, como el que tuvo ayer en su exhibición en el encuentro de Gotemburgo, que se celebra en esta tranquila ciudad.

­¿Cómo se hace una cinta en un país convulsionado, ocupado, destruido? ­se le pregunta a Mohamed.

­Se filma bajo terror y tristeza; me sentía sacudido. La cámara me daba poder. Era magia; cuando la cogía e iba por las calles de Bagdad siempre me detenían militares de Estados Unidos y de las guerrillas; sin embargo me sentía seguro.

El largometraje, filmado en 35 milímetros, comenta el realizador egresado de la Escuela de Bellas Artes de Irak y de un colegio de artes visuales en Hilversen (Holanda), se rodó en tres meses en el desierto de Irak y en Bagdad.

Filmación entre tres fuegos

No sólo encontró restricciones para obtener permiso para filmar del ejército estadunidense, del gobierno de Irak y de las milicias (de forma no oficial), además, los miembros del equipo sufrieron tortura y encarcelamiento de todos los bandos en conflicto.

El propio Mohamed fue amenazado por la milicia e interrogado con rudeza por los soldados de la ocupación. Inclusive, uno de los policías iraquíes que protegía la locación fue asesinado misteriosamente, mientras a su sonidista le dispararon en una pierna.

­¿Cuál es su percepción del conflicto?

­Es un caos. Irak está triste, se derrumba (sube el tono de su voz), llora, cada día mueren 50 personas, (grita). Es demasiado. Son seres humanos asesinados, por eso necesitamos contar historias sobre mi gente, necesitamos artistas que al menos tengan una función catártica. El futuro es incierto para el cine. Tuvimos propaganda gubernamental durante 20 años, por lo menos, por tal motivo ahora es importante hacer trabajos que sean vistos por personas de otras partes del mundo.

Sueños es un drama, una fatídica jornada que comienza en un hospital siquiátrico en medio de un bombardeo de las fuerzas estadunidenes en Bagdad, en 2003. Mientras el ataque sucede, el personaje central emerge: una mujer confinada en ese nosocomio porque fue testigo del violento arresto de su pareja (un activista opositor). Ella era una estudiante de inglés y él un intelectual, quienes no sólo se opusieron a la invasión sino también al régimen totalitario de Saddam Hussein. Sus vidas se transforman después de esos ataques.

No es un filme político

Mohamed dice que no pretendía hacer una cinta política, sino responder algunas preguntas para "salvar a Irak. Sólo soy un cineasta que vive entre Londres y Bagdad, que tiene dos pasaportes; las cosas se me facilitan, pero cuando voy a Bagdad no uso los dos pasaportes porque me verían como un extranjero".

A decir del realizador, los problemas para filmar en Irak consisten en que "no tenemos cine profesional, la inseguridad, y para poder hacerlo en cualquier formato necesitas permisos del ejército de Estados Unidos, del gobierno de Irak y de la gente que pelea contra la ocupación, y aunque los tengas, no estás íntegramente a salvo".

Otro pequeño detalle son los cines y la gente. "Hay como 18 salas con proyectores viejos; el cine comercial sólo se puede obtener en dvdés. Además, no hay audiencia: a una sala como de mil butacas asisten alrededor de siete personas. Los cines están maltratados. A las seis de la tarde es el toque de queda. En el régimen de Hussein el cine comercial estuvo muy condicionado. Antes había muchos soldados del país, ahora los hay de Estados Unidos".

Agrega: "La gente no va al cine. No se merece eso. ¿Qué queremos: soldados o artistas?, es lo que nos preguntamos los iraquíes. Imagino que en México todavía existe eso de ir al cine con un amigo, con tu novia o con tu esposa. Eso no existe en Irak. A las seis de la tarde todos ya deben estar en sus casas, si no quieren arriesgarse".

Ahora, asegura el cineasta oriundo de Bagdad y quien decidió contar esta historia a partir del asesinato de un primo que era activista político, hay ciertas organizaciones culturales que en algunos lugares están promoviendo la exhibición de cine no profesional.

El papel estelar en la cinta es el de una mujer. "En Irak no es sencillo abordar la presencia de mujeres en el cine, pero en mi película la protagonista es una mujer, lo cual no es tan usual de ver. Sin embargo, actuó bajo algunas condiciones, como que su marido participara en la película (lo hizo como chofer) y que cuando su hijo llorara se tendría que parar la filmación.

"Espero que un día los iraquíes puedan vivir como cualquier ciudadano del mundo, donde no haya guerra: sin miedo", remata.

 
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