Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de octubre de 2006 Num: 606


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
¡Hoy marchamos, mañana…!
ROBERTO GARZA ITURBIDE
Ante Tàpies
JACQUES DUPIN
Para Antoni Tàpies
ANTONIO SAURA
París d’Antoni Tàpies
PERE GIMFERRER
Cuatro fragmentos para Antoni Tàpies
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Con la misma inquietud de cuando era joven
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ
Entrevista con ANTONI TÀPIES
El cine y el Guinness
RICARDO BADA
Al vuelo
ROGELIO GUEDEA
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Danza
MANUEL STEPHENS

Tetraedro
JORGE MOCH


Directorio
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Roberto Garza Iturbide

¡Hoy marchamos, mañana…!

ROMEO Y HÉCTOR


Marcha inmigrante, Chicago, sep. 2006
Foto: Abel Uribe/AP/archivo La Jornada

Romeo Fuentes tenía diecisiete años cuando se fue al otro lado. Cruzó el Río Bravo de mojado, montado en una cámara de llanta impulsada por el pataleo de su hermano Héctor, el mayor de una familia de catorce que recién había quedado huérfana de padre. "En 1966 –recuerda Romeo–, cruzar el río era cosa de niños."

Romeo dejó el pueblo porque no quería trabajar en las minas de carbón. "En Nueva Rosita –le solía decir Héctor– sólo tienes dos opciones: o te largas o te haces minero como papá." Así que Romeo prefirió jugársela en el Norte. "Cuando me bajé de la llanta, Héctor me dijo adiós con la mano y se fue de regreso al lado mexicano. De pronto me encontré solo, sin cambios de ropa ni dinero."

Ocho años después, Romeo obtuvo el grado de óptico optometrista por la Universidad de Berkeley. "Al principio no me querían aceptar. Había mucho racismo. Apliqué como cinco veces y siempre me rechazaban, pero no por la calificación, sino por el aspecto de mexicano, hasta que un día de plano dijeron: ‘órale pues, vamos a mezclar a este fríjol en el arroz.’"

Han pasado cuarenta años desde que Romeo dejó su natal Coahuila y la vida le pinta bastante bien en California. Ahora tiene la green card, su propio consultorio en Sunset Boulevard, una casa grande en Glendale –un barrio de blancos–, una esposa de origen colombiano, un hijo con título universitario, otro rocanrolero de diecisiete años y una hermosa hija punk que estudia ciencias… en Berkeley.

ELMA Y BOBBY

Según me platicó su madre hace varios años, Roberto Bobby Fuentes se metió al boxeo porque quería viajar y conocer el mundo. "Vente a Los Ángeles manito –le dijo un día su hermano Romeo por teléfono–. Acá la vas a hacer en grande."

Roberto, el güero de la familia, cruzó el puente internacional Piedras Negras-Eagle Pass caminando, sin papel de por medio. Sólo dijo american y se siguió de frente. Dos semanas después, se instaló en la casa de su hermana Elma, quien vivía en un barrio latino de la zona más amolada del este de Los Ángeles.

En 1970, con un sucinto historial de cinco victorias y tres derrotas, Bobby murió apuñalado en una riña callejera. Unos dicen que lo mataron los bolillos porque se andaba cogiendo a una gringa, pero lo cierto es que lo ajusticiaron unos pandilleros mexicanos por deudas de juego.

"Bobby era buena persona, pero le gustaba mucho la fiesta. Era bien parrandero y se gastaba el dinero en juegos de cartas y con las mujeres [putas]... ah, pero qué buena derecha tenía el condenado", dice Elma, la mayor de las Fuentes, mientras saca de una caja de zapatos un avejentado recorte de periódico con la foto de Bobby antes de su última pelea.

CHAVIRA Y LOLITA

Salvador Fuentes le apostó al ejército. Y vaya que perdió. "Regresó loco de Vietnam, –dice su viuda Lolita, para después agregar–: Fue como si mi Chavira se hubiera quedado allá en la selva y me hubieran mandado a un pinche demente."

Salvador cruzó el Bravo en 1967, en una cámara inflada como su hermano Romeo. De inmediato se presentó como voluntario en las oficinas de reclutamiento militar, con la esperanza de ganarse la residencia. Lo mandaron a Vietnam y sobrevivió dieciséis meses en el frente. A su regreso, sin papel, permiso de residencia ni trabajo, Salvador peló cable. Una mañana salió por el periódico y nunca volvieron a saber de él. Así nomás, desapareció para siempre. Dejó a Lolita con dos hijos: Randy, hoy preso por asalto con violencia, y el recién nacido Henry, quien, ironías de la vida, renunció a la pandilla de la Seis para convertirse en un flamante marine de noventa kilos y un metro ochenta que ahora mismo se debe estar derritiendo de calor en Kuwait, y que posiblemente termine cazando compatriotas en la frontera de Arizona. Todo por el mentado papel.

LUCHA Y DESAZÓN

Muy temprano en la mañana del lunes 1 de mayo de 2006, Romeo Fuentes colocó un letrero en la entrada de su consultorio: "Lo sentimos, Estados Unidos está cerrado, el Dr. Fuentes no vino a Trabajar." Mientras tanto, Clemencia, su mujer, preparaba en casa una deliciosa machaca con huevo y frijolitos.

Al regreso, Romeo se sonrió como hace mucho no lo hacía al observar la camioneta de Héctor estacionada en el garaje. Hace más de tres años que no veía a su hermano mayor, que en esta ocasión hizo el viaje desde Nuevo México para unirse a la marcha. "!Hello manito!", soltó Héctor antes de sacarle el aire con un fuerte abrazo de carnales.

Poco a poco, la mesa de Romeo y Clemencia comenzó a llenarse. Llegaron Elma y Lolita con sus familias, incluidos los nietos –felices porque ese día faltaron a la escuela–, y los hijos de Romeo con sus novias y algunos amigos.

Pasadas las once y con el estómago bien cargado de machaca, los Fuentes y anexas abordaron sus autos, tres de ellos con banderitas mexicanas en las antenas, y se dirigieron en caravana hacia a la intersección de las calles Brodway y Olympic, punto de reunión de una de las dos marchas del día.

Los miembros de la familia Fuentes, como buena parte de los marchantes, no son "ilegales", pero apoyan a los 12 millones que sí lo son. "Aquí el asunto es demostrar que estamos unidos y que seguimos en la lucha", comenta Héctor. "Para mí es una cuestión de dignidad –agrega Elma–. Ya va siendo hora de que nos respeten."

Una hora después, los Fuentes son parte (diminuta como una gota, pero parte al fin) de un río de más de un millón de personas que fluye lentamente por Brodway Street con dirección al Centro Cívico de Los Ángeles. "El pueblo, unido, jamás será vencido", "sí-se-puede, sí-se-puede", cantan miles de gargantas al unísono.

A la altura de la Calle 7, apareció un espontáneo con un ridículo sombrero de barras y estrellas, unas pinzas para colgar la ropa apretándole la nariz y una pancarta que rezaba en inglés: "No los necesitamos, apestosos invasores." El provocador pasó inadvertido, aunque se llevó unas buenas mentadas de madre antes de escabullirse entre una valla de policías que bloqueaba el paso hacia la calle Spring. Esta marcha, hay que recalcarlo, se distinguió por la actitud pacifista de la gente.

Poco antes de llegar al Centro Cívico, Romeo se abrió paso entre un grupo de organizadores y saludó de mano a Mary Anne Gutiérrez, vocera de la Federación del Trabajo del condado de Los Ángeles, quien repetía una y otra vez en un altavoz: "Hoy marchamos, mañana votamos."

Romeo, con un gesto de manos, solicitó la palabra. Mary Anne lo miró confundida y sin pensárselo demasiado le pasó el megáfono. Romeo, muy serio, se arrancó con un insólito discurso mientras sus hermanos intercambiaban miradas de asombro: "Llegué hace cuarenta años a este país y quiero decirles que nunca, por ningún motivo, deben confiar en los políticos. Discúlpeme señora Gutiérrez, pero esto no es cuestión de votos ni de boicots. Si lo piensan bien, verán que lo nuestro no es un asunto legal ni económico… y mucho menos estadístico. El tema aquí es humano. Esa gente, y me refiero a los que nos critican y juzgan, le presta más atención a sus mascotas que a los recolectores en el campo, que a la servidumbre, que a los albañiles, que a nosotros mismos ¡Eso es indignante! Para los políticos de arriba sólo somos una pieza más en el negocio electoral. Con una mano ofrecen pan y con la otra dan garrote. Así que no me vengan con que mañana votamos, eso ya será decisión de cada quién. Lo terrible es que quieran militarizar la frontera, levantar un muro de Tijuana a Brownsville, cazar como animales a los paisanos que intenten cruzar. Eso no se vale. La legalización es inminente, se los aseguro, aunque le pongan mil trabas burocráticas. Pero el asunto del muro es inadmisible." En ese preciso instante, cuando Romeo dirigía su improvisado y lúcido discurso hacia el anticlímax del absurdo, uno de los organizadores le puso la mano derecha en el hombro, le dijo en voz alta muchas gracias y con la izquierda le arrebató sutilmente el micrófono mientras gritaba "sí-se-puede, sí-se-puede."

Héctor y Lolita no podían contener la risa, Romeo estaba rojo de la vergüenza y Elma refunfuñaba indignada. En el altavoz tronó la voz de Gutiérrez: "Hoooy marchamos, mañanaaa votamos."

"¿Qué pasó mi Romeo Luther King? ¿Ya cambiaste el mundo?, soñador", soltó Héctor en un tono tan burlón como solidario. Romeo se sonrió con su hermano, rodeó con los brazos a Lolita y Elma, y dirigiéndose a Mary Anne Gutiérrez remató en voz alta con la seriedad de un demócrata: "El voto latino, el voto afroamericano, el voto coreano, el voto blanco… ¡empaqueten sus votos y métanselos a Bush por el culo!" Los aplausos y las risas no se hicieron esperar, pero Mary Anne, carente de sentido del humor, se aferró al megáfono: "Hoooy marchamos, mañanaaa votamos."