Usted está aquí: sábado 11 de noviembre de 2006 Política Una política impostergable para el próximo gobierno

Enrique Calderón A.

Una política impostergable para el próximo gobierno

Varios sucesos ocurridos esta semana resultan realmente preocupantes. Uno me ha llamado especialmente la atención por sus implicaciones futuras. Me refiero a las declaraciones del Presidente electo sobre la prioridad que dará su gobierno a la lucha contra el terrorismo, y que tiene al menos tres consecuencias graves:

1. Su intención de continuar plegado a los intereses y dictados de Bush, sin considerar los diversos daños que esa política ha causado al país.

2. El clima de terror que las supuestas actividades antiterroristas provocan, además de las dosis de represión, autoritarismo y violencia que conllevan, como lo hemos visto en la histeria habitual en la que viven nuestros vecinos.

3. La negación implícita del señor Felipe Calderón (con quien por cierto, no tengo parentesco alguno) a reconocer la corrupción como el problema más grave que enfrenta el país y que debiera tener la más alta prioridad en su gobierno, como claramente lo amerita el conjunto de hechos que constituyen nuestra realidad cotidiana.

La inclusión de México en un estudio internacional que lo coloca en el lugar 77 en materia de corrupción entre dos centenas de países llama a la reflexión, el anuncio podría no ser grave si los primeros 76 países tuvieran una calificación de 10 y el nuestro una de 9.9, pero no es el caso, nuestra calificación de 3.3 resultante de una batería de encuestas contestadas por los propios mexicanos, nos confirma la realidad que vivimos hoy en el ocaso del gobierno foxista, sumido en escándalos de corrupción lamentables, que involucran a la esposa del Presidente, a los hijos y a los hermanos de ésta, e inclusive al mismo Presidente, como se desprende de las declaraciones de Lino Korrodi, uno de sus hombres más cercanos, y de los hechos narrados en libros y artículos de publicación reciente.

Ciertamente la corrupción no es un fenómeno nuevo, y de ella se habló mucho al final de cada sexenio priísta, como los de Miguel Alemán, López Portillo y Salinas de Gortari, por mencionar algunos, sin embargo, resulta evidente que su crecimiento ha sido impetuoso en algunos casos como el actual, en el que la corrupción parece formar parte ya de nuestra cultura, porque si no, ¿cómo entender que el líder de la Cámara de Diputados pueda ser un hombre como Gamboa Patrón, fuertemente vinculado con el narcotráfico, la prostitución infantil, el lavado de dinero y el tráfico de influencias? ¿Cómo aceptar que el gobernador de Puebla sea capaz de actuar como un secuestrador, o como un mafioso, sin ser llamado a cuentas?

Las recientes declaraciones o confesiones hechas a Carmen Aristegui por el señor Lino Korrodi, han desnudado al gobierno y a los colaboradores cercanos al Presidente, confirmando los niveles de corrupción en las que ha estado inmerso este equipo desde el inicio mismo de la administración. Hoy sabemos que la corrupción ha asentado sus reales no sólo en el gobierno federal, sino también en algunos estatales y municipales, donde los enormes salarios y gastos de representación han sido autoimpuestos, como parte de una gran diversidad de irregularidades de los funcionarios respectivos, principalmente panistas.

De igual manera es lamentable, pero cierto, que la corrupción infesta a los partidos políticos, los cuales han integrado a su comportamiento la aceptación de dádivas cuantiosas a cambio de contratos y prestaciones, como lo vimos en el caso del PRD con personajes cercanos a López Obrador.

Las consecuencias de la corrupción son impredecibles y normalmente bastante mayores a los beneficios que produce a los infractores, un "ahorro" de 10 por ciento en el costo de los materiales de un puente, puede dar lugar al derrumbe del puente con pérdida de vidas y vehículos, además del costo total de la construcción.

Un caso extremo es el de la precampaña de Fox, cuyos beneficiarios y beneficios se conocen, ella hizo posible el caos en el que vivimos y cuyas consecuencias ni siquiera podemos cuantificar.

Es importante y relevante hablar hoy de esto, y exigir a Felipe Calderón un gobierno en guerra permanente contra la corrupción, especialmente en virtud de que su propio mandato surge de un acto totalmente cuestionable: la aceptación de la validez de las elecciones presidenciales por parte del tribunal electoral, luego del reconocimiento de irregularidades y de violaciones a la ley realizadas por el Presidente y otros funcionarios; la transparencia de esa decisión, al igual que el comportamiento del Instituto Federal Elctoral han agravado el escenario ya descrito y pueden tener también graves consecuencias.

Por ello, resulta totalmente indispensable que el nuevo gobierno se abstenga de proteger en modo alguno a quienes cercanos al gobierno actual, son sujetos que deben ser investigados y en su caso castigados. No hacerlo así, estará dando un claro mensaje de que la corrupción continuará su camino otros seis años.

 
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