Usted está aquí: lunes 22 de enero de 2007 Espectáculos Murió Alfredo Ripstein, dedicado al cine nacional durante 60 años

El crimen del padre Amaro es la última de las más de cien películas que registró

Murió Alfredo Ripstein, dedicado al cine nacional durante 60 años

Seguiré en este arte hasta que el cuerpo aguante, afirmó durante un homenaje en Guadalajara

Con él parte una generación de productores; nunca dejó de ser vigente, dice García Agraz

JUAN JOSE OLIVARES

Ampliar la imagen Alfredo Ripstein, durante la conferencia en la que se anunció la postulación de El crimen del padre Amaro para el Oscar, en 2003, año en que el productor recibió la medalla Salvador Toscano Foto: Alfredo Domínguez

Más de seis décadas dedicadas al cine son el legado del productor Alfredo Ripstein, quien la noche del sábado falleció a los 90 años. Un paro respiratorio fulminó en su propia casa el realizador, quien vio crecer y desarrollarse a decenas de cineastas mexicanos desde los años 40 hasta la fecha. Su última producción registrada fue El crimen del padre Amaro, dirigida por Carlos Carrera, la cual obtuvo un Ariel, además de batir récord de asistencia y representar a México en la categoría de mejor película extranjera en la 75 edición de los Oscares.

"Seguiré haciendo cine hasta que el cuerpo aguante. Este arte me ha dado muchas satisfacciones como el que mi hijo esté en él, y ahora mis nietos. Todo se lo debo al cine", aseguró el productor nacido en 1916, durante un homenaje que le rindió el Festival de Cine de Guadalajara hace unos años. Era el único productor activo de su época.

"Antes la imagen del productor era determinante en el cine, ahora pasó a quinto lugar, pero sin productor no hay película", comentó en ese entonces Alfredo.

Fundó Alameda Films

Hijo de un comerciante de origen polaco, llegó a la ciudad de México a la edad de cinco años. A pesar de su confesada poca vocación por el estudio, terminó la carrera de contador público y, en calidad de tal, a finales de los años 30 comenzó a trabajar en la Financiera Industrial Cinematográfica de Simon Wishnack. Ocho años y casi 50 filmes después, decidió independizarse y fundar su propia compañía, Alameda Films SA, para la que trabajaron estrellas como Pedro Infante, Marga López, Joaquín Pardavé o Arturo de Córdova, y directores como Alejandro Galindo, Alfredo B. Crevenna, Chano Urueta, Fernando Méndez, Miguel M. Delgado, Rogelio A. González, Luis Alcoriza, Sergio Véjar Alberto Gout y, más adelante, Alberto Isaac, Jorge Fons, Carlos Carrera y Arturo Ripstein (hijo del productor). Sin contar su trabajo anterior con realizadores como Julio Bracho, Rafael Baledón, Roberto Gavaldón, Julián Soler, Tito Davison, entre muchos otros.

Alejado del medio durante varios años a consecuencia de un grave accidente, Alfredo Ripstein regresó a la producción en 1993 para realizar filmes de renombre, como Principio y fin (de Luis Estrada), El callejón de los milagros (Jorge Fons) y El crimen del Pare Amaro.

"La muerte de Alfredo Ripstein es la partida de una generación de productores. Un tipo que no dejó de ser vigente. Fue productor desde los años 40 hasta los dos mil, y nadie puede decir lo mismo. Deja que sea productor, que un ser vivo tenga una vida tan productiva durante tanto tiempo en lo que sea es importante", comenta el director José Luis García Agraz.

En el reconocimiento que se le hizo en Guadalajara en 2003 y donde se presentó el libro del también finado crítico Tomás Pérez Turrent, Alfredo Ripstein, productor, se le preguntó acerca de la forma tan precaria con la que se hacía cine en México.

Respondió: "De milagro se realiza cine aquí. En mi época se hacían 120 películas, y era la segunda entrada de divisas para México. Ahora se hacen 10 o 12; se debe estimular el cine mexicano porque se está dando a conocer en todas partes. Estuve en la entrega del Oscar ése y la gente preguntaba mucho sobre las películas mexicanas. No me sentí decepcionado de no haber recibido el Oscar, porque la competencia era muy fuerte, con estar postulado fue suficiente".

La enfermedad del cine

Acerca de su hijo, sin duda uno de los más prolíficos realizadores contemporáneos de México y cuyas cintas han sido mejor apreciadas en el extranjero que aquí, decía: "Lo aprecio, pero tiene mucho qué aprender; como director me gustan mucho sus películas". Mientras Arturo reviraba: "Papá, te debo mi oficio. Los dos tenemos la enfermedad del cine".

Pero todavía se recuerdan más palabras de Arturo para su padre: "Alfredo Ripstein, el productor, me enseñó con su ejemplo que el camino es largo y tortuoso, pero que desgraciadamente es mucho más larga la corrupción mexicana. Alfredo Ripstein, mi papá, no sólo me inculcó el miedo, sino también el coraje. Mi papá lo conoce todo como los viejos coyotes, me inculcó el aterciopelado veneno del cine. Como hijo sólo te puedo decir a ti en público muy bien papá; gracias por llevarme de la mano a los foros, por los cables, verle las piernas a Ninón Sevilla; gracias por haberme enseñado que el mundo sólo puede desentrañarse con las claves del celuloide".

Ripstein, que tiene registradas en la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas más de cien películas, se caracterizó por producir cintas cuyos textos fueran de reconocidos dramaturgos o escritores. El crimen del padre Amaro es una adaptación de la obra de Eça de Queirós, además de invertir en producciones basadas en textos de plumas como Gabriel García Márquez, Vicente Leñero, Jorge Ibargüengoitia y Naguib Mahfouz, entre otros.

 
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