Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de octubre de 2006 Num: 606


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
¡Hoy marchamos, mañana…!
ROBERTO GARZA ITURBIDE
Ante Tàpies
JACQUES DUPIN
Para Antoni Tàpies
ANTONIO SAURA
París d’Antoni Tàpies
PERE GIMFERRER
Cuatro fragmentos para Antoni Tàpies
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Con la misma inquietud de cuando era joven
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ
Entrevista con ANTONI TÀPIES
El cine y el Guinness
RICARDO BADA
Al vuelo
ROGELIO GUEDEA
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Danza
MANUEL STEPHENS

Tetraedro
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

LAS ARTES SIN MUSA

JORGE MOCH
[email protected]

EVASIONES, ENTRETENIMIENTO Y REALIDAD

Hoy en mi vida la tele es lo que alguna vez fueron los cómics. Esto, aunque suene pedante: atreviéndome a poner dolorosamente de lado por un momento mis amadas lecturas. No era extraño que mi madre me conminara a salir a jugar con mis amigos en lugar de encerrarme a devorar "cuentos" y libros; la televisión en esos años estaba bastante más controlada y la programación infantil era afortunadamente escueta, de reducidos horarios. Ahora hay canales completos de veinticuatro horas de programación para niños.

No sabía entonces que la mayoría de mis cómics eran materia de importación: ese Batman que combatía villanos que se llamaban Luis Rico o Rey Fuentes era gringo, como gringos, ajenos a mi idiosincrasia eran el Pato Donald o Periquita, su inseparable Tito y el beligerante Tacón; gringos la pequeña Lulú y Tobi, acompañados de ese minúsculo club de misóginos que completaban Lalo y otro Tito, chaparrito y también pelón, como el de Periquita (sin que decir chaparrito y pelón conlleve signíferas alusiones al atufado chiquero de la política porque se me contamina la columna). Había, sí, historietas mexicanas, pero a) terminaban por aburrirme; después de cinco ya se había uno leído todas las posibles variantes argumentales de sus guionistas, o b) eran artículos prohibidos en un hogar decente como el mío: podías leer sin problemas el Capulinita o las aventuras del Chavo del Ocho (cuando doña Florinda invariablemente abofeteaba a Don Ramón aparecía una especie de flash con desorbitados ojos acompañados de un sinestésico "¡cachetaf!" que luego incorporaríamos como generacional neologismo en la primaria, pero si hoy le digo "cachetaf" a mi hija se me queda viendo con ojos de ora este güey qué cosa echada a perder se desayunó), y a veces –pocas– algún Memín Pinguín, pero estaban terminantemente vedadas, prohibitorum index, y por ello eran terriblemente apetitosas, Kalimán, El Payito o Hermelinda Linda. Iluminaron el anfractuoso horizonte Rius con Los Agachados y Germán Butze con Los Supersabios. Panza y Calzontzin, adalides de la libertad de pensamiento.


Escena de The Wire

Hoy, a mis cuarenta junios bien correteados pasa en la tele lo que en los "cuentitos": no hay buenas series de manufactura nacional; las mejor hechas, mejor filmadas y actuadas son norteamericanas. Tengo debilidad por cierta clase de programas realistas –que no reality shows– de corte policíaco, pero no me refiero a series ramplonas donde el bien siempre triunfa aunque el mal les preste sustancia y coherente justificación a sus reiterativos episodios, como csi o Law & Order, sino otras, desgraciadamente sólo en canales de paga como hbo, que retratan de manera cruda, real, sin adornos ni adarmes los vericuetos del hampa allende nuestras norteñas y bardadas fronteras. Me refiero desde luego a Los Soprano y también a esa joya que es The Wire. Si en la primera todavía, a pesar de su crudeza, podemos detectar glamour en la mafia ítaloamericana de Nueva Jersey, la segunda, ambientada en Baltimore, o sea, a un tiro de piedra –o de R-15– de Washington dc, desnuda sin ambages el narcotráfico al menudeo de las pandillas afroamericanas que controlan cada esquina de sus barrios, la putridez sindical de las compañías navieras coludidas con la mafia rusa o la apatía burocrática, la corrupción, la impericia de las diferentes ramas de la que se jacta, en todas las otras series que allá se producen, de ser una de las policías más limpias y eficaces del mundo. Me cautiva, como a muchos, la fauna de personajes de Los Soprano, pero encuentro fascinante el pavoroso retrato, en la harto menos promocionada The Wire, de la abulia y la descomposición moral de la alcaldía, las patadas bajo la mesa entre corruptos altos mandos de la policía y concejales ávidos de poder; la entrega funesta a un trabajo horrible de agentes que en el mejor de los casos son eficientes detectives pero terminado el turno son nada más que alcohólicos, atrabiliarios, neuróticos y hasta sexualmente ambiguos.

Necio que soy, sueño el éxito de una serie policíaca mexicana que bien filmada, sin piquetes de imagen como en las telenovelas, sin audio "de bote", hablara, eliminado el maquillaje eufemístico, de niños drogadictos, de narcos, de sus sangrientas, decapitantes reyertas, de las muertas de Juárez, de políticos y policías cínicos, corruptos y cabrones, para que al menos así creyéramos por un instante que apagando la tele toda la mierda se apagaría también...