Usted está aquí: sábado 28 de octubre de 2006 Cultura Cuestionan el progreso en la sala Siqueiros

Dos instalaciones hacen alusión a los avances tecnológicos y a la forma en que se usan

Cuestionan el progreso en la sala Siqueiros

MERRY MACMASTER

Los símbolos del "progreso" son cuestionados por medio de dos instalaciones en la Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS), Tres Picos 29, Polanco.

Por una parte, Enrique Jezik instaló Pieza sonora sin título para cuatro máquinas, en el "cubo", lo que antes era un espacio al aire libre en medio de la construcción que se techó. Esos aparatos para cortar acero están puestos de manera que "atacan" el espacio. Además, Jezik los colocó sobre unas bases para que quedaran a la altura y el ángulo deseados. También les puso contrapesos porque la máquina normalmente la maneja una persona al hacer presión sobre ella, lo que hace que funcione de diferente manera en ciertos momentos, según la parte del material que corta, lo que asimismo hace que la cantidad de rebaba que desprende sea variable. La pieza de Jezik está programada para funcionar a partir de un control y un sensor.

Formado como escultor, Jezik dice que las máquinas determinan condiciones en las que le interesan trabajar. En el caso de Pieza sonora... están "automatizadas", mientras que hace unos años en Ex Teresa Arte Actual enfrentó dos martillos hidráulicos montados en retroexcavadoras, que requirieron de operadores. Las máquinas en turno le han servido para trabajar más la idea del progreso, del desgaste de ciertos materiales y generar una situación en un espacio determinado. El desprendimiento de rebabas hace difícil transitar por el lugar.

Igualmente, hay referencias a "una cierta idea de modernidad que fue símbolo en otro momento". En la actualidad, el símbolo del "progreso" más bien se relaciona con la tecnología digital. La realización de la pieza, apunta Jezik, tiene mucho de proceso escultórico: "La estructura enfatiza la dirección hacia donde van a salir las rebabas. Pude haber puesto unas mesas de trabajo normales, pero puse una estructura más dinámica para enfatizar ese movimiento que después se desarrolla más en el momento en que funcionan las máquinas".

La instalación de Michael Wiebach (ciudad de México, 1967), ¿A dónde nos lleva el tren?, viene a ser su primer trabajo en esta urbe, ya que radica desde hace siete años en San Miguel Allende. Consiste en un tren de juguete -de hecho, es de su hermano- que da vueltas en medio del cuarto creado a la entrada de la sala, pinturas hechas en encáustica y óleo, porque Wiebach es pintor, y usa proyecciones fotográficas sobre la pared.

El tren, dice el entrevistado, representa la industrialización y cómo ésta se ha manejado de manera tosca. También juega con la nostalgia, ya que en la época en que el tren era la punta de lanza de la tecnología, ésta tenía un cierto sentido de inocencia. En lo personal, Wiebach no rechaza la tecnología, no obstante, piensa que "la hemos llevado mal. En lugar de sacarle provecho, nos ha esclavizado, quizá por cuestiones económicas".

 
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