Usted está aquí: lunes 9 de octubre de 2006 Deportes El encierro de La Paz da al traste con el mano a mano de la última novillada

Otro gran novillo fue desaprovechado, ahora por el colombiano Ricardo Rivera

El encierro de La Paz da al traste con el mano a mano de la última novillada

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen El joven Víctor Mora en plena estocada, en la Plaza México Foto: Jesús Villaseca

Habida cuenta de que el arte se nutre del arte, y antes de referirme a la decimotercera y última novillada de la temporada 2006 en la Plaza México, quiero invitar a los numerosos artistas-lectores, lectores con alma de artista y a los distinguidos coleccionistas, a disfrutar de una espléndida, sorprendente y alucinante exposición pictórica titulada De fantasías y ensoñaciones, del reconocido maestro Alfonso Durán, que en la Galería Hecaro, de Antonio Caso 19, a una cuadra de la glorieta a Colón en Reforma, se presenta de lunes a viernes de 10 a 14 y de 16 a 19 horas, y los sábados de 10 a 14 horas. Es un grato despliegue de talento, colores, técnica e imaginación que nutren la mirada y expanden el espíritu de quienes no han perdido la capacidad de asombro.

En estos tiempos de cólera, como diría el entrañable Gabo, paisano de un desconcertado, la tarde de ayer, Ricardo Rivera, casi nada es fácil, excepto para ciertos políticos e inciertos locutores.

Así, la empresa de la Plaza México, apoyada en su experiencia y asesorada por vaya usted a saber quién, supuso que luego del tono ascendente que tuvo la temporada chica la gente ya estaba metida en toros, e imaginó que al sólo anuncio del novillero colombiano y del joven aguascalentense Víctor Mora, a punto de tomar la alternativa en la feria de Tlaxcala, más un encierro de la ganadería de La Paz, la gente abarrotaría los tendidos.

El daño que se le hace a un espectáculo no es provocar la inconformidad de dos o tres críticos avinagrados, sino sacar a la mayoría de la gente de los escenarios a los que acude en busca de emociones, por lo menos proporcionales a lo que paga. Esa es la dura cuesta que hay que remontar.

Si a ello se añade que a Rivera el público de la México lo vio cortar sendas orejas en dos actuaciones hace tres meses y a Mora hace dos, y que la promoción de este improvisado mano a mano fue absolutamente convencional, por no decir modesta, se explica que la monumental de Insurgentes haya registrado una entrada discreta.

Y luego como que la gente espera que, en el cerrojazo del serial, a unos novilleros punteros les echen un encierro de reconocido prestigio, es decir, de reses que den garantía de espectáculo o, si se prefiere, facilotes, que propicien faenas de la ilusión, con hartos muletazos por ambos lados, sin comerse ni aburrir a nadie.

Sin embargo, el hierro de La Paz, que antaño se lidió como Jesús Cabrera y desde 1990 es propiedad de Arturo Velázquez Pérez, envió un encierro decorosamente presentado pero que acusó una preocupante falta de casta, sosería, mal estilo y escasa fuerza.

Sin embargo, el corrido en quinto lugar, el nobilísimo Lolo, con 500 kilos, negro bragado, bien armado y fino de hechuras, emotivo, alegre, claro y de largo recorrido, que traía el rabo con alfileres, salvó los honores de la divisa, no así los de Ricardo Rivera, que empezó bien y acabó pésimo, dejando ir un triunfo que en él era obligado.

Bien hizo Ricardo en sacar al novillo del caballo apenas le señalaron el puyazo, dado el pobre desempeño de los cuatro bureles anteriores. Bien también al realizar tres sabrosas tafalleras y revolera. Muy mal al oponerse a que hiciera un quite su alternante, con la consiguiente protesta del público, y mejor al responder a las embarulladas gaoneras de Mora con dos templadas chicuelinas. Es el resultado de rivalidades improvisadas.

Lo grave fue cuando en los bellos derechazos iniciales Lolo mostró su magnífico estilo, que se comía la muleta en cada pase, con un recorrido excepcional que obligaba a templarlo y a mandarlo largo, mientras el joven Rivera se dio a pegar pases cortitos, codilleando, en minitandas de tres y el remate, sin la dimensión y ligazón que el excepcional novillo pedía.

En los naturales poco limpios empezó a caerse la faena y al tomarse Rivera del costillar para ligarlo con el cambiado por la espalda, afloraron los pitos y los gritos de ¡toro! De pinchazo y entera se deshizo del excepcional astado. El juez Ramos, para variar, se excedió en la premiación y ordenó vuelta a los restos de Lolo, que con arrastre lento tenía pues apenas fue picado. Siquiera Ricardo tuvo el decoro de no salir al tercio.

Víctor Mora, que estuvo desdibujado, deberá hacer un examen de conciencia, cuidar más la lidia de sus toros en el primer tercio y reconocer que sus paisanos no lo pueden acompañar a todas las plazas y festejarle cuanto haga. Ayer fue pero no estuvo, a pesar de tener a la gente con él.

 
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