Usted está aquí: sábado 23 de diciembre de 2006 Sociedad y Justicia Siqueiros, disputa contra las sombras

Siqueiros, disputa contra las sombras

El mural Ejercicio plástico continúa deteriorándose, arrumbado en varios contenedores de Buenos Aires

STELLA CALLONI CORRESPONSAL

Ampliar la imagen David Alfaro Siqueiros ca. 1970, junto al mural que pintó en el Polyforum que lleva su nombre, en la ciudad de México. Imagen tomada del libro de Edward Lucie-Smith, Lives of the great 20th-century artists Foto: Daniel Frasnay

Buenos Aires, 22 de diciembre. El 2006 llega a su fin arrastrando aún el misterio, la leyenda y la incógnita del destino del mural pintado aquí, en el sótano de una casa de campo hace más de 70 años, por un personaje también legendario: el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros.

La pared que sostenía el ''mural sin luz", como le llaman, ya que aquel sótano debía ser iluminado para ver la obra del gran maestro mexicano, fue cortada en pedazos en 1990 para arrumbarla en cuatro contenedores que han estado mucho tiempo a la intemperie, mientras se libra una batalla para saber finalmente cuál será su destino.

¿Habrá imaginado Siqueiros en su viaje a Buenos Aires ­donde compartió con sus amigos, la mayoría intelectuales del Partido Comunista, veladas y paseos por el excitante mundo cultural de esos años­ que finalmente iba a pintar un mural que la eternidad le sigue disputando a las sombras?

Durante seis décadas ese mural estuvo oculto, pero aún sigue en penumbras y se ha convertido en un mito, ya que cada vez que parece que se ha encontrado una solución los caminos se cruzan y en los contenedores continúa esa obra maestra.

Exilios, cárceles y triunfos

Siqueiros llegó desde Los Angeles a Buenos Aires en 1933, en una época de grandes cambios, con ''iluminerías de la modernidad", como le gustaba decir al ya fallecido poeta paraguayo Elvio Romero.

''Siqueiros fue, sin proponérselo, un gran desestabilizador, un seductor con una historia increíble detrás, cargada de romanticismo, de sueños revolucionarios, y a pesar de todas sus acciones políticas, que fueron más que impactantes, nadie discutía su enorme talento, ni los que lo criticaban", decía Elvio en una entrevista en 1999, cuando recorrimos aquellos años de encantamiento de Buenos Aires ''que se fueron apagando".

El gran muralista mexicano había vivido exilios, cárceles y triunfos. En esos momentos llegaba con todo el bagaje de su paso por la Chouinard School of Arts de Estados Unidos, en cuyo edificio pintó un muro, como también aquella América tropical del Plaza Art Center.

Todo lo que rodeaba a Siqueiros seducía al ambiente cultural porteño, y por eso aquel Ejercicio plástico, pintado en un sótano cilíndrico con materiales indestructibles, fue la obra inaugural del muralismo argentino.

No todo fueron luces en el camino porteño de Siqueiros, recuerda el periodista Víctor García Acosta. El mexicano instaló un debate que atravesó todos los espacios, cuando decía a los cuatro vientos que las obras de arte debían salir a las calles para ser vistas y pertenecer a todos, como un derecho de los pueblos.

Muchos críticos de arte locales se preguntan cómo fue posible que sosteniendo estas teorías con enorme pasión, Siqueiros terminara pintando un sótano en la casa de campo de Natalio Botana, un deslumbrante personaje porteño, que había creado Crítica, el periódico que dio un vuelco a la historia del periodismo argentino.

Conociendo a este personaje, del cual se cuentan innumerables historias en todos los círculos intelectuales, porque marcó una etapa de los medios de comunicación y rompió con todos los moldes de su época, esto fue posible.

El escritor Alvaro Abós, quien escribió una magnífica biografía de Botana, cuya vida parece una novela de laberintos, sostiene que Siqueiros llegó a aquella casa en uno de los tantos paseos en que, como solidario guía, lo llevó el poeta Oliverio Girondo, quien insistía en que debía pintar un mural en Buenos Aires.

Mirando los grandes silos del puerto de Buenos Aires, Siqueiros intentó pintar allí el mural que habría soñado para Buenos Aires. Pero no logró hacerlo. Es un misterio el porqué Botana le ofreció aquel sótano-bodega, oculto a la vista de todos.

Reconstruir esa historia-leyenda es como reunir ahora aquellos pedazos de pared donde está dividida una obra de arte de vanguardia sobre la que muchos oyeron hablar, pero sólo algunos privilegiados han visto.

Una de las explicaciones más sencillas a la que se llega ­hablando con unos y otros­ es que en realidad Botana soñaba con el mural, pero no quería quedar en medio del tumultuoso debate que instaló Siqueiros y que dividió aguas ya divididas entre lo más conservador de la sociedad argentina y el sector más renovador y revolucionario.

El desafío de Botana

Así, dejando de lado el mural soñado en las calles, el muralista mexicano tomó el desafío de Botana y estudió durante días aquella extraña forma cilíndrica, para luego pintar techo, paredes, piso. ''Todo quedó bajo aquella furia de su pincel y de los que lo acompañaron en ese enorme trabajo colectivo, como Antonio Berni, Lino Eneas Spilimbergo, Juan Carlos Castagnino y el gran escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro, cuyo papel fue muy importante en los juegos de luces que en aquel lugar enterrado eran más difíciles de manejar''. Así lo recordaba Ricardo Carpani, el gran pintor y muralista argentino ya fallecido, a quien le apasionaba esta historia.

''El debió imaginar todos los juegos para esos 200 metros en cilindro y recurrir a su portentosa imaginación, como lo decía. Y por eso ocupó cada espacio libre en ese auténtico trabajo colectivo con otros grandes de la pintura argentina. Y así se transformó en el iniciador de los fuegos del muralismo que luego se reflejaron en diversos lugares de la ciudad", sostenía Carpani.

''Pintado con técnicas ortodoxas, el mural no hubiese sobrevivido a las terribles agresiones que sufrió posteriormente. Esta suntuosa propiedad cambiaría de dueño años más tarde con el mural incluido, por supuesto, y sus nuevos propietarios hicieron tapar las 'indecencias' de los desnudos, al mejor estilo de Il Braguettone, quien cubriera las 'obscenidades' del Juicio final de Miguel Angel. Otras peripecias tuvieron lugar posteriormente cuando para destacar los rostros deciden barnizarlos. Inclusive, por motivos inexplicables, se intentó borrar la obra con ácido y al resultar imposible destruirlo fue tapado íntegramente con cal por uno de sus sucesivos dueños", escribió la crítica de arte Ana Martínez Quijano en la revista Aguila y Sol, número 2, editada por la embajada de México en Buenos Aires en octubre de 1996.

Pintura monumental dinámica

Dice Martínez Quijano: ''Los desnudos personajes pueden observarse hoy en todo su esplendor. Figuras incrustadas por medio del escorzo, puños apretados, pies rotundos que se aplastan con fuerza, sensuales cuerpos femeninos ondulantes que aprietan sus senos, sus vientres, sus piernas, ejerciendo la mayor presión posible contra su límite, el muro. Todas la figuras miran fijamente al virtual espectador con la intención evidente de desestabilizarlo e integrarlo, creando un efecto movilizador, de placer o repudio, como queda demostrado al conocer la historia de las vicisitudes del mural. El objetivo de Siqueiros, al menos en parte, se ha cumplido".

También se recuerda aquí que el propio Siqueiros definió en 1935 que este Ejercicio plástico era ''una pintura monumental dinámica para un espectador dinámico".

Pero como también señala la crítica de arte: ''lo que seguramente nunca imaginó (Siqueiros) es que la inquietud que provoca el juego de las miradas y la sensualidad de los desnudos incitaran a destruir la obra", lo que, por supuesto, no se pudo lograr.

 
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